What need one?LEARO, reason not the need! Our basest beggarsAre in the poorest thing superfluous.Allow not nature more than nature needs,Man’s life’s as cheap as beast’s. Act 2, Scene 4 King Lear, ShakespeareTraducción ...REGAN¿Para qué necesitas ni siquiera uno?LEAR¡No me preguntes por qué me hacen falta!Incluso los pordioseros más miserablesse permiten algún capricho que no necesitanSi a las personas solo les dejas lo justo para vivirsu existencia se acercarían más a la de las bestias. Acto 2, Escena 4 Rey Lear, Shakespeare
viernes, 30 de noviembre de 2012
"Eso os ha pasado por haber vivido por encima de vuestras posibilidades"
lunes, 19 de noviembre de 2012
SI EL PUEBLO NO SE UNE... POR ALGO SERÁ
A menudo la población ha sido atomizada (convertida en una masa de individuos aislados), incapaces de trabajar juntos para conseguir su libertad, de confiar los unos en los otros y hasta de hacer algo por su propia iniciativa. De la Dictadura a la Democracia Gene Sharp
En un corto y preciso manual para luchar contra las dictaduras, Sharp nos menciona magistralmente
el concepto de atomización del individuo. Para Sharp, al
sentirse aislada, la población no pueden plantearse ninguna oposición
al poder. Desconoce si quien tiene al lado, sea quien sea - su mujer, su marido, sus hijos, sus amigos, sus vecinos -, pueden
denunciarle y la opción más segura - casi única - es no tomar
riesgos y aceptar lo inevitable. Esta idea no es nueva. Orwell,
por ejemplo, en su novela distópica 1984 menciona a un padre
aterrado ante la duda de si soñando se le ha escapado en voz alta - en presencia de su hijo - alguna crítica al Gran
Hermano, omnipresente. Sabe que el niño está programado para
denunciar a sus padres, y sería especialmente recompensado y reconocido
por ello.
En el Macbeth de Shakespeare, también el mal consigue extenderse por todo el reino como una imparable mancha de aceite sobre el agua, porque los hombres justos no se atreven – por desconfianza - a hablar entre sí. Tampoco en este caso nadie sabe si quien tiene a su lado es un hombre bueno, o no. El miedo a comunicarse y el relativismo (lo bueno puede ser malo y lo malo bueno - nadie sabe dónde está cada cosa-) impregna y aísla a los personajes. Distinguir entre el bien y el mal se hace imposible, condición sine qua non para enfrentarse al rey tirano, pero para ello no deben estar los justos aislados unos de otros -. Evidentemente, leer a Orwell o asistir a una representación teatral de Shakespeare emociona porque lo que ocurre nos suena muy familiar y actual. Lograr traspasar el tiempo mantiene inmortales estas geniales obras junto con sus autores y personajes.
Como entre el blanco y negro sobreviven muchos grises, siendo formalistas respecto al ideal de democracia, resultaría interesante rescatar la idea de “atomización de la población” como unidad de medida. Podríamos considerar el grado de influencia que podemos los ciudadanos llegar a ejercer sobre las decisiones en los gobiernos para que rectifiquen en sus políticas. Si es igual a cero, consideraremos a la población muy atomizada, como en el caso ficticio del Gran Hermano de Orwell. Si las posibilidades de influencia - en casos puntuales extremadamente alarmantes o graves - fuera igual a ocho, estaríamos ponderando unas posibilidades democráticas muy altas y desarrolladas. Tomaríamos como modelo un EE.UU. El nueve y diez entran en la escala, pero obviaremos estos valores porque las democracias perfectas no existen. Esos números se los dejaremos a los dioses (1) pues utopía, “utopos”, significa “el lugar que no existe-.
¿Puede ir una persona tranquilamente por la ciudad, con un símbolo españolista a la vista de todos, sin temor a ser agredido, en Cataluña o País Vasco?. Si la respuesta es sí, no hay nada que plantearse; pero si por el contrario fuese no - ¿qué puntuación pondríais?. ¿Podemos incidir en el gobierno los ciudadanos democráticos para que tome medidas y nos sintamos más seguros? Y con los recortes, la separación de poderes, ley del menor, etc. ¿Qué herramientas tenemos para hacer rectificar ciertas leyes y políticas cuando hay un amplio consenso en contra, por parte de la sociedad civil?. Si nos pasáramos de la cota del diez estaríamos entrando en el campo de las revoluciones o las guerras. Eso no lo queremos.
