jueves, 30 de junio de 2016

La teoría de juegos explica la falta de gobierno



Supongamos dos remeros en un bote dispuestos en tándem y que cada remero dispusiera de dos remos. El remero situado en la parte trasera esta en una situación privilegiada, ya que podría engañar al de delante y dejar de remar, sin que el primero lo perciba. Así se daría un buen paseo con el esfuerzo del número uno, y sin dar palo al agua; valga la expresión. Pongamos ahora a los dos remeros: uno detrás del otro igual que antes, pero se les da un solo remo a cada uno. De esta forma ambos se pondrán a remar: uno a babor y otro a estribor, si quieren avanzar. En esta nueva situación si el número 2 dejase de remar el bote empezaría a girar en círculos y se descubriría enseguida el pastel; por lo que en este caso ambos se ven obligados a remar en equipo si quieren alcanzar el objetivo. A este último proceso de cooperación se le llamó interdependencia funcional y puede tener el efecto de que el esfuerzo sea autorregulado por la relación sinérgica del efecto.

En la naturaleza la sinergia se da en formas tales como la simbiosis, donde cada participante contribuye con su especialización y aptitudes: sirva como ejemplo la rémora que acompaña al tiburón. Básicamente, mientras la rémora desparasita al escualo, el tiburón la defiende de los depredadores.

El dilema del prisionero

El dilema del prisionero es el ejemplo más típico de teoría de juegos. Supongamos que detienen a dos personas por delitos menores que les costarían a cada una dos años de cárcel. La policía sabe que han cometido un delito peor, pero necesitan pruebas; supongamos que una declaración de uno de los dos.

Si ambos delatan al otro por el delito mayor irán seis años a la cárcel. Si uno delata y el otro no, el delator irá un año por colaborar y el otro irá diez años por el delito. Teniendo en cuenta que los prisioneros no pueden comunicarse entre ellos (están en habitaciones separadas) ¿qué harán?

Supongamos que somos uno de los dos prisioneros. No sabemos que hará el otro, por que la mejor decisión parecería ser delatarlo. independientemente de lo que el oponente hiciese; ya que en ambas situaciones minimizamos los años de pena esperados en la cárcel. Si el otro nos delata iremos seis años en vez de diez y si no nos delata iremos uno en vez de dos.

Dado que el otro es igual de inteligente que nosotros, lo más probable es que llegue a la misma decisión. Al final lo que acaba pasando es que ambos acaban perdiendo seis años entre rejas, mientras que si hubieran cooperado hubieran sido sólo dos. La situación alcanzada se llama equilibrio de Nash, porque ambas partes no pueden cambiar sin empeorar. Es decir, no se haya la mejor situación para las partes.

¿Y qué tiene que ver esto con los temas de relaciones sociales y política?, puede alguien preguntarse. Pues pongamos a PP por ejemplo en el lugar del Prisionero 1 y al PSOE el el lugar del Prisionero 2 (los dos partidos políticos principales en España) y demos puntos por algún tipo de decisión que deban tomar. Por ejemplo, eliminar las autonomías por el inevitable despilfarro de recursos y dinero público que conllevan, subirnos los impuestos al ciudadano o bien subirse ellos mismos el sueldo. Apliquemos ahora la teoría de juegos a estas o a otras y distintas situaciones, donde ambos partidos, por ejemplo, habrían de tomar una decisión donde ellos saliesen perjudicados y la sociedad civil beneficiada; ejemplo, “los políticos deben viajar en clase turista y compartir unos pisos alquilados si se desplazan a otra ciudad”. O bien si son capaces de formar gobiernos ahora que el bipartidismo parece haber acabado. Al igual que los prisioneros, los partidos parecen elegir la opción más perjudicial para ambos; y por ende para la sociedad civil. Y lo mismo ocurrirá a la hora de tomar decisiones sobre presupuestos, etc, en caso de que fuesen capaces de superar sus pasiones de poder. He ahí un dilema que tendría fácil solución: pero para ello la sociedad debe darle un remo a cada remero. Es decir, debe exigir el cambio de la ley Electoral de forma que aparezca el elemento de la representación: el primer paso hacia una democracia formal. Un diputado por distrito pequeño elegidos por mayoría absoluta desde los mismos distritos; perteneciendo o no a un partido. Dicho diputado debe ser elegido por mayoría absoluta, a doble vuelta si fuese necesario. Ahora sí tendrían un remo cada remero, pero se verían obligados a dirigirse hacia donde les indicara la sociedad civil.

