jueves, 17 de mayo de 2012

Conflicto de civilizaciones II

 Entrada revisada
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Es sumamente interesante el enfoque evolutivo de los conflictos planteado por Hungtinton, que fue capaz de prever el modelo social con el que nos encontraríamos a principios del siglo XXI.


"La fuente primaria fundamental de conflicto en este nuevo mundo no sera ideológica ni económica. Las divisiones entre el género humano vendrán dadas por el choque entre grupos con diferencias culturales" Hungtinton, Choque de civilizaciones

Realicemos un pequeño un periplo histórico partiendo de la Paz de Westphalia, donde se engendraron las formas de relación entre Estados modernos. Los conflictos occidentales fueron, al principio, siempre originados por los reyes y motivados por el deseo de controlar sus territorios y expandirse. La Revolución Francesa fue ya el primer conflicto Europeo popular que estalló defendiendo las ideas rompedoras de un grupo de personas corrientes, no de monarcas. A partir de ahí, los choques verdaderamente importantes vendrían por las defensa de las ideas: fascismo, comunismo y democracia se confrontaron en la II Guerra Mundial. Nuestra guerra civil, por ejemplo, no fue para ganar territorios y explotarlos como hubieran hecho los antiguos monarcas sino por confrontación de ideologías. Los colonialismos del s XIX seguirían las pautas de seguir controlando territorios con miras al robo producido a gran escala que impulsó la invención del tren, como ya se mencionó en el capitulo anterior. Después ya vendría la Guerra Fría; un conflicto entre el comunismo y la democracia liberal, encarnado en dos super-poderes: la URSS Y Estados Unidos. Los países occidentales se posicionaron bajo el paraguas de una u otra superpotencia. El mundo quedó dividido en dos ricos y otro pobre, éste último muchas veces con grandes recursos naturales, pero sin capacidad tecnológica ni organizativa para explotarlos. Dichos países pobres eran los restos de la etapa colonial anterior, y son a los que se se llamó tercer mundo.

La caída del Muro de Berlín fue el preludio de la desintegración de la URSS y causó unas guerras en la Europa del Este, abriendo la puerta, en parte, a la nueva fase en la que nos hallamos. El centro de gravedad de la política internacional ha pasado a las relaciones entre Oriente y Occidente. Al conflicto entre el mundo islámico y el occidental, al conflicto entre islamismo y cristianismo ¿O más bien entre los que tienen los recursos energéticos y los que los  consumen? Aparecen nuevas potencias compitiendo también por esos mismos recursos energéticos y de materias primas; sirvan China e India, como ejemplo. Y sumemos también que algunos de los países productores suramericanos se hayan aliado con una parte del mundo productor islámico. Les une el enemigo común: el mundo occidental.

Añadamos una nueva pieza al puzzle: la aparición de las nuevas tecnologías de comunicación y tratamiento de la información. La rapidez en los viajes han hecho de este mundo un pañuelo. El mundo es más pequeño; así tenemos un nuevo panorama: la antigua división de primer, segundo y tercer mundo que se dio durante la Guerra Fría ha dejado de tener sentido y dado paso a la globalización. Grandes cantidades de dinero se mueven, por ejemplo, en cuestión de segundos con solo apretar un botón de una parte a otra del globo. Decisiones de un segundo pueden traer prosperidad o hambre a grandes masas en el otro lado del globo. De alguna manera, los antiguos estados han dejado de tener el control...

Y sigamos sumando: grandes migraciones del antes llamado tercer mundo han ocupado Occidente en busca de una utopía; y los políticos han practicado un proteccionismo erróneo y exacerbado con estas poblaciones. Dicho hiper-proteccionismo ha incidido en la pérdida de derechos que había adquirido la población local, tras mucha lucha, sangre, sudor y lágrimas. Los inmigrantes trajeron a sus mayores y familias, que jamás habían aportado nada a los sistemas sociales de los países receptores disfrutando de privilegios jamás soñados y cuya carga recaía en los hombros de las poblaciones autóctonas. Esto aumentó la carga social de los ciudadanos y tensiones con aquellos que habían llegado compitiendo en el mismo nicho por los mismos recursos de bienestar social. Los mismos foráneos se posicionaron a favor o en contra de este nuevo elemento que añadía un problema de sostenibilidad a la sanidad, educación y seguridad. 