Cuando antes de la primera guerra mundial surgieron las primeras organizaciones sindicales en Inglaterra, fue para luchar por la mejora en las condiciones de vida de mineros y obreros. Se enfrentaban a una realidad extremadamente inhumana de vida y trabajo desde la infancia. Las huelgas eran entonces el último recurso ante situaciones desesperadas de vida o muerte. Recalco lo de "último", porque al iniciar una huelga se estaban jugando, literalmente, la propia vida y la de su familia. Se establecía un pulso entre el dueño de la fábrica, o la mina, y los trabajadores. Al no trabajar pasaban hambre y al pertenecer sus casas a los dueños de las fábricas podían ser expulsados durante el conflicto. Eso significaba la mayoría de las veces una condena a muerte. A base de sangre, sudor y lágrimas se consiguieron mejoras sociales: que los niños no se vieran obligados a trabajar en las minas, se ganaron los días de descanso, las vacaciones, las ocho horas de trabajo, condiciones de higiene y seguridad ... Lo cierto es que todo se conseguía gracias una cohesión social - contraria a la atomización – y el elemento aglutinador era el sindicato -. Los sindicatos rompieron la atomización de los trabajadores y fueron un instrumento muy útil para compartir objetivos en la lucha por la supervivencia y mejoras de los trabajadores. A veces se conseguían cosas y otras se fracasaba. Allí se la jugaba todo el mundo. Pero quede claro; había objetivos, cohesión, valentía y representación de los sindicatos. Además, un control muy exhaustivo por parte de los trabajadores, quienes eran en última instancia quienes aceptaban o no las decisiones.
Entre otros factores y de toda aquella lucha han quedado los logros y el estado de bienestar del que hemos disfrutado hasta ahora, pero los sindicatos no son ni sombra de aquello que fueron; se han quedado en sus cenizas. Se han convertido en algo marginal que unen a cierta población cuando el conflicto es muy grave y les conviene a las élites sindicales. Ningún sindicato da una alternativa válida que cohesione a los atomizados ciudadanos en el NO, como hacían aquellos predecesores suyos que negociaban a principios del XIX, para conseguir un SI en algo. Están eternamente adscritos al NO según quien gobierne y también hacen la vista gorda según quien gobierne. Los sindicatos deberían centrarse en asuntos laborales y hacerlo bien; y los ciudadanos deberíamos tener otras herramientas de participación democrática - mas teniendo en cuenta las alternativas que nos ofrece la tecnología actual. Quieren ser igual que sus antepasados pero encima lo hacen fatal además de que las circunstancias son totalmente distintas. El entorno ha cambiado y ellos no has sabido hacerlo. Todos sabemos qué pasa si un organismo no se adapta - simplemente se extigue. Por eso la ciudadanía debe alcanzar y se merece otras formas de participación. De decirle a sus gobernantes lo que quieren. De evaluar a sus gobernantes. Queda mucho por hacer, pero no sería difícil dar esa oportunidad al pueblo: es cuestión de voluntad y honradez.
Sumarse a una huelga y una manifestación pueden ser consideradas unas opciones muy válidas en caso de tener que quemar el último cartucho. Ese es el problema. Para mí es indispensable tener a mis representantes (es decir, están presente por mí) si previamente han recogido las aspiraciones de forma democrática. Claro, que a nivel personal yo considero llegar a la huelga se parece al uso de los antibióticos - la última opción - . Hay que sopesar la gravedad y confrontar las alternativas, porque si se utilizan como rutina ambas pierden su efecto. Es lo que ha pasado en la última huelga general: demasiadas huelgas seguidas y la primera no solucionó nada. La prueba es que muchas más personas se unieron a la manifestación que a la huelga. Y ello no se debe sólo a motivos económicos por perder el salario de un día. También muchos ciudadanos han sopesado que la manifestación del 11N era la única oportunidad de expresarse rompiendo la atomización y como no están de acuerdo con los sindicatos han elegido solo la segunda opción; la única que les quedaba. ¿Se habrán conseguido los objetivos, cambiará el gobierno sus políticas de recortes? ¿En qué han negociado los sindicatos? En nada.
Los escándalos de sus liberados, de la
participación en los consejos de dirección de las cajas y bancos,
de los beneficios en los expedientes de regulación y su falta de
adaptación a las nuevas necesidades hace que muchos ya hayamos
dejado de considerar esta herramienta como válida. Por lo tanto,
sigue el problema que planteamos al principio – de qué forma
podemos controlar a los políticos que no sea echar una papeleta cada
cuatro años en una urna. Recordemos algunas: ¿visitar a un ministro en su despacho? improbable, plataformas ciudadanas, asociaciones, sindicatos ... y las que sepáis o recordéis.
Baremación de la encuesta.
