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miércoles, 21 de mayo de 2014

La tiranía no se conquista con facilidad - Thomas Paine



El deber de un patriota es proteger a su país de su gobierno
 "These are the times that try men's souls: The summer soldier and the sunshine patriot will, in this crisis, shrink from the service of their country; but he that stands it now, deserves the love and thanks of man and woman. Tyranny, like Hell, is not easily conquered; yet we have this consolation with us, that the harder the conflict, the more glorious the triumph. What we obtain too cheap, we esteem too lightly.".

“Estos son los tiempos que ponen a prueba las almas de los hombres; El soldado de verano (soldados a punto de licenciarse en enero y que habían contribuido al esfuerzo bélico durante el verano), y el patriota dispuesto solo cuando le resulta fácil servir a su país se arrugan ante el servicio; pero aquel que se mantiene firme merece el amor y el agradecimiento de todos los hombres y mujeres. La tiranía, como el infierno, no se les vence fácilmente; pero nos queda este consuelo: cuanto más difícil sea el conflicto, más glorioso será el triunfo. Lo que se obtiene fácilmente, no se valora”. Panfleto de Thomas Paine en pleno campo de batalla.

Soldado de verano: muchos soldados podían licenciarse en Enero y por lo tanto estaban a punto de poder hacerlo
Washington cruzando el río Dalaware Fuente Wilkipedia
El panfleto de Thomas Paine fue uno de los discursos más hermosos en la historia de Estados Unidos y la libertad. Claro como el agua fue utilizado por George Washington, el nuevo general de las fuerzas continentales de los rebeldes americanos en la Guerra de Independencia para encender de ardor patriótico la moral de una hambrienta y mal pertrechada tropa haciendo frente no solo al enemigo sino al peor de los inviernos registrados. Por el contrario, los ingleses disponían de una fuerza de mercenarios profesionales superior en número, mejor entrenada y bien pertrechada: abrigos, tiendas de campaña, armas, alimentos... Enfrente y separados por el río Delaware unos patriotas desarrapados se enfrentaban a los terribles hessian; el feroz ejército de mercenarios alemanes. El contexto de este discurso hay que situarlo en una situación límite del famélico y desnudo David contra Goliat. Fue Paine el precursor del patriotismo americano; un arma nueva y desconocida hasta entonces que cogió por sorpresa al enemigo y que en última instancia contribuyo a derrotarlos. Washington aportó la inteligente estrategia de cruzar el río Delaware en New Jersey la noche de Navidad de 1776 para dirigirse a Trenton, algo que el enemigo no eperaba tanto por el momento como por las terribles y gélidas condiciones atmosféricas. El resultado lo podemos resumir en el factor sorpresa y la pocas bajas por ambos lados. La tropa enemiga hecha prisionera junto al jugoso botín de guerra. Pero antes, Washington había tenido otra idea genial, sin la cual la desmoralizada tropa no le hubiesen seguido esa Nochebuena cruzando el río: hizo imprimir en su campamento cientos de copias de la soflama de Paine y leerla ante cada grupo de soldados que se acurrucaban en las numerosas hogueras del campamento militar. Ese discurso fue la chispa que encendió los corazones de la tropa y oficialidad. Sin Paine y acorralados por el ejército inglés que se les perseguía victorioso, el Ejército Continental hubiese probablemente sido destruido; y América no habría sobrevivido.

Pero ¿qué hacía un inglés como Thomas Paine en medio de la batalla de Trenton en plena Guerra de Independencia Americana escribiendo panfletos, y cómo había llegado hasta allí?
 