Los políticos occidentales se mantuvieron insensibles a los problemas que estaba causando su mala gestión, bien porque no era la parte de población que mantenía contacto con estos recién llegados o porque éstos les podían aportar rentabilidad política, en forma de votos o beneficios económicos mediante la explotación esclavista, ya que los recién llegados sin pretenderlo dinamitaban los derechos laborales por la simple ley de oferta y demanda; derechos laborales por los que tanto habían luchado los habitantes foráneos.

Difícil situación por la mala previsión de los políticos y donde la sociedad civil no pudo participar en ninguna decisión a fin de evitar situaciones injustas tanto para los nativos como para los que llegaban buscando una vida mejor. El sistema de partidos de Estado coloca las decisiones en el Estado y jamás en la sociedad civil, que nunca se halla representada. 

Para muestra un botón: el efecto del ministro Socialista Caldera de "papeles para todos" causó un efecto "llamada" insoportable practicando la falsa cultura buenista. Le dio cuerda a la bomba de relojería, todavía alimentado más el proceso de las tensiones raciales fruto directo de las económicas y culturales.  Pero la verdadera bomba puede estallar con la carga adicional y sumamente atroz de la crisis, que ha arrasado como un tsunami a los españoles; llevando a muchos a la más absoluta indigencia.

Aquí pues hay que darle la razón a Hungtinton cuando predijo que los próximos conflictos serían entre civilizaciones porque el mundo se volvía cada vez pequeño; y al aumentar las posibilidades de interacción aumentan las de conflicto: gentes que jamás hubiesen interactuado se verían obligados y condenados a compartir y competir por los mismos recursos y trabajos pero pertenciendo a culturas a veces no solo distintas sino incompatibles. De ahí el clamor cada vez más frecuente y peligroso, que tanto se oye, de "no cabemos todos". Y los políticos siguen con sus luchas internas sin tratar el verdadero problema que ya han creado por lo que pudieron hacer y no hicieron. Quienes pueden encauzar una solución ordenada continúan ciegos y sordos a lo que verdaderamente ocurre. Políticos incontrolables y enormes masas migratorias incontroladas que acaban en guetos: nitrógeno y glicerina: señores, la explosión está servida si no se reconduce la situación con políticas sociales justas, pero justas para todos: no con notable proteccionismo solo para una de las partes.
Vicente Jiménez

viernes, 11 de mayo de 2012

CONFLICTO DE CIVILIZACIONES I

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Nos enfrentamos expectantes a cambios rápidos y difíciles de asimilar. Y son tantos, que más que parecer una época de cambios habría que plantearse si somos testigos de un cambio de época.
Hemos superado de lleno en la edad del silicio. No nos imaginamos el mundo sin la aplicación de las nuevas tecnologías, que ya quedan viejas en el momento en que salen al mercado. La vorágine nos conduce a una avasalladora obligación al consumo, que ni buscamos ni queremos. Los “gadgets” son de usar y tirar, a menos que seas un manitas; y tienen una vida útil calculada por y para el consumo. Esta aceleración vertiginosa depreda los recursos del planeta creando una basura, que los antes llamados países del tercer mundo se encargan de acumular y reciclar si pueden.
Todos los cambios de épocas han dependido, sobre todo, de los inventos tecnológicos. Pierre Vilar explica cómo la pólvora permitió el desmoronamiento de la época feudal y el principio del absolutismo. Los Reyes Católicos se dedicaron a derrumbar a cañonazos, por ejemplo,  los inexpugnables castillos de aquellos feudales que se negaban a abandonar sus privilegios. Así, fueron rindiéndose todos casi sin tener que disparar un tiro.
El invento de la máquina del vapor y del tren fueron imprescindibles artificios capaces de robar eficientemente en masa las materias primas a los países colonizados. El tren transportó tropa y equipo militar de forma que dibujó la geopolítica del s XIX.
El montaje en cadena y la producción a gran escala fue la forma de relacionarse en el s XX; y las guerras mundiales fueron producto de los problemas de la geopolítica del XIX junto a la capacidad destructiva de la época industrial. Fueron las primera guerras industriales.
La energía atómica nos ha tenido en vilo con la guerra fría y después del derrumbe del Muro de Berlín tampoco estamos seguros. Tuvo un poder disuasorio para que no se liaran del todo las dos super potencias  y nos ha dado los disgustos de Chernobil y Fukushima
Ahora, a principios del s XXI el problema es la globalización versus las políticas estatales, locales y tribales lo que tenemos sobre el tapete y siempre se heredan las soluciones y los problemas del pasado. Esto lo dejaremos para el siguiente capítulo.

viernes, 4 de mayo de 2012

¿Nos han inducido a ser esclavos voluntarios?