¿Que grado de atomización tenemos? Una escala del uno al ocho. Ahí lo dejo
De 1 a 3 atomización ausencia de democracia
De 4 a 6 cierta atomización poca democracia
De 7 a 8 poca atomización mucha democracia
i (1) Cuenta una antigua leyenda indú que una bella princesa quiso hacerle un regalo a su padre. La princesa deseaba obsequiar con un manto nuevo al rey y se lo complementó bordándole muchas estrellas. Todas las estrellas le salieron absolutamente perfectas, menos una que quiso bordar con un defecto. Cuando el rey le preguntó el motivo, la princesa contestó: “esa estrella se la dedico a los dioses”
Vicente Jiménez
miércoles, 7 de noviembre de 2012
EL NACIONALISTA, LA RANA, EL ALACRÁN, LA VÍBORA Y EL PASIEGO
Había una vez una rana sentada en la orilla de un río, cuando se le acercó un escorpión que le dijo: —Amiga rana, ¿puedes ayudarme a cruzar el río? Puedes llevarme en tu espalda… —¿Que te lleve en mi espalda? —contestó la rana—. ¡Ni pensarlo! ¡Te conozco! Si te llevo en mi espalda, sacarás tu aguijón, me picarás y me matarás. —No seas tonta —le respondió entonces el escorpión—. ¿No ves que si te pincho con mi aguijón, te hundirás en el agua y como yo no sé nadar, también me ahogaré? Tanto insistió el escorpión que al fin la rana accedió. El escorpión se colocó sobre la resbaladiza espalda de la rana y empezaron a cruzar el río. Cuando habían llegado a la mitad del trayecto, en una zona del río donde había remolinos, el escorpión picó con su aguijón a la rana. La rana sintió el fuerte picotazo y cómo el veneno mortal se extendía por su cuerpo. Y mientras se ahogaba, y veía cómo también con ella se ahogaba el escorpión, pudo sacar las últimas fuerzas que le quedaban para preguntarle: —No entiendo nada… ¿Por qué lo has hecho? Tú también vas a morir. Y entonces, el escorpión la miró y le respondió: —Lo siento ranita. Es mi naturaleza.
...
Llegado el invierno, un labrador encontró una víbora helada de frío. Apiadado de ella, la recogió y la guardó en su pecho. Reanimada por el calor, la víbora, recobró sus sentidos y mató a su bienhechor, el cual, sintiéndose morir, exclamó:
-¡Bien me lo merezco por haberme compadecido de un ser malvado!
Esopo
Dicen que la importancia de las cosas está en el detalle y en lo simple. Y bien hubieran hecho los padres de la patria en fijar su atención en estas dos fábulas de Esopo, porque la evidente moraleja de ambas lleva inspirando la historia de nuestro país desde los tiempos de la transición hasta llegar a la partitocracia actual. Si los diseñadores del invento autonómico esperaban la domesticación de los nacionalistas a través de la concesión y el agradecimiento erró ampliamente en sus previsiones. Lo más lógico, como en el caso del escorpión, es que acabáramos todos sucumbiendo al instinto del alacrán como le ocurrió a la errada y confiada rana. “Está en mi naturaleza”, contesta el escorpión con toda honestidad, - virtud que hay que reconocerle al animalito, ya que es la rana quien se engaña - El alacrán se limita a convencerla para que le ayude a cruzar el río con una evidencia: “si te pico yo también me ahogaré". Tampoco ERC han deludido jamás a nadie sobre sus verdaderas intenciones y objetivos generales. Por eso, no estoy de acuerdo con el Sr. Aznar cuando en un discurso reciente comentó que los nacionalistas habían sido desleales. Muy al contrario, depende de qué nacionalistas. Algunos han sido totalmente fieles a su programa, y si hubieran hecho lo contrario es cuando se les podría haber tildado de apostasía. Ya quisiera yo que a quienes voté hubiesen guardado la misma observancia conmigo que esos nacionalistas "desleales"
Los otros partidos nacionalistas ya son harina de otro costal - coincidiendo más acertadamente con la segunda fábula; cuando se hallaban debilitadas en el pleno inicio de la transición la constitución las acogió en su seno, como hizo el labrador con la víbora. Y ellas se comportaron como damiselas de novela rosa- de esas que dicen no cuando están queriendo decir sí- De las del sí pero no, y no pero sí. De las de la ambigüedad calculada y agazapada solo en función del beneficio. Y ya lo recuerda el dicho: “del agua mansa me libre Dios que de la brava me libro yo.” En fin, que en el momento en el que se han considerado suficientemente fuertes y recuperadas al calor del labrador, o sea, de las autonomías, ¡zas!, inyección de veneno al canto. Y peor todavía, han actuado cuando ese labriego estaba más vulnerable y debilitado por la enfermedad, que tamaña felonía no se atrevió a plantearla ni Esopo - es decir - cuando Cataluña y el resto de España (no Cataluña y España como entes separados) están pasando por uno de sus momentos más dramáticos y penosos. Pero no olvidemos que también formaba parte de la naturaleza de la serpiente matar a su protector. De ahí que más nos valdría que mejor hubieran leído a Esopo esos padres de la patria, especialmente antes de redactar la Constitución tal como parece que lo hicieron - a pecho descubierto - y con una malévola inocencia más bien en sintonía con el país de Nunca Jamás pero no; a tenor de nuestra historia reciente y los nubarrones hacia donde apuntan la tormenta secesionista en este momento.
