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martes, 6 de mayo de 2014

La abstención activa VS un partido de ángeles celestiales


No es el uso del poder o el hábito de la obediencia lo que deprava a los hombres, sino el desempeño de un poder que se considera ilegítimo, y la obediencia al mismo si se estima usurpado u opresor. Alexis de Tocqueville, La Democracia en América
La Hidra




Es necesaria una ciencia política nueva y desconocida para la mayoría de los españoles que debe ceder paso, por primera vez, a los verdaderos intereses de la sociedad civil sobre los instintos más básicos y ciegos: instintos ciegos por seguir a partidos incivilizados (no pertenecen a la sociedad civil) con la misma fe que a un equipo de fútbol, o para que esa misma sociedad permita impávida el progreso de oligarquías mediáticas, políticas, financieras, patronales o sindicalistas.

Las autonomías han sido un terreno abonado para el desarrollo del más estable de los sistemas políticos que han inventado jamás los hombres: el de las oligarquías. No obstante, esta enorme estabilidad garantiza las pérdidas más dramáticas de los derechos de la sociedad civil y toma forma de hidra. Cada nueva cabeza de la hidra resta riqueza y oportunidades a la sociedad civil: las que son arrebatadas por las oligarquías. La hidra multiplica sus cabezas y la clase media sus penurias.

El término de casta parasitaria fue acuñado por el escritor, historiador y periodista Enrique de Diego. No puede estar más acertado en el concepto que nos presenta: se constituyen en casta ya que una vez establecidas, la movilidad social resulta totalmente imposible para las clases medias. No creo que el lector albergue esperanzas, por ejemplo, de que sus vástagos tengan acceso a las altas esferas en la política o un cómodo alto puesto en banca o una empresa energética o de comunicaciones si ya él mismo no forma parte de la casta. Esos cargos son tan hereditarios como el de cualquier monarca. Es parasitaria puesto que no aporta riqueza y vive del esfuerzo y sudor de la sociedad civil: su modus vivendi es la destrucción y apropiación de riqueza ya creada; jamás originan riqueza: se la apropian mediante leyes dictadas por ellos y para ellos. En esa destrucción de riqueza el socialismo y el comunismo albergan dramáticas coincidencias y objetivos comunes.

Toda oligarquía forma parte de una casta parasitaria que funciona por consensos. Sin consensos no puede darse nunca una oligarquía. Estos consensos se toman de espaldas a la sociedad civil y solo sirven a los intereses de los oligarcas. Existen oligarquías incrustadas en cada una de las autonomías y en el mismo Estado mediante sistemas piramidales muy firmes e inalterables. Nadie osa traspasar de una pirámide a la de su señor porque ese mismo señor es muy celoso del lugar que ocupa en el sustrato de la la pirámide; tanto él como el que heredarán sus retoños. Un enchufado puede saltar al sustrato más básico con un solo movimiento de dedo de su jefe de partido y ese temor junto a los consensos mantienen la cohesión. En realidad hemos vuelto al sistema medieval, pero así como en aquellos tiempos era posible ganar por el valor de tu brazo en batalla un señorío, ahora resulta imposible. La meritocracia no es políticamente correcta bajo ninguna de sus vertientes. La meritocracia es antisistema desde el punto de vista de las oligarquías opresoras.

Este sistema necesitaba de una ideología para sostenerse. Esa ideología es la corrección política. Las leyes que jamás salieron de ningún representante de la sociedad civil, pero que sí fueron ordenadas por las oligarquías dominantes protegen celosamente la corrección política. Esa corrección política lo ha cambiado todo en treinta años: el significado de las palabras, la moral, la ética..., y cualquiera que ose contradecirla será reo de traición ante un tribunal mucho más estricto que lo fue el de la Inquisición o el de la gestapo del periodo isabelino de Inglaterra.

El sistema oligárquico modela un conjunto estable donde el todo es más que la suma de las partes: echa raíces y el enmarañado forma un tejido social muy difícil de penetrar donde los ricos son cada vez más ricos y los pobres cada vez más pobres. A eso le llaman globalización. No es que el tercer mundo se acerque a lo que con sangre sudor y lágrimas se hubiese ya conseguido en el mundo occidental: es que el mundo occidental es el que se acerca cada vez más al tercer mundo.

