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martes, 24 de noviembre de 2015

Una sociedad boba no puede sobrevivir





Tal como están las cosas, uno no se extraña de que exista tanto necio adornado con títulos universitarios y matrículas de honor, pero cuyo honor deje mucho que desear. Son los amos y señores del populismo, del no a la guerra, del buenismo bobalicón y pagado que les permite vivir sin haber pegado nunca palo al agua. La indignidad se halla montada como forma de vida en esos expertos en opinar carentes de todo criterio, en los de vivir de okupas eternamente subvencionados y que pueden acabar de alcaldes o regidores; en esos vividores sin escrúpulos que llegan a altos puestos políticos apareciendo día sí día también en todos los medios de comunicación, y hasta en esos cansinos profesionales del pancartismo. Todos ellos  forman una melé que dibuja la indignidad de una parte del panorama social y político de una nación. Aquellos que han vivido y vivirán siempre del cuento triunfan catapultados por unos mediocres medios de comunicación incapaces de ofrecer un debate cultural en condiciones ofreciendo, en cambio, la falsa imagen de que para triunfar solo tienes que presentarte a un reality, o más bien a un bochornoso espectáculo sobre algo que nada tiene que ver con la realidad. Ninguna sociedad puede sobrevivir catapultando al liderazgo a tanto necio o corrupto mangoneando y manteniéndolos montados en la ola de la subvención, o de la popularidad, como hasta ahora viene ocurriendo; y mucho peor, si encima se les escucha cuales oráculos de Delfos o verdaderos catedráticos.

En caso de alcanzar el poder esos trepas sociales se convertirán en los grandes productores en serie de ninis, chonis y canis; serán los responsables de cargarse la instrucción y el ya maltrecho estudio en los centros escolares y las universidades inundándolos de bobos objetores culturales cuya presencia se hace insoportable no solo en las escuelas sino en las mismas familias. Otra cosa es que las familias les vote para quitarse al niñato o a la niñata unas horas de encima porque no saben qué hacer con ellos. Porque ¿qué haces con un eterno adolescente de 18 o 20 o 30 años estudiando la enseñanza obligatoria? ¿Cómo puede alguien pretender imponer la enseñanza obligatoria hasta los 18 años, por ejemplo? Los antiguos maestros de la EGB ya considerábamos que ciertos niños de 14 años ya eran claros objetores escolares, pero entonces tenían otra oportunidad con la FP. Mantenerlos aparcados hasta los 16 ha resultado una tarea titánica y un enorme fracaso que ha destrozado a muchos profesores y ahora los quieren sacar de la litrona y el paro aparcándolos hasta los 18. Eso solo lo puede pretender un ignorante o alguien a quien el pueblo le importa una higa. Desde luego no es la solución, pero el populismo es el populismo. Recuerdo con nostalgia que cuando era niño a los 14 añitos te podías ir de aprendiz de un maestro de oficio y aprender un oficio. Encima que te enseñaban, además de no pagar por ello cobrabas algo. Por si fuese poco, para quien viese que no le gustaba porque trabajar es duro existía la oportunidad del reciclaje con la enseñanza nocturna. Constituía una brillante oportunidad de movilidad social para todos. Pero supongo que esa opción no es políticamente correcta.

Pues nada, sigamos creyendo toda la sarta de mentiras que los populistas y "expertos" vomitan por los grandes medios de comunicación, y que las futuras generaciones sean todavía más bobas para poder ser manipuladas a gusto de la panda de vividores y de sus descendientes. Tendremos lo que nos merezcamos.
Vicente Jiménez

jueves, 27 de noviembre de 2014

Hermano lobo, también tienes derecho a vivir

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Los niños entraron corriendo ilusionados en el museo. La escenificación era perfecta: figuras de cera, árboles de cera y luz artificial representaban a la perfección en escenarios separados la vegetación, el paisaje, los sonidos, amaneceres y anocheceres; un instante congelado del comportamiento y la vida salvaje de unos imponentes animales dramatizados en los que debían haber sido hace tiempo sus hábitats naturales. Se pararon ante el primer escenario que dramatizaba el comportamiento de caza de unos soberbios lobos ibéricos.

¡Mira papá, lobos!

Cuatro lobos estaban dando caza perfectamente sincronizados a un ciervo. El ciervo y los cuatro lobos estaban disecados y se habían extinguido hacía unos años, y así lo anunciaba un cartel:

Lobo Ibérico – Canis Lupus Signatus – Especie extinta a mediados del S XXI”

Un lobo adulto podía tener una longitud de entre 100 y 120 centímetros, y una alzada a la cruz de entre 60 y 70 centímetros. El peso variaba entre 30 y 50 kilos, aunque se han encontrado ejemplares de hasta 75 kg. Las hembras tenían unas dimensiones y peso inferiores a los de los machos.

