sábado, 15 de septiembre de 2012

EL DÍA QUE PERDIMOS LA DEMOCRACIA Y  PRIMEROS PASOS PARA RECUPERARLA.


 
Es fundamental que nuestros argumentos tengan coherencia lógica si nuestro objetivo es el entendimiento con nuestros semejantes

Hace muchos años, en cierta ocasión, el que era entonces vicepresidente del gobierno Alfonso Guerra enseño el plumero y mostró su verdadera cara causando un enorme revuelo mediático. Sin ningún pudor no se le ocurrió otra cosa que soltar, en medio de todos, una de las afirmaciones más tristes, desafortunadas y pavorosas que se pudieran espetar en aquellos delicados momentos iniciales de nuestra democracia: “Montesquieu ha muerto”.

Con ello quería decir que ya que Felipe González había obtenido una mayoría absoluta aplastante pues que nos fuésemos olvidando del estado de derecho. No cabe duda que fue sincero; eso sí, después de ganar las elecciones.

La reacción de medios y políticos en aquel momento fue rasgarse las vestiduras y ponerlo de vuelta y media. A toro pasado, me pregunto si aquellos ríos de tinta y críticas eran sinceras o no. Lo que sí es cierto es que el partido socialista puso la primera piedra. Después, los demás se plantearon: ¡Oye! Pues, ¿por qué no me subo yo también al carro? “Matemos todos a Montesquieu y que jamaś levante la cabeza...”
En mi opinión, ese fue un punto importante de no retorno. El PSOE abrió la veda para que su partido político disfrutara de un amanecer donde no iba a tener normas que acatar, las pocas que tuviera se las pudiese inventar; y ni siquiera tener que cumplir con ellas si se daba el caso. Ese luctuoso suceso nos condujo a la barra libre de corrupciones, despilfarros y todos los cánceres que han destruido nuestra democracia y nos han arruinado a los ciudadanos, que no a los políticos, sindicatos, etc.
Y no, no es sólo por la crisis mundial. Hemos sufrido también una crisis interna no menos devastadora y no sólo económica, sino también de valores e identidad cuyos efectos no dejaremos de padecer si no ponemos remedio.
Desgraciadamente, esta situación fue la crónica de una muerte anunciada porque antes habíamos aprobado una constitución que dejaba no una puerta abierta, sino todo un arco del triunfo donde ese tipo de tropelías pudieran desfilar triunfantes sin crítica ni oposición.
Para el profesor y Doctor en Derecho Lorenzo Abadía, la “Constitución del 78 prefirió sustituir la división política del poder por la división social de los poderes del Estado… La transición española instituyó una monarquía de partidos. Y estructuró un parlamentarismo con una mera separación de funciones. El difuso límite entre la función ejecutiva y la legislativa nos permite advertir que el verdadero poder no reside en ninguna de ellas, sino en la cúpula del partido con más votos. .. ” ( i )
Este pequeño detalle es el que permitió mandar al cadalso a Montesquieu sin juicio previo ni nada, porque para el filósofo y ensayista ilustrado el Estado de Derecho se fundamentaba en tres pilares: los poderes ejecutivo, legislativo y el judicial; y una de las principales funciones obligadas a cumplir cada uno de ellos, y siempre sin remisión y en constante divorcio entre sí, era la de permanecer en perpetua tensión. Debían desconfiar permanentemente el uno de los otros dos para vigilarse entre sí y evitar los excesos en el poder de cualquiera de ellos.
Otro de los pequeños detalles que también contribuyó al ostracismo de Montesquieu fue el sistema proporcional de listas, que en nuestro caso son cerradas y bloqueadas, pero que como muy bien apunta el analista político Abadía poco importaría que estuviesen abiertas y desbloqueadas, ya que el verdadero poder consiste en incluir a los candidatos en las listas, no en la posibilidad concedida al votante de rechazar a alguno de los incluidos
Así que el chocolate estaba servido. Los políticos, fuesen honrados o no, han acabado en el triste papel de servir fielmente al jefe de su partido a cambio de unas prebendas que en más ocasionases de las deseadas, por su perfil formativo y humano, difícilmente habrían obtenido en la sociedad civil
Por todo lo anterior, necesitamos urgentemente un balón de oxigeno: de momento el contrapeso al poderío avasallador conquistado por la Casta Política es la participación activa de los ciudadanos en política. Para ello no estamos faltos de herramientas: Redes Sociales, periódicos, tanto papel como digitales, Blogs, cartas a representantes y autoridades políticas, peticiones públicas, participación activa dentro de los partidos por parte de quienes militen en ellos, creación de webs críticas, y también la convocatoria de movilizaciones y manifestaciones públicas. Es fundamental en una situación como la que vivimos que cada ciudadano se sienta partícipe y corresponsable.
Sería un primer paso a fin de recuperar algo del poder que se le arrebató al pueblo. Éste es uno de los motivos por los que la Red de Blogs Comprometidos ha realizado un simulacro de e-democracia; aplicado concretamente al espinoso asunto de qué hacemos ahora con las autonomías. O más bien, de plantear civilmente la cuestión a instancias superiores mediante la presión ciudadana. Por lo tanto, en nombre de todos mis compañeros, me permito sugerirles y pedirles, que si no lo han hecho voten una de las opciones; y si no les gusta ninguna de ellas no voten nada, pero expongan sus motivos y valoraciones en los apartados de comentarios a final del post. Quien sabe: puede ser la primera piedra que haga de contrapeso a la que puso Alfonso Guerra en nombre de su partido haciendo un “mal uso” del poder que el pueblo le había confiado.
(La votación ha quedado cerrada)
Vicente Jiménez
Frases célebres de Montesquieu
  • Cuando un gobierno dura mucho tiempo se descompone poco a poco y sin notarlo.
  • Para ser realmente grande, hay que estar con la gente, no por encima de ella.
  • No hay peor tiranía que la que se ejerce a la sombra de las leyes y bajo el calor de la justicia.
  • El hombre de talento es naturalmente inclinado a la crítica, porque ve más cosas que los otros hombres y las ve mejor.