Entrada revisada 22 junio 2014
En la entrada anterior observamos cómo el desarrollo de las nuevas tecnologías había introducido un verdadero caballo de Troya en nuestros hogares. Smartphones, 4G, tablets, ordenadores personales etc., que tan atractivos se  nos presentaban al principio resultan ahora eternos y forzosos acompañantes. Han acabado por convertirse en auténticos cordones umbilicales uniendo la empresa y con el hogar de forma que éstas se han apropiado del  tiempo personal.

Una de las tecnologías que las empresas priorizan son las intranets. Entramos en aquellos lugares que nos permiten para continuar desarrollando proyectos; y a su vez, también, en cierta forma, los invitamos a entrar en nuestros hogares. Un verdadero "quid pro quo", ¿o no?

Si estas tecnologías se utilizasen para mejorar las relaciones entre la empresa y los trabajadores mediante la tan conllevada conciliación laboral y familiar, una justa retribución, etc bienvenida sería. La tecnología estaría al servicio del hombre. Pero si por el contrario sirven para alargar la jornada laboral, exponer al trabajador bajo condiciones de estrés a interminables jornadas y sufrir diferentes y sutiles presiones, malvenidas sean.

Al final se han perdido logros dorados que costaron sangre, sudor y lágrimas; como los tres ochos: ocho horas de sueño, ocho de trabajo y ocho de tiempo libre, o que la edad mínima de los jóvenes para empezar a trabajar fuesen los dieciséis años, en vez de los cinco.

De hecho, ha emergido una nueva cultura del trabajo en muchas de las multinacionales occidentales; y no tan multinacionales. La cuestión es cómo nos hemos hecho este hara-kiri ¿Cómo hemos renunciado a las promesas de que el trabajo duro sería reconocido, recompensado y nos garantizaría una vida de estabilidad económica?

Se utilizaron nuevas formas sutiles de presionar e inducir a los trabajadores hacia una esclavitud voluntaria; incluso antes de la amenaza del hambre y el desastre del paro actuales. Con lo cual, la vuelta de uerca ha sido completa.

Sin mencionar el nombre de una empresa de alta tecnología muy conocida diré que técnicos super-cualificados se mataban por conseguir un puesto de trabajo. Les esperaba entrar en un complejo de lujo, con piscina, sauna, salas de relax, de juegos, gimnasio, barra libre en el bar, en el comedor ...

La condición era trabajar por proyectos, en pequeños grupos; marcarse cada grupo o trabajador sus propios horario y comprometerse a unos objetivos. Esos trabajadores no salían del complejo ni los fines de semana. Sin darse cuenta vivían por y para el proyecto ¿Os acordáis de los monjes medievales? Por lo menos ellos tenían unos horarios muy rígidos, pero en nuestra empresa las horas de trabajo podían llegar a ser interminables; hasta conseguir el objetivo. Y después ellos mismos se imponían otro objetivo. Y uno más... Todo en la compañía inducía a este estilo de vida y los trabajadores se apuntaban con entusiasmo ¿Eran esclavos voluntarios?, o unos privilegiados.

Una de sus trabajadoras renunció al trabajo por otro más normal y menos cualificado. No había querido renunciar a su vida familiar...

Entre el blanco y el negro se dan todo tipo de grises. Empresas que obligan más, que inducen menos... Las técnicas de manipulación del personal están muy estudiadas y los trabajadores no son conscientes de ello. Lo cierto es que hemos vuelto después de dos siglos al principio de la película. La rueda ha dado un giro completo, como dicen los ingleses. Vuelta al principio: se buscan esclavos, paga baja, dedicación 24 h.