Es fácil - lo sé - interpretar los hechos a toro pasado, pero por lo menos hasta Peter Pan debería haber perdido ya la inocencia a la luz de los recientes acontecimientos. Y al no constatar reacción de tipo alguno por parte de quien nos gobierna es entonces el momento en que empiezo a alarmarme:
Cuando algo va mal debe acometerse el origen del problema e intentar solucionarlo, pero yo no veo a los políticos con ganas de rectificar las verdaderas causas; la raíz de la profunda crisis por la que estamos pasando - incidiendo trágicamente con extrema virulencia en la población más débil -
Tampoco me atrevo a criticar si la solución más acertada para salir del paso es pagando la deuda o adoptar una salida a la islandesa; y si la forma de liquidarla pasa por los recortes que está llevando a cabo nuestro presidente Rajoy; pero sí me preocupa que lo que jamás me aparece en el tapete de la discusión política en ningún lado - completamente missing -, excepto en los foros de las redes sociales y algún e-diario independiente, es todo aquello que sopese la relación causa-efecto. La causa debería ser siempre el quid de la cuestión, no el parchear los efectos sin atajar el germen que los ha ocasionado. En definitiva, nuestros representantes y su artillería mediática están centrando la atención en los síntomas, sin diagnosticar ni preocuparse aparentemente del origen y curación de la enfermedad.
Y de esta forma voy rebobinando la película llegando incluso a plantearme si las autonomías se crearon con la suficiente buena intención o bajo la
sombra de oscuros intereses; o bien si hubo un poco de todo -
dependiendo de quienes fueran los actores -. Nos vendieron oficialmente que la transición había sido fruto de un ejemplar acto de reconciliación, ante el mundo y especialmente los
mismos españoles, por el peor fracaso en el que puede caer una sociedad –
una guerra civil -. Los vencedores sacrificarían generosamente su
victoria en aras de un nuevo futuro democrático y los vencidos
sacrificarían sus pretensiones, aspiraciones, y
¿por qué no? sus ansias de revancha. Pero los acontecimientos del último decenio me hacen sospechar que ni la pócima ni el tiempo lograron cicatrizar las heridas … la triste verdad es que esa parte del plan ha fracasado y hay que corregirlo, si se puede. No habría nada dramático en intentarlo si se hiciera para mejorar las perspectivas de control democrático; de separación de poderes y demás factores que conforman la perfecta receta democrática. Y como falló esa receta falló también el remedio, ya que los ingredientes básicos los constituyen la separación de poderes y un control ciudadano muy eficiente de los políticos y su gestión. Creo que éstas deberían ser las reglas básicas cuyo acuerdo estaríamos todos los ciudadanos dispuestos a aceptar a estas alturas de la película, fueran cuales fueran los viejos rescoldos y miserias.
No cabe duda de que una democracia bien instaurada no es el sistema perfecto, pero constituiría el mejor factor de corrección - nuestra piedra filosofal -. También hay que valorar que aparte de una dramática crisis económica y de valores nos hemos visto obligados a convivir con el horror de tres tipos de terrorismo: ETA, GRAPO e ISLÁMICO, que han añadido muchos muertos, víctimas - todavía clamando justicia - y sufrimiento. Hemos tenido que capear el vendaval de una ley de la memoria histórica – memoria muy selectiva bajo mi punto de vista -, y un nacionalismo visceral capaces de avivar las frustraciones de una quimera. Y para finalizar consideremos también que cuando arribó al escenario un nuevo oficio – el de político – , surgió un grupo que acabó por convertirse en nueva casta de dirigentes - con aciertos pero con gravísimos errores -. Entre ellos y el principal, el de que nos hicieron perder la democracia por el camino. Esa democracia que todos nos prometimos hay que retomarla. No podemos dejarle este lío a las futuras generaciones.
Si lo que se diseñó durante la transición fue un plan de futuro para todos los españoles esta sociedad está al borde del fracaso. Sólo falta un pequeño empujón hacia el lado del abismo para que nos precipitemos en caída libre y sin paracaídas; o bien, un esfuerzo colectivo en sentido contrario todos a una como en Fuente Ovejuna. Ese rescate colectivo nunca debería ser fruto de experimentos federalistas, que instaurarían a perpetuidad nuestros viejos problemas ya conocidos, por todos, de despilfarro y corrupción en las fallidas autonomías - ya tenemos la experiencia, no gracias -. Si nos engañan la primera vez es culpa del que miente, pero la segunda ya seríamos nosotros los responsables. Claro está, que si por el contrario no vivo de mi talento y en cambio sí de la subvención, dentro de mi mediocridad, evidentemente continuaré reclamando un federalismo del tipo que sea y la subsiguiente perpetuación del sistema actual de prebendas. ¡Menudo chollo sería! - poder continuar con lo mismo pero bajo la protección total de una estructura de estado -. Por el contrario, el sentido común me dicta que la solución que nos interesa a los que vivimos de nuestro talento y esfuerzo pasa inevitablemente por instaurar una democracia de verdad, volver a reorganizar lo que tenemos logrado hasta ahora – políticos y no políticos, en un esfuerzo común -; porque la gravedad de la situación así lo requiere - desmantelar las autonomías, unificar nuestra nación y consensuar un nuevo pacto organizativo más eficiente y barato refrendado por todos los españoles. La unión hace la fuerza.
