miércoles, 18 de diciembre de 2013

Tres confusiones típicas sobre la democracia


El concepto actual de democracia formal no surgió por generación espontánea, sino fue el fruto de un elaborado y trabajoso proceso intelectual que duró siglos. Y es un tema sobre el que, hasta ahora,  incluso estando casi resuelto (siempre hay detalles mejorables) existe una gran confusión.

El error más generalizado viene por parte de los ciudadanos ante el convencimiento de que por el simple hecho de ir a votar periódicamente ya tienen garantizada la democracia; pero sin que sus representantes surjan directamente desde la sociedad civil la democracia formal no existe. En esta situación de engaño o desconocimiento los votantes no son conscientes de que carecen de representación (nadie les representa); los falsos representantes tampoco tienen representatividad hacia nadie a menos que consideremos que sí representan a su jefe de partido, que los ha incluído en las listas (da igual el infantilismo de abiertas que cerradas); y mucho menos los votantes percibirán que tampoco es posible el siguiente eslabón garante de democracia: la separación de poderes. Si los representantes no parten directamente de la sociedad civil es imposible después la separación entre legislativo y ejecutivo, porque diputados y partidos son fagocitados por el Estado al depender todos los diputados de disciplinas de votos hacia sus jefes de partido y no hacia los ciudadanos.


El segundo error generalizado es la profunda confusión existente entre los conceptos de democracia y política. Esta confusión no solo se refleja en los programas de los partidos sino en todos los medios. Pues bien, con la serie de normas que estructuran representatividad y separación de poderes nos referimos a la democracia: la democracia son normas para embridar al poder y éstas deben reflejarse en la constitución de los países.

Por ejemplo: “Habrá 1 diputado uninominal (nada de listas) con mandato imperativo y revocable; uno cada cien mil habitantes, pagados directamente por los representados (ciudadanos) a través de los colegios electorales” pertenecería a un hipotético artículo de la normativa básica para separar los poderes, ya que gracias al mismo sería el ciudadano quien elige de forma directa a su representante en la cámara. A este representante no lo propondría un partido en unas listas (da igual abiertas que cerradas). El mandato imperativo significa que si los ciudadanos de ese distrito electoral deciden, digamos, no importar naranjas de otro país; o no hubiesen querido entrar en el Euro, ese sería el programa a defender por su representante para la Cámara, independientemente de la postura del partido o del jefe de partido. Y el adjetivo revocable implicaría que si el representante no cumpliese con los mandatos podría perder su cargo y ser sustituido por otro si los ciudadanos así lo decidiesen en cualquier momento; no al final de la legislatura. Finalmente, podemos también argumentar que el artículo separaría los poderes legislativos y ejecutivos al depender dicho representante directamente de los ciudadanos, y no del poder ejecutivo (gobierno).
En cambio, la hipotética propuesta sobre la importación de naranjas, o la de entrar o no en el Euro pertenecerían al juego de la política. Pero ese juego debería basarse en la norma que obliga a elegir al diputado de distrito de una determinada manera. Pues bien, he leído programas muy bien intencionados de partidos donde se confunden concretamente ambos conceptos: democracia (normas) y política (decisiones). Y lo que es peor: no hay peores ciegos que los que no quieren ver sea por corrupción o tozudez.


El tercer gran error generalizado de muchos ciudadanos proviene de pretender que la democracia directa debería sustituir a la representativa. Son las proposiciones más populistas las que se aferran a este supuesto. Basan su creencia en las asambleas o consultas mediante votación directa para resolverlo todo. Pero, en cambio, los métodos participativos directos si pueden funcionar en momentos puntuales, pero no para resolver asuntos complejos de Estado que además requieren de conocimientos especializados o una auténtica visión de Estado. La e-democracia es defendida por algunos como forma participativa democrática desde cualquier lugar a través de un ordenador personal, un tablet, etc; pero esta forma no está exenta de peligros de manipulaciones en el programa (software), y tampoco ofrecería garantías contra posibles pucherazos, ya que el voto es secreto y no se le puede realizar el mismo seguimiento que en una operación bancaria. En cambio, utilizar ordenadores o terminales en los colegios electorales como sustitución a las urnas es algo que ya se ha experimentado con éxito. Eso sí, con las mismas garantías que ofrece la presencia de interventores y demás actores presentes en las mesas electorales.


