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viernes, 25 de septiembre de 2015

Periódicos sin gobierno o gobierno sin periódicos


Jefferson

"Yo mismo estoy convencido de que el mejor ejército siempre estará constituido por el sentido común de la sociedad civil. Podrán desviar al pueblo un momento, pero no para siempre. Las personas son los únicos censores de quienes les gobiernan: e incluso sus errores (los del pueblo) servirán para mantenerlos (a los gobernantes) dentro de los verdaderos principios de su institución (democracia formal). Castigar estos errores con demasiada severidad sería suprimir la única salvaguardia de la libertad pública. La manera de prevenir estas interposiciones irregulares de la gente es darles información completa de sus asuntos a través del canal de los documentos públicos, y de idear que esos documentos deben penetrar en toda la masa del pueblo. Ya que nuestra forma de gobierno está basada en la opinión pública, nuestro principal objetivo debe ser mantener ese derecho; y si dependiese de mí decidir si deberíamos tener un gobierno sin periódicos o periódicos sin gobierno, no vacilaría un instante en preferir lo último. Pero debo decir que todo hombre debe recibir esos papeles y ser capaz de leerlos". Thomas Jefferson 1
Cuando Jefferson en 1789 concluye que si tuviese que elegir entre un gobierno sin periódicos o periódicos sin gobierno elegiría la segunda opción, no enuncia este principio de forma baladí. Claro está, que dicha máxima se sustenta en solidas bases democráticas,  la honestidad hacia el pueblo y el del más puro patriotismo. Su discurso se fundamenta en que es el pueblo quien debe reafirmar o revocar al político, y si el pueblo se equivoca este hecho incluso reafirma el sistema de la democracia. Para que el pueblo no se equivoque a la hora de tomar decisiones debe recibir por, parte de los medios de comunicación la  verdad, toda la verdad y nada más que la verdad. Si las premisas son buenas el pueblo empleará el mayor de los sentidos comunes al tomar todo tipo de decisiones en caso de consultas, juzgar o elegir a sus representantes, o echarlos en caso de deslealtad hacia el pueblo.

Pero si la información ha de llegar a todos los rincones y hasta el último ciudadano de forma veraz y entera es el momento de hacer entrar las inteligentes observaciones de Tocqueville en su Democracia en América cuando manifestaba su asombro de que el gobierno de EE UU fijaba mucho su atención en que todas las comunidades americanas, por pequeñas que fuesen,  tenían su escuela; y la importancia dada a que todos los niños aprendiesen a leer y escribir y recibir una enseñanza pública a costa de los presupuestos del Estado. En cambio, la enseñanza superior ya debía ser pagada por los propios ciudadanos, si querían recibirla. Efectivamente, los periódicos ha de llegar a todos, pero todos ciudadano norteamericano debía saber leer y escribir con fluidez. Pero ante todo, y lo más importante, viene dado en el objetivo final: keeping the govenment in check; (mantener al gobierno controlado por parte del pueblo). Esto lo escribe Jefferson desde Europa perteneciendo al gobierno de los EE UU la víspera del día en la que estallaría la Revolución Francesa. Jefferson observa lo que está pasando en Europa y teme que se den las mismas circunstancia donde la sociedad la encuentra dividida en indefensas ovejas (el pueblo) devoradas por lobos (el gobierno)

Cuando comparamos la información veraz como un componente irrenunciable de los inventores de la democracia con la degeneración que estamos recibiendo tenemos una prueba más de la ausencia de las normas más elementales de la democracia en nuestro sistema de partidos. Los  bochornosos dislates que se escuchan en las tertulias televisivas y radiofónicas, los artículos cuyos titulares caen ya por el peso de la falsedad en la más bochornosa de las ignominias son el espejo del sistema de partidos. El gran engaño de que ir a votar es un ejercicio democrático per se crea un espejismo fatal en unos ciudadanos totalmente alienados. Ciudadanos sometidos constantemente a la gigantesca presión de un ejercicio de cinismo llevado a cabo sistemáticamente por unos medios al servicio del poder y no de los ciudadanos se aleja del principio de información por y para la democracia que propugna Jefferson.

En esta melé no nos queda claro si son los medios de comunicación y demás lobbies los verdaderamente poderosos o todo forma parte de la misma maraña. 

Ora ensalzan en un tiempo récord por generación espontánea a un personaje que se une a la casta que critica, ora crean nuevas naciones sacadas de la manga.

No es verdad que la verdad luzca y venza siempre con luz propia. La verdad tiende a fracasar y cuesta un inmenso esfuerzo y trabajo sacarla de las cavernas donde la esconden los corruptos. A falta de hombres de estado como Jefferson, somos nosotros, los ciudadanos, los que debemos airearla.

Vicente Jiménez




(1) I am persuaded myself that the good sense of the people will always be found to be the best army. They may be led astray for a moment, but will soon correct themselves. The people are the only censors of their governors: and even their errors will tend to keep these to the true principles of their institution. To punish these errors too severely would be to suppress the only safeguard of the public liberty. The way to prevent these irregular interpositions of the people is to give them full information of their affairs thro’ the channel of the public papers, & to contrive that those papers should penetrate the whole mass of the people. The basis of our governments being the opinion of the people, the very first object should be to keep that right; and were it left to me to decide whether we should have a government without newspapers or newspapers without a government, I should not hesitate a moment to prefer the latter. But I should mean that every man should receive those papers & be capable of reading them. Thomas Jefferson

QUOTATIONS ABOUT LIBERTY AND POWER: A Collection drawn from the Library of Liberty





















sábado, 15 de noviembre de 2014

Qué podemos esperar de Podemos


Últimamente parece haber surgido una nueva moda desde los informativos de radio y televisión, o las tertulias televisivas de periodistas con los eternos políticos invitados, y también en los periódicos de gran tirada consistente en ir martilleando tautológicamente el tema de la corrupción como si  de un fenómeno reciente se tratase.