( i ) Lorenzo Abadía, Mando a Distancia - Herramientas Digitales para la Revolución Democrática, Editorial Manuscritos. Seg Ed 2011


sábado, 1 de septiembre de 2012

ES HORA DE QUE EL PUEBLO DECIDA SOBRE LAS CC.AA.


Actualizado julio 2014
Colaboración de  JOAQUÍN  JAVALOYS

Ya va siendo hora de consultar a los ciudadanos, al pueblo soberano, sobre la necesidad y conveniencia de que haya o no Autonomías territoriales en España. ¡Veamos por qué!
En el año 1977, en el entonces centralista Estado español había 800.000 empleados públicos y menos de 90.000 políticos. Actualmente, en el Estado de las Autonomías hay 3.104.000[i] empleados públicos y unos 350.000-400.000[ii] políticos. La existencia de las Comunidades Autónomas ha hecho necesario multiplicar por cuatro, aproximadamente, el número de políticos y de empleados públicos; quienes, obviamente, viven de los impuestos de todos los ciudadanos. En 2011 las Autonomías han costado 86.333 millones de euros en personal y gastos corrientes. Pero las costosas CC.AA. son también ineficientes, ya que la Sanidad y la Educación, como otros servicios públicos, son más caros administrados por 17 burocracias sanitarias y 17 burocracias educativas que por una sola administración general del Estado.

El altísimo coste del Estado autonómico es el problema central de la actual crisis española, porque hace imposible conseguir un crecimiento económico suficiente para crear puestos de trabajo. 

Nuestro modelo autonómico es ruinoso para el ciudadano; pero, en cambio, es muy provechoso para los partidos políticos predominantes en una comunidad autónoma, nacionalistas o no, para la burocracia creada por la autonomía y, sobre todo, para unas oligarquías caciquiles que, organizadas en grupos de presión, manejan en su territorio los presupuestos públicos a su antojo directamente o por medio de políticos afines instalados en puestos clave. Desde luego, las Autonomías son una fuente de poder y de puestos de trabajo para la casta autonómica y para los militantes de los partidos. Las CC.AA. mantienen legiones de políticos que, en vez de servir al bienestar de la ciudadanía, se dedican a expoliar a los contribuyentes en su propio beneficio.

Las CCAA, que tienen unas competencias que duplican ampliamente las correspondientes a los Estados federales, se han convertido en administraciones cuasiestatales donde los caciques territoriales han colocado a sus familiares y correligionarios, y enchufado a sus amigos. Se estima que existen dos millones de empleados públicos nombrados a dedo en las CCAA. y en los miles de empresas públicas y entes autonómicos creados; lo que contribuye decisivamente al cuantioso volumen de paro existente en España, porque un puesto de empleo público destruye 2,8 puestos en el sector privado.

Además, la existencia de las Autonomías ha producido duplicidades y redundancias en la prestación de servicios públicos, lo que supone un despilfarro anual superior a 40.000 millones de euros.

Desde luego, las CCAA son gigantescas máquinas de gastar el dinero de los contribuyentes; pero en su orgía derrochona gastan también lo que no tienen, endeudándonos a todos -padres, hijos y nietos-, para financiar sus déficits presupuestarios. Según el Banco de España las CCAA tenían a finales de 2011 una deuda de 140.083 millones de euros; pero la realidad es muy superior a esa cifra si se tienen en cuenta también los pasivos en circulación del entramado de sus empresas públicas y sus entes autonómicos, pues el BdE dice que en 2011 ha llegado a ser en total de 191.597 millones de euros.