Papá, ¿qué significa especie extinta?

Pues que ya no quedan otros lobos como esos en el mundo - fue la lacónica respuesta del padre. Y pasaron a la siguiente simulación. Unas focas...


Nunca más el lobo ibérico correrá libre por los bosques y montañas de Castilla la Mancha. Nunca más se escuchará su aullido o podremos observar a una loba cuidando con mimo a sus lobeznos. Esa pérdida no solo afecta a los de la generación que irresponsablemente la ocasionaron sino a sus hijos, y a los hijos de sus hijos. Afecta a todas las generaciones futuras. La pérdida de una especie es un daño irreparable e irreversible: las especies que se han extinguido en la historia de la Tierra son mucho más numerosas que las existentes actualmente; son los experimentos conclusos de la evolución. Por lo tanto, cada especie que sobrevive merece el máximo respeto porque las especies o sobreviven o mueren; y es evidente que el lobo ibérico ha sobrevivido a las cazas indiscriminadas y batidas despiadadas. Pero una cosa es sobrevivir a batidas medievales y otra muy distinta sobrevivir a batidas donde se utilizan sistemas de tecnología punta. La tecnología nos ha hecho amos y señores de las otras especies, de momento, hasta que la naturaleza diga basta...



¿Qué generación tiene el derecho de provocar la desaparición de otra especie?¿Es que una especie, que se supone inteligente, puede acabar con otra especie que además cumple una función primordial en el orden natural? Puede que con la extinción del lobo al no existir depredadores naturales para los ciervos, o conejos, o lo que fuese su dieta éstos se multiplicasen de tal forma que acabasen con las especies vegetales que los alimentaba y acabasen por morir todos de inanición después de representar un serio peligro para los cultivos. Puede que esa especie estúpidamente inteligente que extinguió a los lobos no tuviese tanto talento como creía porque solo había sabido considerar erróneos beneficios a muy corto plazo obviando el desastre que iba a provocar a medio y largo plazo.

El desastre se precipitó en un completo efecto dominó de desastres en extinciones de especies. Tampoco se oiría nunca mar el berreo del ciervo en los bosques.





A partir de ahora solo quedarían lo documentales del siglo pasado y unos cuerpos disecados a ser expuestos en nuestro triste museo imaginario.

Fueron burócratas ignorantes y mediocres los culpables de no hacer lo que debieron hacer y tomaron políticas equivocadas. Fue la ignorancia general que miraba para otro lado. Fueron un cúmulo de tristes circunstancias causadas por la ignorancia y la brutalidad del hombre ante su desmedida ambición. Todo un perfecto orden y riqueza ecológica estúpidamente destruida porque sus antepasados primaron intereses equivocados de ganaderos, de cazadores, de batidas salvajes indiscriminadas cuando de sentarse a hablar y sopesar con talento y criterios inteligentes se hubiese podido salvar todo: hubiese sido posible

Piensen en ello. Estamos a tiempo de evitarlo y solo tenemos una oportunidad: no habrá segunda.




Nota: quienes han seguido este blog se habrán dado cuenta de que está dedicado a la libertad colectiva, a nuestra libertad por encima de la igualdad y cualquier otra consideración; pero por supuesto a la de nuestros hermanos los animales. Decía un sabio que las sociedades pueden medirse por la forma en la que tratan a sus animales. Tenía toda la razón.

Vicente Jiménez

Yo le presté mucha atención.  Me lo pasó una de esas buenas personas que vale la pena conocer en twitter. @Teresa025650839 con la que intercambié unos mensajes muy interesantes. Eso no es extraño en los medios sociales. El contenido es impresionante. Debería ser de obligada exposición en los bachilleratos y universidades. No se pierdan palabra...








lunes, 17 de junio de 2013

Asustando a la ignorancia


Los Hegelianos o Marxistas cometieron el error fatal de confundir al Estado con la sociedad, o peor aún, de intentar integrar todos los poderes y la sociedad en el Estado. Evidentemente obviaron lo privado; especialmente la propiedad privada. Y si todo era Estado, ya no quedaba sitio para nada más. Por ello, toda doctrina derivada del Marxismo tiende a lo totalitario porque el Estado lo fagocita todo. De algo viene el adjetivo totalitario.

Pero al contrario de lo que el Estado cree, los integrantes que aceptan este tipo de sociedades totalitarias con un “es lo que hay” no son partidarios de nada, porque para ser partidario de algo tienes que tener opciones; y ahí radica una de las parcelas de nuestra libertad: poder elegir entre varios de lo que sea. Si te dan café para todos, la única opción libre que tienes es no elegir nada porque si te tomas el café, ya has perdido la libertad.