Democracia, democracia y más democracia sería la receta; pero de la de verdad. No de la farisaica que sesga a los electores consultando sólo a la parte que les conviene, como hacen los nacionalistas. Eso no es democracia, no gracias -por más que te la vendan como tal-. La constitución que se aprobó marca el camino y permite lo que en estos momentos es ya una cuestión de determinismo ambiental - o nos adaptamos o morimos -. El acierto de dejar abierta esa posibilidad de rectificación sí que hay que reconocérsela a los padres de la patria. Eso lo hicieron bien.
Vicente
Jiménez
viernes, 2 de noviembre de 2012
¿ Podemos los españoles conseguir eliminar unas autonomías que nos empobrecen ?
COLABORACIÓN DE @FueraAutonomias
Es cierto que esta crisis es
global pero también que ha dejado al descubierto nuestras propias vergüenzas
como país. Podemos seguir hablando sobre las causas, la burbuja inmobiliaria,
los bancos excesivamente volcados en el sector constructor/promotor o las cajas
arruinadas por gestores políticos,
incluso sin formación financiera, más preocupados de hacer un aeropuerto
innecesario o un rascacielos megalómano como sede de una pequeña caja de
ahorros; pero la situación es la que es y mientras otros países ya han salido
de la crisis o están empezando a hacerlo, los españoles vemos como en España no
se atisba la salida del túnel.
¿Se han preguntado porqué tenemos
más paro que Grecia o porqué España
tiene el mayor índice de pobreza de toda la Unión Europea? ¿Se han
preguntado porqué somos el cuarto país de Europa con más impuestos si nuestro
estado del bienestar y los servicios de los que disponemos son bastante más
reducidos y sin embargo la Administración sigue teniendo un enorme
déficit? Nuestro principal problema es
una administración sobredimensionada, excesivamente burocratizada y sobre todo
muy muy costosa. Una administración cuyo excesivo coste repercute negativamente
en el ciudadano al suponer mayores impuestos pero menos servicios. Resulta por tanto paradójico que se siga
recortando en lo que necesitamos y no en lo que sobra, en lo que no necesitamos
y además nos cuesta muy caro de mantener.
Mientras en cuatro años 350.000
familias han perdido su casa y el paro roza ya los 6 millones de personas,
es sorprendente que desde que empezó la crisis hasta finales de 2011, los
empleados públicos aumentaran en 350.000, casi todos en las autonomías. El
número de funcionarios en España está por debajo de la media europea y no
hay más personal sanitario en los hospitales ni más profesorado en los colegios
pues, al contrario, entre 2010 y 2012, en las aulas españolas hay 80.981 alumnos
más pero 4.526 profesores menos. ¿Qué
ocurre entonces?
En total, el traspaso de
competencias del Estado a las comunidades autónomas ha implicado un traspaso de
821.357 empleados. Sin embargo los asalariados de las autonomías superan ya los
1.740.000 empleados. ¿Dónde están esos 900.000 empleados de más que tienen las
autonomías si no hay más médicos ni más profesores? 520.000
son enchufados en las casi 3.000 empresas, agencias o fundaciones autonómicas
creadas para colocar a primos, cuñados y demás cohorte de la casta política.
Estas son las empresas que no han parado de contratar gente, incluso en plena
crisis y mientras se subían impuestos y se recortaban servicios sociales o se
despedía personal sanitario o de educación.
El resto, unos 400.000 son el producto de multiplicar por 17 la
estructura de gestión. No es cuestión por tanto de mejorar la
gestión de las autonomías; es un problema estructural.
¿Podemos pagar más por haber
multiplicado por 17 la administración de la sanidad y que una ambulancia no te
lleve a otra comunidad o que para que pueda hacerlo haya que gastar tiempo y
sobre todo mucho dinero en convenios entre las 17 autonomías?
¿Es sostenible que cada comunidad
tenga un sistema informático incompatible con el resto o que haya que gastarse
los impuestos en crear “comisiones” de políticos y expertos para que los
ordenadores puedan pasarse el historial médico de un paciente? ¿Tiene sentido
que estemos pagando mucho más por gestionar la sanidad en lugar de dedicarlo a
tener más hospitales y más personal sanitario o que un hospital de Canarias
pida el historial de un paciente catalán, vasco o gallego y como mínimo tenga
que buscar, y pagar, un traductor para no cometer un error médico? Las mismas preguntas surgen si pensamos en la
educación, la justicia...