Pero lo más curioso son unos personajes que han aparecido a todas horas y como por generación espontánea se han convertido en endémicos. Se trata de convidados que parecen tener todas las respuestas para salvar España denunciando mesiánicamente a los políticos activos y al sistema donde se permiten y desarrollan tales desmanes y corruptelas: dichos salvadores de patrias etiquetan al gremio de políticos con el nombre casta. De esta forma exceptuando, creo, a TVE mediáticamente se les ha potenciado contrastándolos a ellos con el aluvión de corruptelas. Los líderes del partido Podemos se autopresentan como adalides de la anticasta. Y voluntaria o involuntariamente los medios han contribuido a orquestarle a Podemos una impecable e impresionante campaña de publicidad. Y ellos, claro está, añaden el sello del triunfalismo rampante: compren nuestro producto, vienen a decirnos; cual anuncio de lotería de Navidad. Somos los de Podemos. Jamás se dio semejante trato de favor mediático a ningún partido, más y cuando tampoco aportan nada nuevo, como ellos afirman.

Ahora bien, presentarse como limpios y puros de corazón cuando no se ha tenido todavía ninguna oportunidad de corromperse suena a tomadura de pelo. Si jamás han tenido responsabilidades de gobierno tampoco han tenido la oportunidad de corromperse en política: por lo menos en España. Pero ellos se han autocalificado con el sello de la honradez dentro de su ADN. 


No vamos a analizar ni el programa (si lo tuviese) ni la ideología del nuevo partido Podemos porque cualquier ideología conduce a la irrealidad de las utopía y los cuentos cuentos son. Lo que vamos es a analizar verdades irrefutables del estado de la situación bajo los parámetros de la ciencia política.
 

Para aquellos cuyo interés sea anteponer la libertad a la igualdad las propuestas de cualquier sistema de partidos como en los que viven las potencias perdedoras de la segunda guerra mundial, junto a España, las tendríamos que enmarcar fuera del conjunto de libertades colectivas. Ya el tribunal de Bon  definió el sistema que surgió tras la Gran Guerra como Estados de partidos: es decir, los partidos formarían todos parte del Estado y daría igualo que fuese un solo partido o muchos.

Como de ese detalle Podemos no dice nada, pues no se le aprecia ninguna diferencia con cualquier otro de los partidos existentes. Pero si encima quieren resucitar viejas teorías leninistas que ya han demostrado su fracaso pues apaga y vámonos. Si quisiese vivir como lo hacen en Cuba o Venezuela ya me habría marchado a uno de esos países. No estaría mal que los líderes de Podemos se planteasen esa idea. 

La diferencia que nos enmarca a los amantes de la libertad colectiva fuera de las utopías es que el sistema de libertades democráticas sí triunfó históricamente en las trece colonias inglesas que se independizaron de Inglaterra. Así que en EE UU se logró históricamente el triunfo de la democracia mientras que el de las utopías igualitarias marxistas han fracasado estrepitosamente y sin excepción.

El sistema de libertades empieza a tomar sentido en la representación del ciudadano donde los diputados deben actuar para legislar como simples apoderados nuestros en el Congreso: es decir, como nuestros representantes. Representar o ser apoderado de alguien marca muy bien los límites en los que ese alguien puede actuar por nosotros: representar significa estar presentes por, pero no para todo y de cualquier manera: deben estar para cumplir con lo que les hemos mandado nosotros; de ahí el mandato imperativo. Ahora bien, ese mandato imperativo ha de surgir desde el origen: desde la sociedad civil y no desde los jefes de partido. Por cierto, nuestra constitución ¿no prohibe el mandato imperativo refiriéndose a los Jefes de partido? Ejem...

Ante la actitud reaccionaria de Podemos con sus sistemas asamblearios que la Ley de Hierro de los partidos desmonta de un plumazo hay que anteponer la representación. Quien ideó la representación fue Marsiglio de Pádua, y si antes nos hemos referido a los grandes filósofos que pensaron teóricamente en los principios que podían conducir a la participación ciudadana en la política también hemos comentado como el experimento useño demostró la certeza de esas teorías en la práctica. Sería Tocqueville quien analizaría más tarde el resultado del experimento useño corroborando el resultado.
 

Dicho sistema de libertades colectivas también se apoya en otro fulcro: el de la separación más escrupulosa entre el poder legislativo y el poder ejecutivo. No puede haber libertad sin Montesquieu

De la representación ha de surgir también un Presidente de Gobierno honrado, valiente e inteligente que hubiésemos escogido para que tomase las decisiones en todas aquellas situaciones no previstas: lo que es un verdadero hombre de Estado.


Tendríamos entonces a nuestro servicio al gobierno para tomar decisiones para salvar al pueblo durante las emergencias o lo imprevisto y a los funcionarios para solventar la papeleta ante lo previsible: por eso los funcionarios no toman ni una sola decisión fuera de sus normativas: porque todo lo tienen previsto. Así cualquier ciudadano podría pensar: "en mis apoderados los legisladores, en el hombre de estado presidente junto al gobierno, en los funcionarios y en mi propia industria para sacar mi casa adelante es en quienes confiaré la tranquilidad de mi sueño y no el insomnio de mi desconcierto actual".

Podemos no ofrece nada nuevo al permanecer en el sistema de partidos. Presumen de demócratas cuando desconocen lo que significa la democracia creyéndose que están en la Atenas de Pericles.