Para resolver la dicotomía entre democracia directa y representativa se recorrió un largo camino; no llegó por generación espontánea. Fue el fruto del arduo trabajo intelectual llevado a cabo por grandes pensadores y filósofos a lo largo de varios siglos; primero inventando el concepto de Estado moderno y segundo planteándose cómo debían manejarse dichos nuevos Estados hasta llegar a la democracia que mejor ha cumplido con las normas de una república constitucional: EEUU.
Machiavelly por Santidi Tito

El primer filósofo que rompió con la concepción aristotélica que prevaleció durante toda la Edad Media fue Nicolás Maquiavelo separando la moral de la política. A partir de Maquiavelo las cuestiones políticas quedaron separadas de las cuestiones morales. Eso significaba que los futuros pensadores de la incipiente ciencia política deberían pensar en un sistema que no dependiese de la buena fe de los gobernantes sino de que la estructura del sistema de gobierno fuese buena. La cuestión que se iba a plantear en el futuro es para quién debía ser buena; no cabe duda, en la actualidad esa estructura es buena para los partidos políticos y la casta política. Continuando con el autor de "El Principe", Maquiavelo vivió en Florencia la turbulenta época de los poderosos Medici, y de artistas como Leonardo, Miguel Ángel y los grandes genios del Renacimiento. Aunque el Príncipe, su tratado de cómo se debía gobernar una república más bien estaba dedicado al poderoso Lorenzo de Medici, éste nunca lo leyó. Un siglo después un pensador inglés,ThomasHobbes, retomó la idea de el Príncipe y la reconvirtió en un nuevo concepto: el de soberanía, personificándola en la figura de un soberano absoluto; pero sin referirse a una persona en particular sino a las cualidades que esa persona debía poseer para gobernar. Esa genial idea sería la base del concepto de la futura representación moderna: una representación que tan mal se ha entendido en Europa y que en España, tanto partidos veteranos como nuevos, se niegan a reconocer: unos por desconocimiento y otros no se quieren enterar o albergan intereses más perversos. 

Lo que sí es cierto es que estas ideas geniales nacidas de grandes estadistas (aquí no estamos inventando la pólvora) no interesan a las cúpulas de ningún partido, pero sí a las bases emprendedoras de algún partido incipiente; pero éstas son sistemáticamente desoídas por sus jefes. 

Hobbes tuvo el acierto de crear un cargo cuyo cometido fuese asegurar la paz, el orden y la justicia. Esto empieza a sonar, ¿ verdad ? Es decir, Hobbes domesticó las teorías de Maquiavelo, pero a su vez surgió otro genio que domesticó el poder que Hobbes le había dejado a cargo de un rey absoluto. Estamos hablando de John Locke, cuya obra más famosa es el Segundo Tratado sobre el Gobierno en el que sostiene que la soberanía reside en el pueblo y explica la naturaleza del gobierno legítimo en términos de los derechos naturales y el contrato social. También es famoso por haber pedido la separación de la Iglesia y el Estado en su Carta sobre la tolerancia. Gran parte de la obra de Locke se caracteriza por la oposición al autoritarismo.



Declaración de Independencia
Fue después Thomas Jefferson quien quedó fascinado por los trabajos de Locke, y así los tomó al pie de la letra cuando conocido por su estilo de escritura elocuente se convirtió en el principal autor en la redacción del borrador de la Declaración de Independencia de los Estados Unidos.


Desde aquellos antiguos griegos que votaban todos, como quieren hacer ahora algunos en asambleas,  para gobernar un país al sistema de representación de una república constitucional hay un abismo. Solo la ignorancia sobre el ABC de la filosofía política  puede ser causa de semejante despropósito. Los motivos por los que la población sigue desconociendo la ciencia o filosofía política pueden deberse o a una enorme perversión por parte de algunos, o simplemente porque muy pocas persona la explican a nivel divulgativo. Es evidente que hay que romper primero ese círculo vicioso antes de alcanzar la libertad colectiva que viene de un democracia formal.


Es indispensable que la ciencia política forme parte del currículo escolar si queremos una España con ciudadanos libres; pero también hay que romper una lanza a favor de otras disciplinas como economía, cocina y puede que otras materias indispensables para el hombre del S XXI deben formar también parte del plan de estudios. La escuela debe adaptarse a los tiempos para que políticos, profesores y ciudadanos sepan estas verdades.
Vicente Jiménez

10 comentarios:

  1. A mi ese concepto de "libertad colectiva" no me parece nada claro. La única libertad posible es la libertad individual.

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. Hemos mantenido un pequeño coloquio por mensajes directos en G+ y dejo a los lectores la definición que A.G.Trevijano nos aporta sobe libertad colectiva. "...la libertad colectiva: la que se ejerce de modo divisible a través de derechos políticos personales, y la que se integra en una acción simultánea de libertad política..."
      Gracias por la participación y tu tiempo.