¿Sabías que hay subvenciones a la
abeja extremeña o la abeja catalana cuando en toda la península solo hay una
única especie de abeja ibérica o que La Rioja tenía una Consejería de Sanidad
autonómica, con toda su estructura y cargos, para gestionar un único hospital
(ahora tres)?. Que a pesar de que la
Constitución Española dice que la política exterior es competencia exclusiva
del Estado, la Junta de Extremadura creó en su día el cargo de asesora en
Asuntos Africanos (sueldo 50.918 €) y
que las autonomías se gastan 310 millones de euros al año en “embajadas u
oficinas exteriores”, destacando el caso de la ciudad de Sao Paulo donde
existen 11 oficinas de autonomías a pesar de haber previamente una del
Estado [1].
Además del innecesario coste, el
principal indicador del disparate autonómico es que somos el país que más
informes emite y más burocracia genera, 17 mini-estados que dificultan la
economía y hacen ingobernable el país.
¿Tiene alguna lógica, después de tanto hablar del fomento de la economía
para salir de la crisis, que un empresario pueda pasar un verdadero infierno
burocrático, con 17 normativas
diferentes para todo, si abre un negocio con oficinas en varias autonomías?
¿España federal?
Mientras en Europa y el resto del
mundo los países se unen buscando eliminar legislaciones, uniendo monedas,
eliminando trabas administrativas y buscando hacer más sostenible y eficiente
la administración para facilitar la creación de prosperidad económica y por
tanto de empleo... en España nos inventamos las autonomías no sólo para
multiplicar el gasto sino además la burocracia, y la ingobernabilidad. Unas autonomías que nacieron para para
integrar al nacionalismo vasco y catalán y teóricamente para acercar la
administración al ciudadano pero que en la práctica se han demostrado
insostenibles en cuanto se acabaron los generosos pero artificiales ingresos de
la burbuja inmobiliaria.
Ahora, cuando la mayoría
de los españoles quiere eliminar las autonomías o reducir sus competencias al
mínimo, cuando Europa, el FMI... señalan a las autonomías como el principal
problema que tiene España para salir de la crisis, muchos partidos (Psoe, IU,
UpyD...) se afanan en pedir una España federal y otros como el PP se desviven
en defender contra viento y marea la conveniencia del sistema autonómico con
declaraciones tan sorprendentes como las de Javier
Arenas proclamando que el PP defiende las autonomías todavía más que el PSOE.
Otros políticos recurren a la demagogia y al discurso del miedo, pretendiendo
asociar la eliminación de las autonomías con una supuesta disminución de las
garantías democráticas. Pero la
democracia no depende de cuántos niveles administrativos y burocráticos se
tengan (y se paguen) sino de cuestiones menos habituales en los discursos de
nuestros políticos, pero muy necesarias, como la separación de poderes y la
garantía de independencia de organismos de control como el Banco de España o el
Tribunal de Cuentas. No hacen falta autonomías para tener y gestionar
hospitales o colegios, pero sí hace falta una justicia totalmente independiente
del poder político y sin ningún tribunal elegido por los partidos, sí hacen
falta listas abiertas y partidos políticos más “democráticos”. Aunque esos son temas que parecen no
interesar a ninguno de los partidos del arco parlamentario estatal y
autonómico, ni por supuesto a su cohorte de enchufados que igual prefieren el
sistema actual que favorece la corrupción y el nepotismo.
Hay muy pocos países federales en
el mundo y si miramos su origen, en su mayoría surgieron uniendo territorios
independientes para buscar un mayor tamaño y eficiencia. Otros como Australia,
se justifican por ser muy muy extensos. Aquí en España, sin embargo, hemos ido
contracorriente, dividiendo un país, creando 17 burocracias y multiplicando sin
necesidad y lo que es peor, sin control, el gasto de una administración pública
excesivamente engordada. Es curioso que,
en todos estos países federales, sus estados tienen menos competencias y menor
porcentaje sobre el gasto público total que las autonomías españolas. Sirvan como ejemplo la comparación entre los
landers alemanes que “sólo” administran un 20% del gasto público (y hace pocos
años decidieron ceder aún más competencias al Estado alemán) y las autonomías
españolas que controlan alrededor del 56% del gasto público total.
En su defensa de las autonomías,
algunos proponen adelgazarlas o reducirlas a 6, 5, 4... Si multiplicar la burocracia y el gasto al
dividir la administración se ha demostrado innecesario y sobre todo caro,
¿tiene alguna lógica mantenerlas aunque sea reduciendo su número?. Sin duda tendrían un menor sobrecoste, pero
seguiríamos “tirando” nuestros impuestos en mantener una administración
sobredimensionada en lugar de invertirlo en lo que nos interesa.
Administración Local:
Diputaciones, Ayuntamientos, entidades comarcales...
