En tiempos de URSS la educación estuvo en manos del estado hasta tal punto que los niños eran apartados de la familia a temprana edad y la educación era potestad absoluta del estado. Apunta acertadamente Marcos A. en Libertad Digital cómo el:
“aspecto más opresivo para la labor del docente, provenía del férreo control de la libertad de pensamiento y de cátedra ejercido por los comisarios políticos de instrucción pública. Cada escuela, por pequeña y remota que fuese, tenía asignado un politruk o -comisario político - encargado de velar por la corrección ideológica de los docentes y estudiantes a su cargo. El control político, no sólo de los currículos sino de la autonomía de aula, alcanzó niveles asfixiantes ya a partir de los años 20. Las purgas estalinistas, a despecho de lo comúnmente admitido, hicieron que el sector sufriera el gulag, tanto o más que el ejército o la administración pública. Se calcula que más de 2 millones de docentes de todos los niveles educativos fueron deportados entre 1934 y 1953”.Efectivamente, cuanto más adoctrinamiento más totalitaria es la ideología y mayor el lavado de cerebro y, por lo tanto, menor la libertad del individuo. Confundir educación con instrucción es una de las perversiones del lenguaje de lo políticamente correcto. Como siempre, las ideologías totalitarias atacaron a la familia desde todos los ángulos posibles.
Si Rousueau hubiese, ni siquiera, intuido mínimamente hasta qué nivel el banco de pruebas de la historia llegaría a adulterar su idílica utopía sobre la igualdad hubiese abominado de su Contrato Social y quemado sus propios libros. La educación debe pertenecer a la familia y la instrucción al estado si se quiere una sociedad donde la libertad prevalezca sobre la uniformidad, que no igualdad. Yo, como liberal abomino de que la educación esté en manos del estado, y defenderé que permanezca inalienablemente en manos de la familia.
Otro cantar sería la instrucción: saber leer, escribir y las cuatro reglas como mínimo. El negocio de libros de texto, editoriales, expertos haciendo informes, pruebas de calidad y demás farándula solo sirven para cargar de trabajo a un profesor que de esa forma no tiene ni el tiempo ni las fuerzas para poder enseñar esas instrucciones mínimas, cuanto menos alcanzar la utopía de que todos alcancen el nivel de lo que antes era un bachillerato elemental, más teniendo en cuenta que la tesis progresistas han convertido al maestro en un mero colega carente de autoridad a quien alumnos y padres pueden llegar a acosar. Mientras, los que no están en verdadero contacto con el alumno se cubren de sobresueldos y medallas.
Para mejorar las cosas, los ideólogos progres y nacionalistas pervierten la educación - en vez de dedicarse a la enseñanza de las matemáticas, el español, la gramática, las ciencias, etc-, toman como rehenes a los alumnos convirtiéndolos en carne de voto condenándolos a la incultura (ver artículo de Manuel Artero). Así las élites populistas se aseguran su puesto para vivir del cuento a costa de una masa lanar condenada a introducir papeletas en urnas creyendo que viven en democracia, cuando lo que estarían es viviendo en una dictadura parecida a la venezolana, disfrazada de democracia.
La igualdad debe hallarse en la igualdad de oportunidades, pero no en la igualdad de los frutos que se obtienen como resultado de un esfuerzo individual. El fruto del esfuerzo individual debe reflejarse en el individuo dentro de su derecho a la propiedad privada, nunca a una propiedad colectiva controlada por cuatro populistas mangantes y sus amiguetes. El muy castizo dicho de “el que quiera peces que se moje el culo” es lo que jamás primará para esa fauna progresista ávida de repartir todo aquello que no sea suyo retroalimentando el voto de los ilusos que creen en el maná de los populistas.
Claro, para lograr colar en la población ese timo trilero antes tienen que adoctrinar a los futuros estafados, porque nadie con un mínimo de formación tragaría por ahí.
No obstante, mucho camino tienen ya recorrido los populistas gracias a los dogmas impuestos por la corrección política, ya que por cierto, en estos momentos me pregunto si no estamos también rodeados de politruks encargados de velar por su cumplimiento; dogmas protegidos por la ley bajo el paraguas artificial de términos que pervierten el lenguaje llegando a extremos pantagruélicos. Nada más que decir por ahora, queridos miembros y miembras…
Vicente
Jiménez