      Eliminar
  2. Observo en este artículo una cierta falta de sensibilidad ante las posibilidades de control que, en lo que se refiere a la gestión de lo público, las modernas ciencias de la información ponen a disposición de los ciudadanos. Quizás sea porque utiliza exclusivamente el pensamiento lógico, y se limita a implementar experiencias más o menos remotas a las nuevas circunstancias respetando cada uno de los escalones previos, y no ha tenido en cuenta que la situación actual se diferencia de forma sustancial de cualquier otra que le precediera. En otros términos, la evolución social, tecnológica y ética, implican un cambio cualitativo de las circunstancias, de forma que es posible que hayan llevado a la obsolescencia a los equilibrios de poder que fueron útiles con anterioridad.
    Razones de carácter técnico han impedido hasta ahora que pudieran conocerse con todo detalle la marcha y los términos de cada una de las contrataciones de servicios o inversiones públicas, las justificaciones de cada proyecto de ley que se estuviera tramitando o la utilidad pública de ese proyecto tan cercano que pudiera estar afectando de forma singular a algún ciudadano concreto. Sin embargo, es evidente que las ciencias de la información han desarrollado técnicas y procedimientos que permiten superar con holgura tal limitación, y esa realidad puede estar pidiendo a gritos un nuevo equilibrio de Poderes del Estado, un renovado concepto de gestión pública, un método electoral más acorde con las nuevas coordenadas y, por qué no, una nueva definición de democracia.
    Quizás sea el momento de desarrollar un modelo en el que se enseñe en las escuelas a escudriñar en esa hipotética RED en la que los dirigentes estén obligados a registrar todas y cada una de sus iniciativas o proyectos, para quedar a la espera de la reacción pública de quienes al fin y al cabo han de ser sus usuarios o beneficiarios: los ciudadanos. Por tanto, intuyo que no es tan importante poner el énfasis en que sean los tres poderes del Estado los que se controlen entre sí, ni poner todo el énfasis en cómo elegir a nuestros representantes, sino que la gestión pública y política, desarrollada en fin por tecnócratas, quede abierta de forma ordenada a disposición de los únicos titulares de la soberanía.
    Tengo el pálpito de que es el momento en que, en política, habrá que optar ante una dicotomía: pensamiento lógico frente a pensamiento lateral; evolución frente a creatividad.

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. Esa es la cuestión del millón....¿Hay tecnología para instaurar una RED que permitiese una intervención más directa de los ciudadano? Y en caso de haberla, ¿se podría aplicar esa tecnología en una democracia directa? Y lo que es más difícil en ponerse de acuerdo: ¿dónde estarían los límites?
      En primer lugar deberíamos presuponer que todos, absolutamente todos los ciudadanos deberían conocer el manejo de ese supersoftware y de un ordenador. Segundo ese software debería estar a prueba de hackers u otras perversas manipulaciones de “inside jobs”. En el caso concreto de votar mediante e-democracia, lo cual sería teóricamente más sencillo que lo de las propuestas y deliberaciones ya lo traté en otro apunte http://goo.gl/3R15dX
      Además, la gestión y un gobierno de un Estado necesita un trabajo de 24h. Los antiguos griegos que aplicaron aquella democracia tenían a los esclavos mientras ellos estaban discutiendo en el ágora. Creo que se aplicará poco a poco la tecnología y será un proceso imparable, si no lo fastidiamos todo. En los años 80 hubiese sido impensable esto que estamos haciendo ahora en este blog, por ejemplo ¿Adonde nos llevará la tecnología? Lo ignoro, pero lo que no podrá ser es estar 24h en es ágora virtual que imaginas, porque todos tenemos que trabajar; si hay suerte.