Incluso si les funcionasen las asambleas, a los ciudadanos no nos afecta para nada la democracia que puedan tener dentro de su partido porque ese detalle de democracia interna en los partidos, en caso de existir (veremos que no) les afectaría solo a ellos: lo que de verdad nos importa a los electores es la democracia existente fuera de los partidos; esa de la representación y separación absoluta de poderes.

Es más, los líderes de Podemos ignoran la Ley de Hierro de Robert Michels, quien llegó a la conclusión al estudiar la estructura de los grandes partidos de masas europeos, especialmente la del Partido Socialdemócrata Alemán (SPD), que el poder de los partidos de masas desemboca inevitablemente concentrado en un grupo más o menos reducido. Es decir, el poder se lo queda uno y de ahí a escoger a un secretario general no ha pasado mucho. Si eso es cierto mucho menos cierto será afirmar que una nación como España puede gobernarse mediante bulés asamblearias de gobierno; concepto absolutamente reaccionario que nos devuelve a los principios de la democracia griega y obvia el antiguo y probado descubrimiento de Marsiglio de Padua.

En conclusión: ni puede haber democracia interna dentro de ningún partido de masas ni una nación se puede gobernar mediante asambleas. Esas ideas no dejan de despertar cierta sonrisa por lo pueriles que resultan si prescindimos de la ignorancia, pero hay muchos desesperados y convencidos de buena fe dispuestos a creerlas.

Tampoco deja de ser anecdótico que Podemos haya copiado de Obama el Yes We Can y del periodista Enrique de Diego el concepto de casta, idea que desarrolló el periodista y escritor en su Manifiesto de las Clases Medias.

Pero todo lo perdonaría yo si viese en el programa de Podemos o de cualquier otro partido la propuesta del cambio de la Ley Electoral: el lodo que ha traído estos barros y nos ha metido en una ciénaga. Ningún partido propone al diputado de distrito, que tal como indica el pensador y jurista A.G.Trevijano ha de partir de distritos pequeños de unos cien mil habitantes; pagado por esos habitantes, representando a ese distrito electoral con cargo revocable y que debe ser escogido por mayoría absoluta: a doble vuelta si fuese necesario. Ese sí sería un primer paso hacia la democracia. Es evidente que un cambio de ley electoral pero para meternos en un sistema totalitario del tipo que sea sería entonces algo contra lo que habría que luchar con uñas y dientes.


Pero bajo esa falsa apariencia innovadora Podemos sí puede aportarnos algo positivo y es el enorme terror que los oligarcas puedan sentir a perder sus hasta ahora inamovibles poltronas. Seguramente, en ese miedo Podemos será un acicate para que quienes mandan hagan mejor las cosas y pierdan esa sensación de impunidad con la que han actuado hasta ahora. Claro, que eso ocurrirá mientras que Podemos no sea fagocitado por los consensos y el sistema actual. El primer paso ya lo han dado bajo los vítores de sus fieles elegiendo Secretario General y la cúpula. La ley de hierro es un principio universal.

Vicente Jiménez

viernes, 23 de mayo de 2014

Sobre sucesiones e igualdad. Un texto de Tocqueville


"... Pero la ley sobre sucesiones fue la que hizo dar a la igualdad su último paso.

Me sorprende que los publicistas antiguos y modernos no hayan atribuido a las leyes sobre las sucesiones una gran influencia en la marcha de los negocios humanos. Esas leyes pertenecen, es verdad, al orden civil; pero deberían estar colocadas a la cabeza de todas las instituciones políticas; porque influyen increíblemente sobre el estado social de los pueblos, cuyas leyes políticas no son más que su expresión. Tienen además una manera segura y uniforme de obrar sobre la sociedad, apoderándose en cierto modo de las generaciones antes de su nacimiento. Por ellas, el hombre está armado de un poder casi divino sobre el porvenir de sus semejantes. El legislador reglamenta una vez la sucesión de los ciudadanos, y puede descansar durante siglos; dado el movimiento a su obra, puede retirar la mano; la máquina actúa por sus propias fuerzas, y se dirige por sí misma hacia la meta indicada de antemano. Constituida de cierta manera, reúne, concentra, agrupa en torno de alguna cabeza la propiedad y muy pronto, después, el poder, haciendo surgir de algún modo la aristocracia de la tierra. Conducida por otros principios, y lanzada en otra dirección, su acción es más rápida aún: divide, reparte y disminuye los bienes y el poder. Ocurre a veces que sorprende la rapidez de su marcha, desconfiando de detener su movimiento, se intenta al menos poner ante ella dificultades y obstáculos y se quiere contrabalancear su acción por medio de esfuerzos contrarios. ¡Cuidados inútiles! Porque tritura o hace volar en pedazos todo lo que halla a su paso; se yergue y vuelve a caer por tierra, hasta que no se presenta ante la vista más que un polvo movedizo e impalpable, sobre el cual se asienta la democracia.

Cuando la ley de sucesiones permite y con más fuerte razón ordena el reparto por igual de los bienes del padre entre todos los hijos, sus efectos son de dos clases. Importa distinguirlos con cuidado, aunque tiendan al mismo fin.

En virtud de la ley de sucesiones, la muerte de cada propietario provoca una revolución en la propiedad. No solamente los bienes cambian de dueño, sino que cambian, por decirlo así, de naturaleza. Se fraccionan sin cesar en partes cada vez más pequeñas.