La clase media desaparece fagocitada por el sistema oligárquico: o estás arriba o estás abajo, pero es muy difícil permanecer en aquel lugar que basaba cierta estabilidad lograda, para la mayoría de la sociedad civil, con el esfuerzo y la consecución de ciertos bienes muebles e inmuebles frutos del trabajo de toda una vida. Antes, por ejemplo, un mileurista era considerado poco menos que un indigente: el sistema oligárquico ha conseguido que ahora ser mileurista esté considerado estar dentro del grupo de los privilegiados: de momento, la nueva clase media es la que puede poner un plato en la mesa y vivir bajo el techo... de los abuelos. Cuando se consigue un trabajo de supervivencia se acepta lo que te echen: no hay opción. O aceptas o no sobrevives. Este cambio no ha venido de la noche a la mañana: ha sido planificado mediante políticas muy activas y que han tenido lugar en todo el mundo occidental. Adiós a las luchas del s XIX y lo que se consiguió en el s XX a base de sangre, sudor y lágrimas. Bienvenido tercer mundo...

La cuestión que se plantea ahora ante este panorama tan desolador para la clase media es si el proceso es reversible o no. Hay dos teorías que jamás se han puesto hasta ahora en ejecución para conseguir una verdadera ruptura con el sistema oligárquico de poder y la instauración de un sistema democrático formal: la teoría de la abstención activa y la teoría del virus. La primera pretende deslegitimar al gobierno de turno mediante una abstención masiva para pasar luego a una serie de acciones masivas ciudadanas y pacíficas cuyo objetivo consistiría en lograr la libertad constituyente y así conseguir la democracia formal. La conciencia ciudadana sería básica para el éxito de esa catarsis, pero se basaría en una conciencia colectiva difícil de lograr: casi una utopía. Unas minorías se han percatado de ello pero esa minorías no disponen de los medios de comunicación (manejados por oligarquías) para realizar una autentica labor pedagógica que desprogramara a las masas. Además, de no lograse una base muy solida de concienciación, las oligarquías que dominan la calle; muchas veces muy agresiva y virulentamente, podrían aprovechar el río revuelto para imponer el sistema totalitario que persigue la denominada extrema izquierda.

La teoría del virus pretendería que fuese un partido el que produjese ese cambio hacia la democracia formal, pero controlado; lo que resultaría también una verdadera utopía. Sería un partido formado casi por ángeles celestiales porque el objetivo del jefe de cualquier partido es conseguir el poder, y de hacerlo en el sistema actual entraría de lleno en la vorágine de la oligarquía como cualquier otro. Para darle la vuelta a la tortilla ese partido debería usar el poder ( de conseguirlo con mayoría absoluta) para montar la estructura de una democracia formal y una vez montada dicha estructura renunciar al poder para dárselo al pueblo: representantes de distrito, mandato imperativo, separación radical entre el poder legislativo y ejecutivo..., en fin: el paquete entero.

La tercera vía es la que dio resultado una sola vez en la historia de la humanidad cuando los llamados padres de la patria fundaron los EE UU después de la guerra de independencia contra los ingleses. No es necesario comentar los inconvenientes de esa vía.

Si la tercera vía fue una utopía extraída de las teorías de Locke hasta que llegaron hombres de una casta especial, verdadero patriotas, que dinamitaron el mito de u topos (utopia=ningún lugar) y llevaron la democracia a América, también puede haber hombres y mujeres en España con el mismo ardor y deseo insuperable de libertad colectiva. En un pequeño lugar de Europa puede que caiga la primer ficha, la ficha que haga caer a las otras en un verdadero efecto dominó. Vivimos tiempos emocionantes y tal como bien apuntaba Tocqueville, la democracia es imparable. Es un proceso de evolución...

jueves, 23 de mayo de 2013

¿ Y ahora a quién votamos ? Menudo lío.


Hay un día en que mira por donde todos los políticos se ponen de acuerdo en algo y te hacen llegar el mismo mensaje... “Hoy toca ir a votar”. Y después en todos los canales de TV las mismas escenas de lugar y hora con los candidatos introduciendo su voto en la urna, acompañado de su cónyuge; aplausos y marea de fotógrafos. Ser reportero ha dejado de ser un acto romántico como nos los pintaron en las viejas películas de cine negro americano. Ese día se olvidan las peleas televisadas: “Aquí lo democrático es que vayáis a votar”.
¿ Y si votas tú ?
Supongamos que seleccionas y metes en un sobre la papeleta esa famosa que te presentan los partidos políticos con sus respectivas listas de candidatos, después del machaqueo del periodo electoral. Tienes muchas donde elegir, y eso te da la sensación de que al escoger una de ellas estás ejerciendo tu consabido “derecho al voto". En ese momento, no se te ocurre que los nombres que te aparecen en ella han sido nombrados a dedo por el jefe de partido junto a  puede que dos o tres personas más de confianza. No han sido seleccionados en una votación llevada a cabo por todos los integrantes de ese partido. Ni siquiera una representación de esos socios ha sido la electora. Y desde luego, lo que nunca, nunca, nunca serán elegidos en una partidocracia es por los votantes. Pero aunque los nombres de la lista los hubiéramos elegido los ciudadanos, seguirían representando no al ciudadano, sino al partido. Por ello, lo de las listas abiertas, podamos elegir nosotros o cambiar el orden, no nos sacaría de la situación, porque ese nombre representarían al partido. Se presenta por el partido, no por nosotros. Representará al partido, no a nosotros. Mal empezamos, pero sigamos.