      Eliminar
    2. Para el día en que tu libertad, tu patrimonio o los de los tuyos, se encuentren en peligro por haber sido atacados por vía judicial, te recomiendo que procures contratar al abogado más sinvergüenza que puedas encontrar, porque mi experiencia me ha demostrado que el más eficaz no es el que mejor o más profundamente conozca las leyes, sino el que más triquiñuelas conozca para burlarlas y menos escrúpulos tenga para hacerlas valer, que esa es mi definición ad hoc de sinvergüenza.
      El problema es que estamos en esas manos, pues los letrados mejor dotados según ese peculiar escandallo son los que obligan a los jueces (el Poder judicial) a dictar sentencias injustas en sí mismas, y los que, desde las trincheras en las cúpulas de los partidos transnacionales, instan al Poder legislativo a promulgar leyes con la permeabilidad necesaria para poder seguir actuando según su modus operandi, y al Ejecutivo para que secunde sus planes que en tanto perjudican a la justicia, la ética y el bien común.
      No lo dudes, Vicente, los “mejores profesionales” del derecho en todas sus ramas- derecho público, administrativo, constitucional…- juegan en la liga contraria, la de los partidos políticos, y venderán cara su piel antes de renunciar al enorme poder que tienen en la gestión de lo público, pues sería mucho lo que perderían si un modelo constitucional como el que tu propones consiguiéramos que se impusiera en España. Por eso te veo como David contra Goliat en ese reto que de forma tan pertinaz lanzas a la cara del poder constituido.
      Comprendo que, si consiguiéramos (subjuntivo) que una mayoría de ciudadanos se comprometiera (subjuntivo) con tus tesis, supondría (subjuntivo) una victoria pírrica para la sociedad y la decencia, pero que en esa senda nos encontraremos (indicativo) con la oposición férrea de colectivos que están (indicativo) dispuestos a todo por no renunciar a sus prerrogativas.
      Creo, por tanto, que despejar la situación constitucional recurriendo a las tecnologías de la información daría a la sociedad importantes ventajas estratégicas y tácticas. Estratégicas, en la medida que el control directo de los ciudadanos sobre las gestiones de lo público superaría las más exigentes pretensiones al respecto; y tácticas, en tanto que, ya que se trata de un reto lanzado a la cara del aparato técnico de nuestros enemigos, impongamos que el duelo se celebre con las armas que preferidas por nosotros, por lo menos, con unas en las que no llevemos las de perder.

      Eliminar
    3. Está claro que deseas una democracia mucho más directa. Lo que yo en realidad defiendo es un proceso libre constituyente en el que se le diga a los españoles las diferentes opciones y elijamos entre todos. Eso que no tuvimos en la transición. Claro, que ello implica un peligro, y es que los extremos más intolerantes, populistas y hooligans que tenemos en España quieran robar ese proceso y se líe la de San Quintín. A mí también me gustaría una sociedad con una democracia muy participativa. Pero fíjate en el apunte al final del artículo: una pequeña reflexión sobre cómo debería reflejarse la ciencia política en el currículo escolar.

      Eliminar
  3. ¿Por qué no compiamos a Suiza que no gasta un €.en propaganda,votando, en cada Referendum que hacen por Internet?.En 2011 hicieron 53 Referendums y ningún problema.Éllos saben utilizar la Democracia mejor que nadie.Luego les siguen los EE.UU. de Norteamérica.

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. Suiza es un verdadero ejemplo que todos envidiamos, pero tiene unas características que en nada se asemejan a las nuestras. Su Estado tiene una tradición descentralizadora ya que ya en 1291 se confederaron solo por motivos de defensa y fueron incrementando sus lazos poco a poco, pero manteniendo sus identidades culturales. Ni Napoleón consiguió centralizar esa confederación después de vencerlos militarmente. En 1847 sufrieron una pequeña guerra civil entre cantones católicos y protestantes acabó con la victoria de los protestantes liberales lo que condujo a una paulatina democratización de todos cantones y pasaron a ser un Estado Federal. No solo tienen diferentes lenguas y dos religiones mayoritarias sino que cada uno de los 26 cantones mantiene el control de la formación (no me gusta usar la palabra educación, que pertenece a la familia), la energía, el agua, salud; es decir: un grado enorme de independencia. El Estado Central se ocupa de vigilar por la constitucionalidad de las leyes, la política exterior y la política monetaria además de ejercer de coordinador de todo.
      ¿Que problema veo? La horrible experiencia de las CCAA que ha arruinado a los españoles se haría mucho más agudo su "federásemos" las autonomías. Además, para federar tienes que partir de Estados independientes, y España es una nación mucho antes que lo fuese Francia o Suiza. Si partimos de que no sé como solventaríamos esto sin resolver la cuadratura del círculo está el enorme problema que no creo para nada en las CCAA y creo que deberíamos disolverlas. No quiero ni imaginar a ni uno de los 17 reyezuelos ya con poder absoluto y dejando a sus paniaguados desbocados en una orgía de corrupción. Por eso defiendo la democracia formal en los términos concretos que reflejo en mi blog. Es una cuestión de confianza: los representantes suizos van muchos en bicicleta a las cámaras de representantes y comparten habitaciones en humildes apartamentos cuando, por algún motivo, tienen que desplazarse. Compara actitudes y aptitudes de sus y nuestros representantes...

      Eliminar