Unos obligados por tristes circunstancias y otros con el viejo truco del palo y la zanahoria resulta que estamos entrando en una trampa que olvida y prescinde del factor humano: que el hombre es un ser social, pero que la familia no son los compañeros de trabajo. Se requiere formación y el pago digno por un trabajo digno. Se requieren tantas cosas... Ahora, el que crea que los sindicatos se plantean algo de esto y están dispuestos a defender un equilibrio entre intereses de la empresa y los trabajadores que de un paso al frente. Pero no caigan en un precipicio.

Vicente Jiménez







jueves, 3 de mayo de 2012

¿Se nos ha metido un caballo de Troya en casa?

Revisado 18 junio 2014
En la Edad Media los monjes llevaban una vida rutinaria imperturbable salvo que un hecho dramático como una invasión, la peste o una guerra rompiese esa paz. Se levantaban al alba, rezaban, comían, trabajaban, estudiaban, copiaban libros, rezaban, dormían. Sus hábitos diarios se centraban en por y para la vida del monasterio las 24 h del día. La vida del campesinado también seguía un ritmo parecido de rutinas donde vida y trabajo no se separaban: el ritmo diario lo marcaban las estaciones y la Naturaleza. Ese esquema rutinario se rompió con la Revolución Industrial. Más tarden llegarían las luchas sindicales de verdad: no la de los sindicalistas político-liberados actuales que viven ociosamente ocupados; y al finalizar las dos guerras mundiales fue consiguiéndose con más lucha la  separación entre el trabajo, el tiempo libre y la vida familiar. 

Mucho se tuvo que pelear en Europa para lograr que los trabajadores pudiesen disfrutar de ciertos logros o lujos y así mejorar sus condiciones de vida hasta  convertirse en clase media con vacaciones, electrodomésticos, coche y los tres ochos: ocho horas de sueño, ocho de trabajo y ocho de tiempo libre. El tiempo libre permitió las relaciones familiares, las sociales, la práctica de aficiones: lo que los abuelos de nuestros abuelos jamás llegaron ni a soñar.

Nos enfrentamos a un retroceso vertiginosos donde la rueda ha girado por completo y la tendencia de las condiciones de trabajo junto al nivel de bienestar en vez de mejorar empeoran a marchas forzadas. El ahora lujo del tiempo libre, de tener asegurado el sustento con el esfuerzo de tu trabajo y disfrutar de un estado de bienestar que creíamos garantizado se está diluyendo por la dictadura de las crisis, de los malos sistemas de gobierno, de las castas oligárquicas de poder y de la competitividad dictada por un mercado salvaje falto de toda moral y principios. Han aparecido unos nuevos dioses en el Olimpo y junto a ellos hemos introducido un dios menor al que adorar en el hogar y que resulta un verdadero caballo de Troya. Ese dios menor es tan peligroso como los anteriores: el uso de las nuevas tecnologías de la información. Los viejos relojes de marcar las horas de entrada y salida en la fábrica han desaparecido y han sido sustituidos por portátiles, tablets y móviles 4G que mantienen un perfecto cordón umbilical con la empresa a tiempo total, literalmente. Mediante el uso de estas tecnologías tu tiempo, suponiendo que tengas la suerte de trabajar, forma ya parte de la empresa las 24 h del día, tal como ocurría con los antiguos monjes medievales que hemos mencionado antes.

¿Volverá aquella época de nuestros padres en la que  el silbato de la fábrica marcaba perfectamente las fronteras entre el tiempo del trabajo y el tiempo personal? Con las nuevas tecnologías va a ser difícil separar la hora de salida y desconectar completamente del trabajo para tomarse con los amigos unas cañas, disfrutar con la familia o simplemente leer o no hacer nada.


Con la nuevas tecnologías hemos metido el caballo de Troya en casa y en nuestro tiempo libre. En este momento accedemos desde casa a los datos de la empresa por la intra-net  y nos llevamos ese trabajo al hogar. Estamos localizables las 24 h del día y tenemos ya metida la oficina en le hogar con un método de trabajo que ha cambiado. En vez de estar delimitado por un horario está definido por unos objetivos muy definidos cada vez más exigentes y esclavizantes. Por lo tanto, en este momento, ya nos parecemos un poco a aquellos monjes medievales del principio de este artículo. Corremos el peligro, al igual que ellos, de no salir del convento, pero ellos tenían la ventaja de disfrutar una vida más natural y sin estrés.