Hay que retroceder a su juventud, cuando viviía en Inglaterra. Después de la muerte en el parto de su mujer y de su hijo, de que su negocio familiar de fabricación de corsés cayera en la ruina y que el gobierno inglés lo despidiera de su cargo de inspector de impuestos por su lucha pidiendo al Parlamento mejores condiciones de trabajo, Paine se hallaba en una situación muy difícil. Pero entonces conoció a Benjamin Franklin, quien valorando la enorme valía de las ideas del que sería su amigo le aconsejó y ayudó para emigrar a las entonces todavía colonias americanas. Con una carta de recomendación de Franklin en el bolsillo aterrizó en 1774 en Filadelfia y consiguió trabajo como editor en un periódico. El periódico aumentó considerablemente sus ventas gracias a los editoriales de Paine y en 1776 se hizo famoso cuando publicó Common Sense (Sentido Común), donde preconizaba que las colonias americanas debían separarse del reino de Gran Bretaña. Common Sense cayó como una verdadera bomba en las colonias, de tal forma que John Adams llego a decir: “Sin la pluma del que escribió Common Sense la espada de Washington se habría desenvainado en vano”. Mas tarde Paine escribiría una serie de panfletos incendiarios para propagar la revolución y la lucha contra la opresión; The American Crisis (la Crisis Americana). Así Paine se convirtió en el verdadero ideólogo de la revolución americana. Sus proclamas y Common Sense se leían en secreto en las plazas, en las esquinas, en las tabernas, en las casas. El que sabía leer tenía siempre un corrillo de atentos escuchantes. En su Common Sense, argumenta que la independencia era inevitable basándose en el sentido común, en hechos simples y sencillos que la población entendía a la perfección. “El gobierno era un mal necesario del que estaríamos a salvo solo si era representativo y alterado frecuentemente mediante elecciones. La acción del gobierno en la sociedad debía ser reguladora y cuanto menos mejor”. Sobresale en el libro su llamada a la declaración de independencia. Su influencia fue directa en la Declaración de Independencia del 4 de julio de 1776 y Paine se enroló en el Ejercito Continental.
 

Al acabar la guerra Paine estuvo junto a su amigo Jefferson redactando la Constitución Americana. Si uno puso la forma, el otro puso parte del contenido ideológico; y el flamante gobierno americano le dio un merecido puesto en el Comité de Asuntos Exteriores del Congreso, pero allí se ganó en seguida poderosos enemigos. La libertad por la que había tanto luchado quedó enturbiada a causa de los poderosos esclavistas; y Paine no podía aceptar la esclavitud, como es natural. Fue vilipendiado mediante una infamante campaña pagada por sus enemigos en la nación que él había contribuido a crear. A los Estados Unidos de América les costaría ochenta y cuatro años después miles de muertos y una guerra fratricida el no haber escuchado a Paine y haberle despreciado. La abolición de la esclavitud necesitó también de otra guerra y otro mártir por la libertad: Abraham Lincoln.

Desilusionado por en lo que había acabado la libertad en América; una nueva nación con esclavos, Paine volvió a Inglaterra en 1787. Interesado por la ciencia su ambición era la de diseñar y construir un puente de hierro por primera vez. Esta labor de ingeniería la combinó con su pasión por la libertad y escribió Los derechos del hombre: obra clave en la Revolución Francesa. En el Club Liberal de Londres dio un famoso discurso en defensa de la libertad y la verdadera democracia en una sala llena de admiradores, pero también de horrorizados espías de la corona.

Aquellas cargas de profundidad contra la corona británica, el sancta sanctorum del sistema, en el mismo Londres ya era demasiado: ese loco no solo contribuyó decisivamente a que Inglaterra se quedara sin sus colonias de América sino que quería llevar la revolución y libertad al mismo corazón de Gran Bretaña. De nuevo se ganó enemigos poderosos y peligrosos, pero si sus enemigos eran poderosos también estaba arropado por amigos poderosos, y fue advertido de que no volviese a su casa al acabar la conferencia porque unos agentes lo iban a asesinar. Escapó al complot por los pelos embarcándose aquella noche hacia Francia. Allí llegó a tiempo para saborear la Revolución Francesa. Era el escenario perfecto para alguien como Thomas Paine.

Evidentemente el famoso Paine fue recibido en Francia como un héroe con todos los honores y aunque no sabía francés fue nombrado miembro de la Convención Nacional. Pero cundo la revolución llegó a la época del terror quien tanto odiaba la institución de la monarquía se opuso ante la Convención a que se guillotinara a Luís XVI tras su caída y también abogó por la vida de sus amigos girondinos (los que estaban siendo perseguidos por Robespiere y sus acólitos). Para Thomas Paine era la institución monárquica lo que lo que se había de derribar y no ejecutar al rey, porque aunque lo matases, otro ocuparía su lugar. Y esto tuvo la sangre fría, el valor y la gallardía de defenderlo ante los radicales jacobinos como Robespiere, Marat y Danton. Sus amigos girondinos fueron todos rápidamente cayendo al filo de la guillotina, pero por la amistad que Thomas Paine tenía con el entonces presidente Washington, un cauto Robespiere simplemente lo encarceló sin atreverse a firmar todavía la sentencia de muerte.