Vicente Jiménez

Bibliografía

Peter A. Corning, THE EVOLUTION OF POLITICS, Institute for the Study of Complex Systems www.complexsystems.org

Ignacio García Jurado, La Teoría de Juegos: una Herramienta Matemática para las Ciencias Sociales

domingo, 12 de junio de 2016

Enterremos ya el franquismo de una vez




El edificio gemía resquebrajándose indefectiblemente bajo el peso de los años y su historia interminable. Capas superpuestas de orín sostenían como titanes unas vigas realizando el milagro de soportar el enorme peso de techos y paredes. Los moradores intentaban curar como podían aquellas cicatrices que enmarañaban techos y paredes tapándolas laboriosamente con cartones, pegotes de cemento o latas. Así se sostenía en pie aquella vetusta construcción, que con cada nuevo crujido revelaba su eterna agonía. Cierto día, a alguien se le ocurrió: vamos a limpiar toda la herrumbre y que reluzcan las vigas y paredes como soles. Desgraciadamente, esa acción ocasionó el derrumbe estrepitoso de la construcción, que fagocitó a sus ignorantes moradores siendo la herrumbre lo que verdaderamente mantenía en pie al edificio.

Este cuento nos plantea una cuestión; y no se trata de lo que ocurre cuando un Estado se mantiene por y gracias a la corrupción, ya que el resultado es evidente: en ese caso se obtiene más corrupción y el sistema se retroalimenta. La verdadera pregunta sobreviene cuando nos planteamos si es posible salir del círculo vicioso de orín, o corrupción. Los moradores de nuestro edificio, que dentro su ignorancia optaron por dar brillo y deshacerse de la herrumbre de las vigas, fueron fagocitados por el monstruo. No cabe duda que soluciones para salir del paso dentro de la corrupción no hacen más que aumentar la agonía. Para solucionar el problema hay que optar por derrumbar el edificio y crear otro distinto donde la corrupción pueda ser contenida eficientemente. Solo un proceso libre constituyente, que desembocase directamente en la libertad colectiva traducida en forma de un representante por distrito electoral, perteneciente a distritos pequeños (unos cien mil habitantes), con mandato imperativo, revocable en caso de deslealtad hacia la sociedad civil, surgido del sistema de mayorías y minorías y representando directamente a esos distritos podría embridar la corrupción. En el viejo edificio teníamos listas de partidos hechas por los jefes de partido por y para los partidos; y para más inri, repartos proporcionales para que maleantes o traidores pudieran hacer de bisagra. En contraste, en el nuevo edificio tendríamos la doble vuelta, en caso de que no se hubiese obtenido la mayoría absoluta en la primera: una doble vuelta que garantizaría que el representante representase a la sociedad civil para legislar y el presidente del gobierno obtuviese el suficiente poder para que la unidad de la nación no fuese cuestionada y defenderla de ataques interiores y exteriores, como ocurre en las democracias de verdad; y al disponer de un poder que obtiene directamente del pueblo evitase guerras civiles como pasó en el 36. Si los ciudadanos se despojaran de su ignorancia y fueran conscientes de ello no aguantarían la partidocracia que nos ahoga con sus comunidades autónomas y reyezuelos junto a su plaga de cortesanos, porque cuando se es consciente de la cura, un enfermo ya no soporta el dolor por más tiempo y busca desesperadamente dicha cura. Por lo tanto, el eslogan “por el cambio” es una verdadera imbecilidad, porque sin duda seguimos habitando el mismo viejo edificio; y otras perlas que nos lanzan como la de “conseguir más democracia” carecen de ningún sentido, porque o es democracia o no lo es. No hay gradaciones en la democracia. O cambiamos el franquismo por una democracia formal o los políticos seguirán viviendo del franquismo gracias a la oposición "virtual" que fingen ejercer y que jamás se atrevieron a ejecutar en vida del dictador, salvo honrosas excepciones como en su día uno tuvo el valor de realizar: Antonio García Trevijano.

Vicente Jiménez