Imagina que te dan a elegir entre tres objetos aparentemente diferentes, pero que en realidad cumplen la misma función con el mismo esfuerzo. Entonces te estarían dando a elegir entre tres “de lo mismo”; y por lo tanto tampoco tendrías libertad de elección.
Pues bien, todos aquellos que sienten verdadero amor a la libertad y no la temen tienen que intuir que algo no está funcionando hace tiempo. Aunque no nos hubiese azotado la crisis económica, ya se percibía una crisis de valores, un relativismo, un casi todo vale y una falta de puntos fijos morales de referencia.

Ese tipo de normas y formas de relación, sin estar escritas ni impuestas por ley alguna excepto por las de la costumbre, el saber estar, la educación o el saber relacionarse se aceptaban por todo el conjunto de la sociedad porque simplemente ni se cuestionaban: eran de sentido común y las cosas se hacían así. Y estas formas sociales y de valores se proyectan no en grandes empresas sino en los pequeños detalles del día a día: en un ceder al asiento a una persona anciana en el autobús, en socorrer a alguien si le están atracando, en ayudar a quien sufre un desmayo en la calle. Algo ha tenido que pasar para que mucho de esto se haya ido perdiendo; así, como agua que se te escapa de las manos, para que el miedo a ayudar al prójimo se haya apoderado de muchos. Pero algo todavía más terrible, más perverso subyace en la oscuridad de estas percepciones: es el miedo a una ley que proteja más al delincuente que al agraviado. Que se inviertan los papeles y que quien se decidió a ayudar sea castigado mientras liberan al delincuente... porque en este mundo todo es relativo. Y el malo es considerado bueno y el bueno se convierte en malo. En eso consiste el relativismo.

En la URSS, por ejemplo, te podían controlar por el terror llevándote castigado al Gulag por crímenes imaginarios que no habías cometido, después de un repasito en el Lubianka; donde confesabas todos tus crímenes. Pero esa no es la única forma... también te pueden controlar idiotizando el lenguaje hasta extremos donde el uso de una palabra incorrecta puede llevar tus huesos a dar con un tribunal de justicia y hasta con la cárcel. No sé como ciertas palabras no han sido borradas ya del DRAE porque pueden ser consideradas racistas y ciertos colores prohibidos. Vivimos en la sociedad de las prohibiciones.

La caída del muro de Berlín fue la primera ficha que se precipitó en la descomposición del comunismo en Europa hasta desintegrarse por completo la Unión Soviética. Pero los ideólogos europeos del comunismo (que nunca lo sufrieron, de verdad, en sus carnes) no iban a soltar tan fácilmente su presa, y lograron triunfar en el campo de las ideas y los pensamientos. Y ese veneno ha calado en los huesos de la sociedad civil a través del Estado y los medios de comunicación.

O mejor dicho, ideando para que no tengas ideas. Maquinando para que la individualidad, lo que nos distingue como diferentes a unos de otros, se viva con vergüenza. Si un crío es hiperinteligente en la escuela no hay que ayudarle para nada porque "no le hace falta", ese ya funciona solo. Al que hay que ayudar es al gamberro, al objetor escolar, aquel cuyo único objetivo es que no haya clase. Y si el resto acaban igual de ignorantes, para desesperación de un profesor al que los políticamente correctos le han quitado todas las armas para imponer disciplina, pues objetivo logrado. Si todo el mundo no puede ser igual de rico pues que sean igual de tontos... así yo los podré manipular mejor. Mientras, yo enviaré a mi hijo a una escuela donde no sigan esas directrices que predico. Eso, pues que sean igual en otras cosas. Se trataba de igualar a conveniencia: y esta filosofía lo que más reprime, lo que no soporta, es la inteligencia, la creatividad, lo que distingue a unos de otros. De ahí que se premie la mediocridad en las instituciones y hasta en la enseñanza. De ahí el sistema de enseñanza que hemos utilizado en la LOGSE, donde todos pueden ser bachilleres y todos, si me apuras, licenciados con un título que es papel mojado.

Y ya, lo peor de todo, que cualquier intento en cambiar un milímetro esa filosofía pasará por el tribunal de la inquisición de lo "políticamente correcto" y hordas de mediocres lucharán por su “libertad” lanzándose a la calle porque las han engañado los de la troupe de demagogos que viven opíparamente a base de prometer lo que no existe: en eso consiste la socialdemocracia o cualquier ideología. Ofrecen ideas incompletas como completas y una utopía al alcance de la mano, porque todos somos iguales. Y los pobres ilusos no se dan cuenta que si no logran la utopía no hay culpable, es simplemente porque las utopías no existen. Que lean a Orwell.
Vicente Jiménez