Ese es el efecto directo en cierto modo material de la ley. En los países donde la legislación establece la igualdad en el reparto, los bienes, y particularmente las fortunas territoriales, tienen una tendencia permanente a reducirse. Sin embargo, los efectos de esta legislación no se dejarían sentir sino a la larga, si la ley estuviera abandonada a sus propias fuerzas; puesto que, aunque la familia no se componga más que de dos hijos (y el promedio de las familias en un país más poblado que Francia, es según se dice, de tres cuando menos), esos hijos al repartirse la fortuna de su padre y de su madre, no serán más pobres que cada uno de éstos individualmente.

Pero la ley del reparto igual no solamente ejerce influencia sobre el porvenir de los bienes; actúa sobre el ánimo de los propietarios y suscita pasiones en su ayuda. Sus efectos indirectos son los que destruyen rápidamente las grandes fortunas y sobre todo las grandes propiedades territoriales.

En los pueblos donde la ley de sucesiones está fundada sobre el derecho de primogenitura, pasan más o menos de generación en generación sin dividirse. Resulta de ello que el espíritu de familia se materializa de cierto modo en la tierra misma. La familia representa a la tierra, la tierra representa a la familia; perpetúa su nombre, su origen, su gloria, su poder y sus virtudes. Es un testigo imperecedero del pasado, y una prenda preciosa de la existencia futura.

Cuando la ley de sucesiones establece el reparto igual, destruye la unión intima que existía entre el espíritu de familia y la conservación de la tierra, la tierra cesa de representar a la familia, puesto que, no pudiendo dejar de ser repartida al cabo de una o de dos generaciones, es evidente que debe reducirse sin cesar acabando por desaparecer enteramente. Los hijos de un gran propietario territorial, si son en pequeño número, o si la suerte les favorece, pueden tener la esperanza de no ser menos ricos que su padre, pero no la de poseer sus mismos bienes. Su riqueza se compondrá necesariamente de otros elementos".
La Democracia en América, Alexis Tocqueville, ebook

jueves, 24 de abril de 2014

El alma democrática


... la igualdad ha precedido a la libertad: la igualdad era, pues, un hecho antiguo, cuando la libertad era todavía una cosa nueva; la una había creado ya opiniones, usos y leyes que le eran propias...
...La igualdad suministra cada día una gran cantidad de pequeños goces a cada hombre. Sus hechizos se sienten a cada momento y están al alcance de todos; a los corazones más nobles no les son insensibles, y las almas más vulgares hacen de ellos sus delicias. La pasión que la igualdad hace nacer, debe ser a la vez general y enérgica.

Los hombres no pueden gozar de la libertad política sin comprarla mediante algunos sacrificios, y si la consiguen es con muchos esfuerzos; pero los placeres que la igualdad procura se ofrecen por sí solos; cada uno de los pequeños incidentes de la vida privada parece hacerlos nacer, y para gustarlos no se necesita más que vivir.

Entre las leyes que rigen las sociedades humanas, hay una que parece más precisa y más clara que todas las demás. Para que los hombres permanezcan civilizados o lleguen a serlo, es necesario que el arte de asociarse se desarrolle entre ellos y se perfeccione en la misma proporción en que la igualdad de condiciones aumenta Tocqueville La Democracia en América, Vol II

Fuente: Colonial Authority


Cómo transformaría un Estado realmente democrático al individuo ¿plantearía una cuestión de causa-efecto? Dicho de otra forma, ¿existe una relación entre el régimen que vive una nación y la psicología, aptitudes y actitudes de los individuos que la habitan?

Algo así me pareció percibir por lo que me dijo un amigo una calurosa noche de verano en un pueblecito situado al norte de Estados Unidos. Estábamos tomando una cerveza helada en el porche de su casa y de alguna manera la atención de nuestra conversación se fue hacia el tejado de la casa:

  -Los dos últimos inviernos han sido muy duros. Voy a tener que poner un tejado nuevo.

  -Eso será caro ¿no?

  -No, si lo hacemos entre algunos amigos.

  -El año pasado le pusimos un tejado nuevo a la casa de Andy.

  -¿Ah si?, ¿Cuánto tardasteis?

  -Dos días

  -¿Eso se puede hacer en dos día?

  -Desde luego, si somos cuatro tipos dispuestos a trabajar duro, con las herramientas adecuadas, y si cada uno sabe lo que está haciendo; desde luego que sí

  -Una buena forma de ahorrar...

  -Sí - apostillo con una sonrisa de satisfacción mi amigo - Pero al finalizar el día no hay nada mejor que tomarse una buena cerveza helada contemplando todos un trabajo bien hecho.

Aunque tan solo sea rascar la superficie, creo que mi amigo Wayne me había descrito algo de aquello que Tocqueville observó y describió en el Volumen 2 de la Democracia en América.
Uno de ellos trabajaba en la construcción, Wayne era ingeniero, otro profesor y el último tenía un negocio en el pueblo. Hombres de distintas edades y profesiones con un espíritu de comunidad que choca al viajero cuando de verdad convive con ellos. Nadie más ni menos que nadie: el principio de igualdad y la ayuda mutua surge de forma natural. Ese espíritu de comunidad se ve por todas partes: un grupo de jóvenes voluntarios que limpian de hojas el parque un sábado por la mañana, otros que se visitan los domingos a hacer una barbacoa..., o alguien que viaja 60 Km para arreglarle el ordenador a una señora mayor viuda que vivía en medio de ninguna parte, pero que me di cuenta que aunque vivía sola no estaba sola. Y el buen samaritano no tenía relación de parentesco alguno. Pero hizo 40 millas de ida y otras 40 de vuelta y tan solo aceptó un café y unas pastas como premio cuando acabó el trabajo.. 