Vicente Jiménez

Bibliografía

Buntin Madeline, Willing Slaves: How the Overwork Culture is Ruling Our Lives,
HarperCollins, 2004

Richard Donkin, Blood, Sweat and Tears: The Evolution of Work, 

Richard Donkin, The history of work,

Notas

Los "privilegiados de tener un trabajo" ahora estamos sobrecargados y hemos vuelto al miedo al hambre. No tenemos tiempo y nos vemos forzados a seguir en casa conectados al ordenador. Que estamos sobre-presionados; y esta presión nos ha alcanzado de lleno. Ha entrado en la conciencia colectiva. Parece que las condiciones físicas brutales que soportaron los primeros trabajadores de la industrialización se han sustituido por otras no menos coercitivas y mucho más sutiles.



Es una cadena de locuras. Los consumidores presionan a las empresas y éstas, a su vez, presionan a los trabajadores para que dan lo máximo de sí mismos; y los clientes le den su dinero a las empresas. Es un círculo vicioso diabólico.



Los gurús del management o altos directivos aspiran a conseguir que los valores de la empresa coincidan con el de los trabajadores, y se utilizan argucias muy sutiles para ello.



El papel de los sindicatos, ante esta situación, parece ser estar en la más absoluta inopia. Les falta el talante intelectual para negociar sobre lo que se nos ha venido encima. Algo que beneficie a ambas partes. Indudablemente todavía siguen con los tres ochos; y la situación actual nada tiene que ver. ¿Cómo van a resolver un problema si ni siquiera parecen ser conscientes de ello? Además, parece que sus preocupaciones han pasado a ser la de mantener unos privilegios insostenibles que sólo benefician a unos cuantos privilegiados.



A finales del siglo XVIII y XIX el gran proyecto de ingeniería social de la industrialización fue coger a los trabajadores del campo y convertirlos en dóciles obreros dependientes de un salario. Se empleó el método del miedo al hambre; y en la Inglaterra, precursora de la época industrial, el miedo a Dios. Los Metodistas les inculcaban a los trabajadores de la revolución industrial el deber moral de trabajar duro y santificar el domingo. Los salarios tuvieron que ser lógicamente bajos para asegurarse de que el obrero del campo volviese el lunes a trabajar. Hombres, mujeres y niños desde los seis años formaban periódicamente una procesión diaria hacia las fábricas con el hambre como el gran acicate



Evidentemente aquellos demonios fueron combatidos. Primero con la lucha obrera por la jornada de diez horas, después se abolió el trabajo de los niños. La lucha sindical parece que dio sus frutos y: se consiguieron los tres ochos: ya no era tan pobres como para tener que ir a trabajar por estar hambrientos, ¿o ahora si ... ? Interesante tema para tratar en el futuro: una crisis y de nuevo el hambre como acicate.





miércoles, 2 de mayo de 2012

VIEJOS CLICHÉS

Es hora de quitarse de encima los viejos clichés de que "ser patriota es de derechas" y "la izquierda tiene los derechos morales inscritos en su ADN" No es cierto, primero porque es absurdo, no se sostiene; y segundo porque ya es hora de poner cierto orden en nuestras ideas.

"Quid prodest" ¿quién se beneficia? Desde luego de esos clichés no nos beneficiamos los españoles medios; los que vivimos de nuestro trabajo. Los españoles no tenemos un problema de derechas o izquierdas. Eso queda para los políticos, que son los que mantienen esa rencilla artificial.

Estoy convencido de que en lo básico, el español medio lo que quiere es tener y ofrecer una vida digna a su familia; ganada con su  trabajo y que la relación calidad de servicios públicos-impuestos sea más o menos adecuada y que los gobiernos sean leales con los ciudadanos gracias a la libertad y la democracia. Sobre esos temas pretendo escribir; sobre lo que nos une...

Espero que será un peregrinaje interesante en la búsqueda de la verdad democrática y otros temas sociales.

Vicente Jiménez