¿ Os imagináis las luchas intestinas, odios, envidias, corrupción, obediencia ciega al jefe, falta de crítica, traiciones, que el simple deseo de mantenerse en el puesto de poder (estamos hablando de los grandes partidos) con sus privilegios puede comportar un sistema así ? Nombrar a dedo tiene muchos números para que se den casos de nepotismo (metes a la familia), amiguismo, intereses personales, ausencia absoluta de mérito, cleptocracia (meter mano en la caja), carencia de formación de los candidatos y todos los males que después se han vertido en esto que llaman democracia nuestros políticos, catedráticos y medios de comunicación. Y el mal se extiende como una mancha de aceite, porque quienes aparecen en los primeros puestos de las listas saldrán elegidos y serán jefes con mucho poder de otros nombrados también a dedo que a su vez serán jefes de otros... y así la interminable cadena hasta llegar a los últimos pesebristas que perciben las últimas migajas del pastel. 

Nadie podrá negar que nos hallamos ante el manual básico para que se establezca, con muchas papeletas, la corrupción. Y si por desgracia algo empieza funcionando gracias a la corrupción, seguirá de la misma manera. Peor aún, como la manzana podrida pudre a las demás; si otro partido ve que esto al vecino le ha funcionado bien, se plateará ¿por qué yo no? Y también tendrá papeletas para apuntarse al carro. Y si esto pasa, se crea un efecto dominó con los demás partidos, donde se reiterará el proceso. 

Cuando se da un efecto dominó, si una ficha queda en pie es porque ha habido mala planificación o por simple azar, o peor, porque no ha llegado al poder. Así que la excepción confirmaría la regla de la corrupción.

Bueno, pues ya tenemos a los diputados. Como deben obediencia a su amo votarán a su jefe, que así se autoproclama Presidente del Gobierno, olé. Por lo tanto, al presidente no lo han elegido los ciudadanos, sino que él mismo ha elegido a quienes lo tienen que elegir, y en un solo acto y sin votación previa, todo resuelto... surge un ¿Presidente! Pues guste o no, esto es lo que tenemos y todos le llaman democracia y los españoles siguen creyendo que están en democracia.

¿ Y si no metes nada en el sobre y votas ?

Eso es lo que llaman voto en blanco. Si tomas esta opción significa que estás de acuerdo con este sistema oligárquico de partidos en el poder sin freno, pero que no te gusta ninguna de las opciones que te han presentado. Eso sí, si te hubiesen presentado a algún partido a tu gusto los hubiese votado porque estás completamente de acuerdo con este sistema. Votar en blanco es aceptar el sistema igual que si hubieses votado a un partido: estás de acuerdo con lo que hay.

El voto en blanco cuenta en el escrutinio y además en las estadísticas de participación. Estas estadísticas son las que legitiman al gobierno que se forme. Ojo al dato.

Entonces, ¿Qué pasa con el voto en blanco? Al aplicar el sistema D’Hondt, que es el que escogieron para España, los partidos pequeños lo tendrán más crudo para alcanzar el 3% necesario. Pues muy mal.

¿ Y si metes en el sobre cualquier modificación en la papeleta u otro papel ?
Con eso lo que haces es que contabilicen el voto como nulo. No afecta en las cuentas pero si cuenta en la participación. Está claro que has votado y te contarán en el % de votantes.

¿ Y si no vas a votar ?

A no ir a votar se le llama abstención. Eso contabiliza para los políticos y los medios como un accidente debido a un día de playa o pasotas de la política y  vagos si son pocos quienes se abstienen.

En estos momentos, la situación es diferente. No hay nada que aterrorice más a los políticos que verse sin votantes. Si los que se abstuviesen fuesen un 60% no podría evitar el mensaje de que este sistema de partidocracias está acabado... los ciudadanos lo rechazan. Sería un directo tan fuerte al estómago de todos los políticos que los dejaría KO, además de un escándalo internacional. Ahora bien, el peligro de que los oportunistas aprovechen el vacío de poder es también manifiesto. Y no olvidemos que en España tenemos a oportunistas profesionales al acecho: nunca mais, extremas izquierdas o derechas, antisistema...

Las próximas Europeas pueden iniciar el camino de la república constitucional o la monarquía constitucional. Me da igual, mientras la constitución se limite a un reglamento neutrocomo el ajedrez carente de ideologías, que separe poderes y permita no solo la representación de la sociedad civil sino que cualquiera se pueda presentar como diputado de distrito con carácter imperativo, o Presidente de la Nación. Piensen en ello.
Vicente Jiménez