Simplemente: las cosas funcionaban así. No se trataba de una solidaridad forzada sino de algo que surge de forma natural. Ese fenómeno se da en las poblaciones pequeñas, algo que también menciona Tocqueville. En una ciudad grande la historia es otra, por eso un ingeniero y su mujer se trasladaron a vivir cerca de Two Rivers o Trivers (como le llaman los lugareños), Wisconsin. Antes habían vivido en Indianápolis: una ciudad demasiado grande para su gusto.


Intuyo que en ese espíritu de igualdad y de comunidad se da la inercia de cuando los primeros pobladores llegaron casi con lo puesto y tuvieron que sobrevivir a los duros inviernos con medios muy escasos y casi sin comida. El viaje desde Europa de aquellos primeros pobladores en pequeños barcos de vela no permitía que llevasen equipaje. Por cuestiones de espacio solo acarreaban con  lo imprescindible. Nadie se permitía el lujo de transportar un mueble, pero sí la herramienta básica para hacerlo. Digamos que si llevaban un hacha desde Europa no iba con el mango. Recuerdo visitar un poblado, que conservan como patrimonio histórico, de cuando llegaron aquellos primeros pioneros y marcaban muy bien este hecho: objeto traído de Europa, mesa fabricada de tal madera... Todo lo fabricado era genuinamente americano menos lo que necesitaba un proceso industrial.


La democracia se forjó en un espíritu de comunidad y supervivencia donde todos se hallaban ante las mismas condiciones de penuria y supervivencia, y estas condiciones eran tan extremadamente duras que muchos se quedaron por el camino. Los museos están llenos de ejemplos de la vida de aquellos primeros pobladores y su lucha por la supervivencia. Y de su relaciones con los indios nativos; unas veces de cooperación (de ahí viene el día de Acción de Gracias) y comercio y otras no tan afortunadas.


Nueva Inglaterra fue el crisol donde se forjó la democracia en América. Allí fueron a parar los intelectuales perseguidos en las guerras de religión de Inglaterra, banqueros, médicos, maestros, abogados..., excedentes inconformistas de toda Europa. Es decir, se necesitó un foco intelectual que diese forma a un mundo completamente nuevo que se abría hacia los europeos que por algún motivo u otro tuvieron que marcharse a esas nuevas tierras. Es como si de pronto encontrásemos otro planeta habitable y un grupo de pioneros quisiese probar suerte llevándose lo imprescindible para sobrevivir. Algo así debió ocurrir. Pensad quiénes se marcharían de tener la oportunidad: primero deberían ser arriesgados y valientes para tomar tal decisión. Después muchos puede que desesperados sin nada que perder excepto la vida ¿Que tipo de sociedad crearía esta segunda situación? ¿Una de desahucios donde los responsables de la catástrofe quedan libres y con pensiones de ensueño? ¿Una donde pueden obligarte a decidir si quieres ser español o te puedían asesinar por se español mientras los asesinos acaban libres gracias a los derechos del hombre? ¿Médicos, arquitectos y abogados sin trabajo ni esperanza de encontrarlo? ¿Qué tipo de sociedades te obligarían a ser pionero en ese planeta? Piensen en ello...
 Vicente Jiménez

sábado, 19 de abril de 2014

La ley de leyes



"The will of the nation" is one of those expressions which have been most profusely abused by the wily and the despotic of every age”. Tocqueville Democracy in America


Según Tocqueville la “voluntad del pueblo es una de esas expresiones que han utilizado más los déspotas de cualquier época”. Todos los satélites orbitando en torno a un tirano, los últimos arribistas, oportunistas y el resto... la masa de infortunados ciudadanos que se han abandonado a callar apoyan en mayor o menor medida los sistemas totalitarios y de pensamiento único.


Cuando las decisiones ya tomadas desde el poder se presentan como el “deseo del pueblo” o disfrazadas en forma de votaciones para “decidir” aquello que estaba ya dictaminado desde el sancta santorum de la oligarquía dominante, para ser en seguida ratificado por sus palmeros nos encontramos sumergidos en la peor de las dictaduras. Utilizar el sufragio como coartada de una farsa en beneficio de inconfesables intereses personales es rizar el rizo de la perversidad y el abuso de poder: no hay peor dictadura que la que se disfraza de democracia.


Un pueblo libre decide por sufragio sobre los temas que verdaderamente obedecen a intereses personales de la vida cotidiana de los mismos ciudadanos y donde cada uno de ellos ha sido idénticamente informado y se halla con idéntico poder. Un pueblo libre toma decisiones de forma directa o mediante sus representantes (aquellos que están presentes por ellos) sobre cuestiones tales como a qué o quienes se les aplica los recortes, sobre las leyes que controlan a los gestores públicos, sobre cómo recuperar el dinero público mangado, sobre los desahucios, sobre la responsabilidad del prestamista (banquero) y si éste presenta contratos abusivos , la escolarización, las guarderías, la conciliación de la vida familiar con el trabajo, las pensiones; y ya que las feministas jamás lo han sacado a la palestra porque no es políticamente correcto (cuando la izquierda ha estado en el poder ese tema ha sido siempre tabú) la mísera pensión que le queda a las viudas una vez fallecido el marido; y tantas otras cuestiones que sí le importan y preocupan a la sociedad civil: a cada uno de los hombres y mujeres que no se encuentran representados ni en el Estado y mucho menos en los estaditos. Un pueblo libre no tiene por que votar propuestas sobre problemas fraguados por políticos ineptos simplemente porque no saben o no les interesa resolver las dificultades de verdad. Un pueblo libre no tiene por que decidir sobre cortinas de humo echadas al viento para tapar las vergüenzas de la mediocridad y corrupción de las oligarquías que han hecho de la dilapidación del dinero público su modus vivendi escondiendo la corrupción en irrealidades y fabulaciones.