Mientras el disparate autonómico
nos ha llevado a tener las regiones más “engordadas” del mundo, tenemos sin
embargo la administración local con menos competencias y porcentaje de gasto
público de toda Europa, si exceptuamos a miniestados como Malta o Luxemburgo.
A diferencia de las autonomías,
la administración local es necesaria, aunque también necesita reformas. Es incomprensible por ejemplo que un alcalde
pueda decidir su sueldo o que tengamos más de 8.000 ayuntamientos y centenares
de organismos comarcales innecesarios.
Las Diputaciones deben servir
exclusivamente para prestar servicios a los municipios que estos no puedan
asumir o que sea más eficiente gestionar de forma conjunta: bomberos, basuras,
arquitectos, recaudación de impuestos…). Sin embargo, para su cometido, las
Diputaciones no necesitan generar normativa ni tampoco tener cargos políticos
salvo quizá la presidencia. El resto, incluidos los puestos directivos, deben
ser empleados y técnicos por oposición libre.
La situación es tan dramática y
tan urgente la necesidad de reducir aún más el déficit para poder reducir
impuestos y eliminar los recortes en los servicios sociales básicos,
permitiendo así empezar a dejar de empobrecernos y salir de la crisis, que se
hace obligatorio adelgazar la Administración.
Pero, al contrario de lo que se ha recortado hasta ahora, lo que hay que
eliminar de la administración es lo que sobra, no lo que necesitamos. Hay que
repensar la administración, disminuyendo costes innecesarios y buscando la
eficiencia para poder dedicar los recursos a lo que verdaderamente nos
interesa. Centralizar en el Estado todo lo que sea mejor y/o más barato ser
gestionado de forma centralizada. Con el
tiempo parte de esas competencias irán a Bruselas pues, si queremos competir
con los países emergentes, no nos queda más que unirnos, disminuir costes y buscar
la eficiencia. Y por otro lado pasar a los Aytos y Diputaciones las
competencias que se gestionan mejor desde la administración local; reformando
profundamente las Diputaciones , suprimiendo entidades comarcales y fusionando
ayuntamientos pequeños.
Pero, ¿es posible eliminar las
autonomías?
La Constitución Española
permite pero no obliga a tener una administración intermedia entre el
Estado y la Administración Local.
Sería interesante analizar cómo
han llegado muchas regiones a la autonomía o cómo incluso
se obtuvo de forma ilegal en Andalucía. El estatuto de Cataluña de 2006 fue
votado por menos de la mitad de los catalanes con derecho a voto (el 51,2% no
lo votó). En el referéndum del primer estatuto andaluz, el 20 de octubre de
1981, la abstención se acercó al 50% por
lo que realmente sólo fue votado favorablemente por el 47,8% de los andaluces
mientras el 52,2% no lo votó o lo hizo en contra o en blanco. Peor aún son los datos del referéndum del
segundo estatuto andaluz, el de 18 de febrero de 2007, donde sólo acudió a votar el 36,28% de la población
con derecho a voto por lo que el vigente estatuto de autonomía de Andalucía
sólo fue votado favorablemente por el 31,05% de los andaluces. 7 de cada 10 andaluces no lo votaron o lo
hicieron en contra o en blanco.
La estructura política e
institucional de las comunidades autónomas está empobreciendo a los ciudadanos
mientras sigue enriqueciendo a una casta política indigna.
En un primer paso, si
hubiera voluntad política, se podrían empezar a adelgazar YA las autonomías:
eliminación de TODAS las empresas, agencias y fundaciones públicas; eliminación
o venta de las televisiones autonómicas; cierre inmediato de “embajadas”
autonómicas y devolución inmediata de algunas trasferencias al Estado o los
ayuntamientos.
En un segundo paso, habría
que convocar referéndum y preguntar al ciudadano si está dispuesto a seguir manteniendo el innecesario,
ineficiente y caro sistema autonómico o prefiere ahorrarse los 86.000 millones
anuales [2] que estamos pagando de sobrecoste para mantener las autonomías.
Es obvio que ningún partido va a
tirar piedras sobre su propio tejado, sobre el sistema que da de comer a
decenas de miles de enchufados en la Administración. Así que esto sólo puede venir por auténtica
exigencia ciudadana. Una sociedad civil activa no puede permitir que los
intereses políticos terminen de arruinar a los españoles. Es hora de alejarse
de consignas y movimientos partidistas, de sindicatos clasistas que sólo
representan sus propios intereses o de medios de comunicación que sólo actúan
como altavoces del mensaje de las castas políticas. Sólo los ciudadanos españoles, de forma tan
pacífica y civiliza como decidida y valiente, señalando y denunciando la
situación podemos seguir despertando a la sociedad civil hasta que los partidos
políticos terminen por tener que admitir la realización de un referéndum sobre
las autonomías y las reformas estructurales que necesitamos para garantizar la
democracia y evitar que nos vuelva a estafar la casta política en un futuro.