El Estado de las Autonomías, el maligno cáncer que arruina a España, está en una profunda crisis, dado que el modelo autonómico no es viable por sus altísimos costes y sus exigencias financieras, a pesar de su escasa eficiencia en la prestación de servicios al ciudadano. El mito de las ventajas de las Autonomías para los ciudadanos se ha venido abajo.

Por supuesto, el Estado autonómico es política y financieramente insostenible, sobre todo cuando existe crisis económica generalizada. Por el costosísimo y superendeudado Estado de las Autonomías nos estamos convirtiendo en el Estado de los recortes económicos y sociales, destruyendo el Estado del Bienestar y acercándonos cada vez más a la insolvencia tanto estatal como de las CC.AA. ¡En España no hay recursos suficientes para mantener las costosas CCAA!. La enfermedad que aqueja al Estado de las Autonomías es terminal, porque su bancarrota parece inevitable. Pero ¿quién podrá rescatar a las CC.AA.?, porque el Estado español se ha convertido ya en residual y está arruinado. ¡Nadie!. ¡El suicidio de las CC.AA. se está consumando!.

Europa y los mercados financieros nos obligarán a elegir entre el mantenimiento de nuestras ruinosas Autonomías o nuestra pertenencia a la desarrollada Europa del euro. La desaparición del Estado autonómico llegará a ser inevitable, por una mera cuestión de supervivencia. Esa será la consecuencia de que los políticos, con el enorme endeudamiento suicida de sus CC.AA., se hayan comido vorazmente su “gallina de los huevos de oro”: las Autonomías territoriales. Entonces, gracias a los compromisos con la Europa del euro, terminarán por desaparecer. ¡Estamos ya en el principio del fin de las Autonomías, en su ocaso!.

Desde el punto de vista económico-social las Autonomías han sido un fracaso. También lo han sido políticamente porque su establecimiento se hizo para neutralizar los nacionalismos vasco y catalán; sin embargo, actualmente esos nacionalismos se han radicalizado y se han convertido en independentistas pues el Gobierno autónomico de sus territorios les facilita los recursos suficientes para gastos identitarios y para  fomentar un independentismo mayor del que nunca existió anteriormente.

Menos mal que existen salidas del laberinto autonómico. Todavía estamos a tiempo de salir voluntariamente de ese laberinto, antes de que Europa tenga que rescatarnos traumáticamente. La supresión de las CCAA evitará un despilfarro anual de más de 120.000 millones de euros, lo que equivale al 12 % del Producto Interior Bruto.
Pero lo malo es que la casta política (grandes partidos y nacionalistas) se oponen encarnizadamente a desmontar esa mastodóntica estructura política y económica que han establecido en su propio beneficio, aunque sea perjudicial para el 90 % de los españoles. La Partitocracía se niega a reformar sustancialmente las Autonomías, a devolver muchas competencias al Estado y, mucho más todavía, a eliminar las CCAA, porque son su coto de caza, pesca y caciqueo.

Entonces, como la soberanía popular reside en los ciudadanos –aunque quiera monopolizarla la casta política- el pueblo va a tener que pronunciarse ya para decidir lo que se hace con las Autonomías, eligiendo una de estas tres posibilidades: 1) mantenerlas tal como están; 2) reformarlas profundamente devolviendo la mayor parte de sus competencias al Estado y limitando su techo de gasto, su autonomía financiera y su déficit presupuestario en los mismos términos que el Estado español se comprometa con la Europa del euro; y 3) eliminar completamente las Autonomías para que España pueda salir de la crisis y para que todos los españoles seamos iguales ante la Ley y tengamos un mismo nivel de prestación de servicios sociales.

Por lo tanto, es preciso hacer ahora una consulta a los ciudadanos españoles para que elijan una de esas tres opciones. Posteriormente, para revalidar la opción elegida por el pueblo sería necesario que el Gobierno español y los grandes partidos políticos asumiesen el resultado de la consulta o que, alternativamente, hiciesen aprobar por el Congreso de los Diputados la convocatoria de un Referéndum popular en los términos previstos en la Constitución. Si el resultado del Referéndum fuese la eliminación de las Autonomías sería entonces necesaria la disolución de las Cortes y la modificación de la propia Constitución para eliminar el vigente derecho territorial a la autonomía política.

Por supuesto, si los grandes partidos políticos no quisieran instrumentar y llevar a cabo la opción elegida por el pueblo sobre las Autonomías, entonces podría haber una grave confrontación de la ciudadanía contra la dictadura de la Partitocracia, que se concretaría en las acciones pertinentes.

En la consulta popular que te proponemos ahora es necesario que participemos la mayoría de los ciudadanos para presionar suficientemente a los partidos políticos. ¡¡¡UNE TU VOZ A LA DE LOS MILES DE ESPAÑOLES QUE ESTAMOS DISPUESTOS A EMBRIDAR, REFORMAR O ELIMINAR LAS RUINOSAS AUTONOMÍAS!!!.

 JOAQUÍN  JAVALOYS