Un pueblo libre requiere de verdaderos representantes – aquellos ciudadanos surgidos desde la sociedad civil para la sociedad civil y cuya función es siempre realizar una función de intermediación con el Estado; y como dijo A. Lincoln en su famoso discurso de Guettisburg, conseguir un : “gobierno del pueblo, por el pueblo y para el pueblo”.


Una sociedad libre necesita, en definitiva, la representatividad reflejada desde sus instituciones al conjunto de la cidadanía – que las acciones de sus representantes reflejen de verdad los verdaderos deseos y esperanzas que esa sociedad civil ha confiado en ellos, y resuelva sus problemas: no que origine otros que ni siquiera existían dejando los de verdad sin resolver. Es la soberanía del pueblo la que debe tomar posesión del Estado pasando desde el primer ciudadano al último estamento... impregnándolo todo.


Volviendo a parafrasear Tocqueville, hay que leer y releer a Tocqueville, que la soberanía del pueblo llegue a convertirse en la ley de leyes.

domingo, 13 de abril de 2014

Tocqueville: un autor de obligada lectura


Manuscrito de la Democracia en América

Os presento a Tocqueville. Nació de una familia aristocrática tres años antes de que Napoleón invadiese España, es decir, en 1805. Después de sobrevivir a un año de prisión sus padres se salvaron de la guillotina por los pelos gracias a la caída del reino del terror en el que desembocó la Revolución Francesa. La ejecución de Robespierre en 1794 les salvó la vida a todos. Tocqueville se preguntó por qué la Revolución había fracasado en Francia mientras que la democracia entró de forma tan dulce en EEUU una vez ganada la Guerra de Independencia contra Inglaterra. Así que bajo el pretexto de ser comisionado para estudiar el sistema penitenciario americano se fue a viajar por EEUU durante ocho años después de un primer viaje de nueve meses en busca del Santo Grial de la democracia como un Sir Lancelot de las mismísimas crónicas artúricas.



Si bien Hobbes, Locke y Rousseau creyeron en un Edén inicial de un “estado de la naturaleza” en el que todos habíamos nacido libres e iguales y donde las cosas se torcieron; Tocqueville llegó a la conclusión contraria por un camino mucho más sutil y sin dejar de tener la impronta roussoniana del estado “natural del hombre”: en el devenir de la historia se da una fuerza natural forjadora de sociedades más justas, libres y capaces de lograr la igualdad.



Hay un hecho que llama la atención de los europeo nada más alcanzar las costas de los Estados Unidos y es la igualdad de fortunas que reina a primera vista y que hace considerarlos a todos como iguales en condición, y este hecho da al espíritu público cierta dirección, determinado giro a las leyes; a los gobernantes máximas nuevas, y costumbres particulares a los gobernados. Pronto reconocí que ese mismo hecho lleva su influencia mucho más allá de las costumbres políticas y de las leyes, y que no predomina menos sobre la sociedad civil que sobre el gobierno: crea opiniones, hace nacer sentimientos, sugiere usos y modifica todo lo que no es productivo.

Si a partir del s XI examinamos lo que pasa en Francia de cincuenta en cincuenta años, al cabo de cada uno de esos periodos, no dejaremos de percibir que una doble revolución se ha operado en el estado de la sociedad. El noble habrá bajado en la escala social y el labriego ascendido. Uno desciende y el otro sube. Casi medio siglo los acerca, y pronto van a tocarse.



Tan impresionado quedó Tocqueville cuando estudió in situ la democracia en América, que llegó a considerar lograda la meta social del hombre: de haber conocido la teoría de Darwin sobre la evolución Tocqueville hubiese pensado: del australutiphecus al homo sapiens y de ahí a la democracia en América. Pero esa democracia no es un parto sin dolor porque tiene sus detractores en constante conflicto con sus defensores. Pero esos detractores no pueden evitar que la naturaleza se abra paso y en su introducción a la Democracia en América nos presenta una evolución del proceso basándose en la historia de Francia desde la Edad Media hasta el experimento americano de la democracia.



Desde ese momento concebí la idea de este libro. Una gran revolución democrática se palpa entre nosotros. Todos la ven; la juzgan de la misma manera. Unos la consideran como una cosa nueva y, tornándola por un accidente, creen poder detenerla todavía; mientras otros la juzgan indestructible, porque les parece el hecho más antiguo y el más permanente que se conoce en la historia.



Sin, embargo, a medida que se descubren nuevos caminos para llegar al poder, oscila el valor del nacimiento. En el siglo XI, la nobleza era de un valor inestimable; se compra en el siglo XIII; el primer ennoblecimiento tiene lugar en 1270, y la igualdad llega por fin al gobierno por medio de la aristocracia...

En cuanto los trabajos de la inteligencia llegaron a ser fuentes de fuerza y de riqueza, se consideró cada desarrollo de la ciencia, cada conocimiento nuevo y cada idea nueva, como un germen de poder puesto al alcance del pueblo. La poesía, la elocuencia, la. memoria, los destellos de ingenio, las luces de la imaginación, la profundidad del pensamiento, todos esos dones que el cielo concede al azar, beneficiaron a la democracia y, aun cuando se encontraran en poder de su s adversarios, sirvieron a la causa poniendo de relieve la grandeza natural del hombre. Sus conquistas se agrandaron con las de la civilización y las de las luces, y la literatura fue un arsenal abierto a todos, a donde los débiles y los pobres acudían cada día en busca de armas.