¿Por qué Washington, su amigo, no hizo nada para librar a Thomas Paine de la cárcel y de la muerte? Precisamente el mismo Paine que le salvó a Washington el trasero cuando en el campamento escribió aquella gélida noche la proclama que encendió los corazones y el valor de la desanimada tropa antes de cruzar el río Delaware? Para vergüenza y oprobio de Washington, la realidad es que ni siquiera contestó a la carta que Paine le envió. El motivo, la política: estaba negociando con la Corona Inglesa y Paine seguía en busca y captura por los ingleses por traidor, agitador y revolucionario; era el enemigo público número uno. En su única carta Paine escribiría a Washington:


Es imposible que a estas alturas no sepa la situación en la que me encuentro... Respecto a Vd. Sr., traidor en la amistad privada (pues eso es lo que ha sido en esta situación de peligro) y un hipócrita en la vida pública, el mundo no llegará a acertar si Vd es un apóstata o un impostor: si ha abandonado los buenos principios o nunca los tuvo.

Washington nunca le contestó, y el radical Robespiere, viendo que Washington se desentendía firmó al cabo de un año la condena a muerte de Paine. Un carcelero pasaba cada noche con la lista de penados y marcaba con una tiza una cruz en la puerta de los condenados a morir al día siguiente. Aquel día, Paine tenía la puerta de la celda abierta (la puerta se abría hacia afuera) con un permiso especial del alcaide a causa de unas altas fiebres y el guardia pintó la cruz por detrás. Al día siguiente le cerraron la puerta y la cruz quedó por dentro, con lo cual se libró aquella vez de ser guillotinado. Para cuando se dieron cuenta del error, la cabeza de Robespiere ya había rodado en la guillotina y Thoma Paine fue liberado. Con la salud quebrantada a causa de la estancia en prisión solo quería pasar sus últimos día en América, y su amigo Jefferson lo pasó de contrabando ante las narices de la flota inglesa en un barco de guerra americano, ya que los ingleses tenían cercados los puertos franceses para capturarlo si intentaba escapar a América. Dejaba atrás la salud y un año en una infame prisión esperando la muerte cada uno de los días de ese año: cada noche sin saber si iba a ser la última. Cada una de esas interminables horas escuchando atentamente si alguien se acercaba y marcaba su puerta con la fatídica cruz de la muerte.

Antes de morir, desilusionado con el género humano,  pero creyendo en la libertad América le regaló la última demostración de ingratitud: muy enfermo y sin fuerzas para sostenerse se levantó de la cama e hizo el largo y penoso camino hasta llegar al lugar para depositar su voto. El presidente de la mesa lo reconoció y le rompió la papeleta: “Lo siento, no es Vd. americano y no puede votar”, le dijo cínicamente. 

En América nunca le perdonaron, mientras vivió, su oposición a la esclavitud y la libertad de pensamiento religioso. La Guerra de Secesión estaba por venir todavía.

Vivió como un pordiosero en la América que él tanto había ayudado a forjar en una casa donde le dejaron vivir. Por su origen cuáquero quiso que lo enterrasen en un cementerio cuáquero, pero hasta eso le negaron. Murió en 1809 y lo enterraron en un campo de árboles frutales cercano que el estado le prestó: solo cuatro personas asistieron a su entierro, pero esos cuatro asistentes al sepelio fueron todo un símbolo. Dos de ellas una amiga francesa que iba a cuidarlo y el hijo de la señora. Hijo y madre uno en frente del otro con la fosa a sus pies y el cuerpo de Paine dentro: “Por quien luchó por la libertad de ambos países, tú hijo estás representando a América y yo a Francia en estos momentos” fuel el emotivo responso que sintetizo toda una vida en lucha por la verdadera libertad.

No suelo dar más de cuatro datos biográficos en mis escritos; pero la apasionante vida, lucha y sacrificio por la libertad y la verdadera democracia e igualdad entre los hombres le hace merecedor, salvando las distancias de fe, de estar en un podio junto a personajes como Buda, Jesucristo, o Luther King y Licoln. Como todos los redentores de la humanidad fue traicionado, perseguido, vilipendiado, incomprendido y sacrificado. Entender la democracia y la libertad es aceptar con valentía el mensaje de Paine, por su obra y sus acciones. Si Tocqueville fue el genial analista de la democracia en América, Paine fue el ingeniero de la misma. Sin él, la democracia formal no existiría.


Vicente Jiménez