¿Cuántas veces hemos visto casos de corrupción en
políticos de PP, PSOE, IU, CIU, PNV... que son defendidos por sus propios
partidos o que incluso salen impunes tras recurrir hasta tribunales elegidos
por el poder político o porque el delito ha prescrito?.
Y sin embargo, ¿cuántas veces
hemos sentido sana envidia al oír cómo en
Reino Unido un ministro dimite por mentir sobre una multa de tráfico o en
Alemania hace
lo mismo otro ministro por copiar su tesis doctoral?
El Presidente del Gobierno puede solicitar al Congreso de los Diputados
autorización para efectuar un referéndum consultivo sobre el tema de las
autonomías. (Ley orgánica 2/1980). El Congreso por mayoría absoluta puede
autorizar la convocatoria y el Presidente del Gobierno solicita al rey su
convocatoria. (Art.92.2 Constitución Española). Desde este punto, para la ejecución del
Referéndum se aplica el Régimen Electoral General (Ley Orgánica 5/1985).
Si el resultado del
referéndum obliga a cambiar la Constitución, debe procederse a aplicar el
artículo 167 de la Constitución Española e iniciar el trámite correspondiente.
Una inmensa mayoría de ciudadanos
empiezan a señalar con el dedo a las autonomías como el principal problema que
tenemos los españoles para poder hacer sostenible la administración y mantener
el estado del bienestar. Es cierto que
las castas políticas siguen aferrándose a ellas mientras prefieren seguir
recortando servicios y cargando el peso de esta crisis sobre el ciudadano. Pero, si en Reino Unido o Alemania un
ministro se ve obligado a dimitir por una simple multa de tráfico, ¿cuánto
tiempo aguantará aquí una casta política indigna (desde la izquierda hasta la
derecha pasando por los nacionalistas) sin atajar el cáncer autonómico que nos
está arruinando, si la sociedad civil sigue empobreciéndose pero empieza a
levantar su voz pacíficamente para señalar con el dedo a la raíz del problema?
[1] Datos del libro “La casta
autonómica” de Sandra Mir y Gabriel Cruz.
[2] Datos del Banco de España
referidos al año 2011.
Artículos legales relacionados con el tema:
Constitución Española:
Corresponde
al Rey:
a. Sancionar y promulgar las Leyes.
b. Convocar y disolver las Cortes Generales y convocar
elecciones en los términos previstos en la Constitución.
c. Convocar a referéndum en los casos previstos en la
Constitución.
d. Proponer el candidato a Presidente del Gobierno, y
en su caso, nombrarlo, así como poner fin a sus funciones en los términos
previstos en la Constitución.
e. Nombrar y separar a los miembros del Gobierno, a
propuesta de su Presidente.
f. Expedir los decretos acordados en el Consejo de
Ministros, conferir los empleos civiles y militares y conceder honores y
distinciones con arreglo a las Leyes.
g. Ser informado de los asuntos de Estado y presidir,
a estos efectos, las sesiones del Consejo de Ministros, cuando lo estime
oportuno, a petición del Presidente de Gobierno.
h. El mando supremo de las Fuerzas Armadas.
i. Ejercer el derecho de gracia con arreglo a la Ley,
que no podrá autorizar indultos generales.
j. El Alto Patronazgo de las Reales Academias.
1.
Las decisiones políticas de especial trascendencia podrán ser sometidas a
referéndum consultivo de todos los ciudadanos.
2.
El referéndum será convocado por el Rey, mediante propuesta del Presidente del
Gobierno, previamente autorizada por el Congreso de los Diputados.
3.
Una Ley
orgánica regulará las condiciones y el procedimiento de las distintas
modalidades de referéndum previstas en esta Constitución.
Artículo 167.
1.
Los proyectos de reforma constitucional deberán ser aprobados por una mayoría
de tres quintos de cada una de las Cámaras. Si no hubiera acuerdo entre ambas,
se intentará obtenerlo mediante la creación de una Comisión de composición
paritaria de Diputados y Senadores, que presentará un texto que será votado por
el Congreso y el Senado.
2.
De no lograrse la aprobación mediante el procedimiento del apartado anterior, y
siempre que el texto hubiere obtenido el voto favorable de la mayoría absoluta
del Senado, el Congreso por mayoría de dos tercios podrá aprobar la reforma.
3.
Aprobada la reforma por las Cortes Generales, será sometida a referéndum para
su ratificación cuando así lo soliciten, dentro de los quince días siguientes a
su aprobación, una décima parte de los miembros de cualquiera de las Cámaras.
Ley
Orgánica 2/1980
El
referéndum consultivo previsto en el artículo
92 de la Constitución requerirá la previa autorización del Congreso de los
Diputados por mayoría absoluta, a solicitud del Presidente del Gobierno. Dicha
solicitud deberá contener los términos exactos en que haya de formularse la
consulta.
YouTube - Vídeos de este correo electrónico
Suscribirse a:
Entradas (Atom)