Aquí tenemos a Tocqueville en la introducción de su libro considerando el ideal roussoniano de la soberanía del pueblo como una realidad social ya alcanzada en EEUU y que podía ser llevada a Europa.



Entonces, transporté mi pensamiento hacia nuestro hemisferio, y me pareció percibir algo, análogo al espectáculo que me ofrecía el Nuevo Mundo. Vi la igualdad de condiciones que, sin haber alcanzado como en los Estados Unidos sus limites extremos, se acercaba a ellos cada día más de prisa; y la misma democracia, que gobernaba las sociedades norteamericanas, me pareció avanzar rápidamente hacia el poder en Europa.



Pero al mismo tiempo Tocqueville desconfía siempre del poder aunque sea el pueblo quien lo detente, porque poder y abuso forman un tándem inseparable con tendencia a generar un problema que Rousseau había dado poca importanciai pero que sí preocupaba a Tocqueville, y mucho: la posible tiranía que la mayoría podía llegar a ejercer al alcanzar el poder. Un fenómeno que los americanos bautizaron como “mobocracy ”o “ chusmocracia” (de chusma o populacho) y cuya evidencia irrefutable llegó a los padres de la patria de mano de los mismos evangelios: la condena de Cristo cuando un cobarde Pilatos “se lavó las manos” y le dio el poder al pueblo durante un instante: suficiente para que una manipulable chusma condenase a muerte a un inocente. La cobardía de los gobernantes que no se atreven a tomar decisiones de Estado es algo a lo que desgraciadamente no somos ajenos.



i En mi opinión, esa fue la clave del fracaso de las teorías políticas que se basaron posteriormente en esa confianza de Rousseau hacia el poder del pueblo y que más tarde tomaría prestado Hegel y Marx. Al contrario que Rousseau, Tocqueville jamás creyó en ninguna utopía y desconfió sitemáticamente del poder. Incluso en su Volumen II desconfía de la democracia y previó lo que ahora se denomina lo “políticamente correcto”



Bibliografía



Democracy in America, Alexis De Tocqueville Volume One, Book One, Introduction



 

lunes, 15 de abril de 2013

¿República o democracia?



I pledge allegiance to the flag of the United States of America,
and to the
Republic for which it stands, one Nation under God, indivisible, with liberty and justice for all."
"Juro lealtad a mi bandera y la República que representa, una nación bajo Dios, indivisible, con libertad y justicia para todos". Juramento de Lealtad a la Bandera de EE.UU.
El juramento a la bandera de los EE.UU no se refiere en ningún momento a la democracia, y sí menciona explícitamente la palabra república: la diferencia entre democracia y república que establecieron los grandes estadistas padres fundadores de esa nación no es baladí. En este artículo vamos a realizar el ejercicio intelectual de trabajar con criterios y no con opiniones, para así centrar nuestra atención sobre esta diferencia fundamental.
En primer lugar tenemos que establecer la diferencia entre una opinión y un criterio:
Una opinión se puede discutir y todos tenemos opiniones sobre esto o aquello y  además el derecho natural a poder manifestar libremente nuestra opiniones. No solo eso, resulta un ejercicio sano el respetar las opiniones de los demás, aunque no las compartamos. Sin embargo,  no todos tenemos criterio sobre cualquier tema: el criterio es una verdad universal hasta que se demuestre lo contrario; como en todo, claro.


Según el DRAE … Opinión: “Dictamen o juicio que se forma de algo cuestionable”. Criterio: “Norma para conocer la verdad”.

Para aclarar la diferencia veamos el siguiente ejemplo. Cualquiera puede tener una opinión respecto a un edificio: le puede parecer bonito, lujoso, agradable, horrible o un engendro. En cambio, solamente un arquitecto profesional tendrá la capacidad intelectual y los conocimientos generales necesario para analizar ese edificio bajo una serie de criterios: y este criterio estará justificado por una verdad técnica o de cualquier otro tipo. Pueden ser criterios basados en las leyes físicas de la resistencia de materiales, distribución de la carga o cualquier otro concepto físico, legal o estético.
Después de este paréntesis, tenemos la bases para realizar el ejercicio intelectual que voy a proponeros. Básicamente, no hay diferencias entre una democracia y una república excepto en un aspecto muy sutil e interesante:

En una república la soberanía está en cada individuo, mientras que en una democracia la soberanía está en el grupo.

Cuando la soberanía está en el grupo implica que hay consenso. Consenso significa, en el fondo, que sacrificamos el pensamiento individual y tenemos forzosamente que aceptar el pensamiento único; pero el pensamiento único, en el fondo, es el de las dictaduras. Un ejemplo patente lo sufrimos en la dictadura de “lo políticamente correcto”. En España, en estos momentos, sabemos que hay ciertas cosas que caen por su propio peso, cosas evidentes, leyes naturales y de criterio económico, social y de sentido común cuya expresión pública está perseguida por la ley bajo la etiqueta de “racismo”. Piensen en la denuncia que le ha caído al alcalde de Badalona por parte de un fiscal por unos panfletos en la última campaña electoral refiriéndose al problema de convivencia que cierta etnia está causando en la zona. Bajo el criterio de las fichas policiales debe resultar que lo que expresaba el panfleto es evidentemente verdadero, pero el alcalde ha sido imputado de todas formas y seguramente de acuerdo a ley. Ello se debe a que quienes legislaron pusieron demasiado celo en la protección de la inmigración siguiendo posiblemente la dictadura de lo políticamente correcto. Una de las rémoras que arrastramos en la socialdemocracia en la que vivimos en toda Europa es perseguir la evidencia. Doblar la verdad mediante ingeniería social.
Esto es lo que se quiere evitar en la Constitución de los EE.UU. Y el ejemplo lo resume perfectamente el juramento a la bandera: Al mencionar la palabra república en el sentido en el que lo hace, el pensamiento único y el respeto al pensamiento individual queda asegurado. Es decir, la libertad del individuo de pensar y poder expresar lo que quiera, aunque se salga del grupo mayoritario es lo primero que le garantizan. Y el concepto más importante: que la ley no puede nunca perseguirle por ello.
En una República, los poderes de la soberanía recaen en el pueblo y se ejerce por el pueblo, ya sea directamente o por conducto de un represente, cuyos poderes están delegados. Representar significa que "están presente por ti" sólo donde tú no puedes estar físicamente. Si puedes estar, no hay representante que valga. Vendría a ser como cuando le firmas poderes a alguien ante notario. En una república, el grupo sólo puede asesorar y el individuo soberano es libre de rechazar el pensamiento de la mayoría del grupo.
En una Democracia, el poder soberano reside y se ejerce por todo el cuerpo de ciudadanos libres directa o indirectamente a través de un sistema de representación. Pero aquí el 49% tiene que someterse al 51%. Por lo tanto, el 49% no tiene derechos porque los ha perdido al perder la votación. Ese 49% han sido relegados a pertenecer al grupo de ciudadanos “sin derechos”. Así que una democracia vendría a ser una dictadura de la mayoría. A Sócrates, por ejemplo, lo ejecutó una democracia porque la sentencia la decidió una mayoría. Lo malo, es que Sócrates no había hecho nada malo ni perjudicado a nadie para merecer el castigo de una ejecución.

 Los cuáqueros que inspiraron la Constitución de los Estados Unidos pensaron que no querían que una mayoría coartara las posibilidades de la minoría recordando la historia de Jesús de Nazaret, que fue condenado injustamente también por una mayoría, a la que despreciaron con el nombre de "mobocracy", es decir, "chusmocracia" (mob = chusma peligrosa,agresiva y descontrolada). O dictadura de la chusma.
Por lo tanto, en la República de EE.UU se preocuparon de los derechos de las minorías individuales bajo la máxima de "libertad y justicia para todos". Eso quiere decir justicia igual para todos ¿os suena? Y donde las personas tienen derechos naturales en lugar de los derechos civiles. Esa protección de las decisiones de la mayoría se halla garantizada mediante una Carta de Derechos.
Interesante... Los fundadores de los Estados Unidos crearon la Autoridad política con tres legitimaciones que ningún otro pueblo ha podido igualar: Legitimación moral de la ruptura con la Corona británica mediante la Declaración de Independencia de 4 de Julio de 1776. Legitimación republicana de la Constitución federal de un poder personalizado y electivo, con la segunda Constitución, redactada por un comité presidido por Washington, tras el insólito hecho, que tanto impresionó a Tocqueville, según confiesa en la Democracia en América, de la auto-suspensión del poder colegiado que estableció la primera Constitución. Legitimación democrática del ejercicio del poder, mediante las Enmiendas constitucionales de 1791, presentadas por Madison como “barreras contra el poder en todas las formas y en todos los comportamientos del gobierno”. Antonio Ga-Trevijano, Teoría Pura de la República, EDICIONES MCRC.
En realidad, en los Estados Unidos se da una mezcla de los dos sistemas de gobierno: republicano y democrático. La gente disfruta de sus derechos  naturales de la República dados por Dios. En una democracia, los ciudadanos gozan de privilegios concedidos por el gobiernotambién conocidos como derechos civiles. De ahí los del Partido Demócrata y Partido Republicano,
Hay que situarse en el momento histórico: cuando los patriotas tuvieron la victoria en sus manos después de la Guerra de Independencia se vieron obligados a enfrentarse a decisiones muy importantes para no repetir las lacras endémicas de la "vieja y corrupta Europa", así que se encontraron ante la gran división política intelectual en qué basar lo que querían hacer con esa libertad conquistada a sangre y fuego. La respuesta se hallaba en dos filósofos políticos: Hobbes y Locke. Hobbes defendía que el poder se inclinase hacia el lado del gobierno y como consecuencia que la soberanía residía en el estado. Locke, por el contrario, estaba del lado de la gente y creía que la fuente de la soberanía era del pueblo por encima del estado.
Tengo la esperanza de que los EE.UU. Con todos sus defectos continúen siempre por el camino de la república porque personalmente valoro la libertad individual. No quiero vivir en una colmena.

Thomas  Jefferson dijo que la libertad y la ignorancia no podían coexistir.
España no ha sabido nunca lo qué es una democracia y no digamos ya una república, en el sentido purista del concepto: es imprescindible una amplia campaña de difusión de criterios que sean verdaderos y no estén vacíos de contenido, como pasa con el populismo porque su única función es abastecer los intereses de la casta parasitaria y no los del ciudadano.

En mi próximo artículo, dibujaré una situación que servirá de ejemplo para traducir de forma práctica lo que deberíamos hacer los españoles, según criterio de importantes estadistas, para empezar a solucionar los problemas que tenemos. Desde luego, sin una república en ese sentido puro de la palabra, resulta totalmente imposible solucionar nada y estaremos dando palos de ciego. Peor todavía: si no tenemos un golpe de suerte dejaremos a nuestros hijos y nietos la peor herencia que los españoles hayamos legado nunca a las futuras generaciones. Nuestra excusa - nuestra luctuosa historia - y nuestra responsabilidad es habernos dejado guiar por una nefasta ingeniería social. Y esto debemos solucionarlo sí o sí.






Vicente Jiménez