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sábado, 11 de enero de 2014

En el país de los houyhnhmn


« Existe entre nosotros una asociación de hombres entrenados desde su juventud en el arte de probar, con un amplio vocabulario, que lo blanco es negro y lo negro es blanco; según para lo que se les pague. Para esta sociedad el resto de las personas son simples esclavos. Por ejemplo: si mi vecino quiere apoderarse de mi vaca, contrata a un abogado para que demuestre que la vaca le pertenece. Entonces, me veo obligado a contratar a otro abogado para que defienda mi derecho, ya que va contra la ley que un hombre pueda representarse a sí mismo. Ahora bien; en este caso, yo, que soy el propietario legítimo, me hallo ante dos desventajas: La primera es que, como mi abogado se ha ejercitado casi desde su cuna en defender la falsedad, cuando quiere abogar por la justicia - oficio que no le es natural- lo hace siempre con gran torpeza, o si no actúa directamente con mala fe. La segunda desventaja es que mi abogado debe proceder con gran precaución, pues de otro modo le reprenderán los jueces y le aborrecerán sus colegas, por degradar el ejercicio de la ley. No tengo, pues, sino dos medios para defender mi vaca. El primero es sobornar al abogado de mi adversario comprándolo con un doble estipendio que le haga traicionar a su cliente insinuando que la justicia está de su parte. El segundo procedimiento es que mi abogado dé a mi causa tanta apariencia de injusticia como le sea posible, reconociendo que la vaca pertenece a mi adversario; y esto, si se hace diestramente, conquistará, sin duda, el favor del tribunal. Ahora debe saber su señoría que estos jueces son las personas designadas para decidir en todos los litigios sobre propiedad, así como para entender en todas las acusaciones contra criminales, y que se les elige de entre los abogados más hábiles cuando ya se han hecho viejos o perezosos; y como durante toda su vida se han inclinado en contra de la verdad y de la equidad, es para ellos tan necesario favorecer el fraude, el perjurio y la vejación, que yo he sabido de varios que prefirieron rechazar un pingüe soborno de la parte a la que asistía la justicia a injuriar a la Facultad haciendo algo impropio a la naturaleza de su oficio.
Origen: wikipedia.org
Es máxima entre estos abogados que cualquier cosa que se haya hecho ya antes puede volver a hacerse legalmente, y, por lo tanto, tienen un cuidado muy especial en guardar memoria de todas las determinaciones anteriormente tomadas contra toda justicia común y contra todo sentido común de la Humanidad. Las exhiben, bajo el nombre de precedentes, como autoridades para justificar las opiniones más inicuas, y los jueces no dejan nunca de fallar de conformidad con ellas.
Cuando defienden una causa evitan diligentemente todo lo que sea entrar en los fundamentos de la misma; pero se detienen, alborotadores, violentos y fatigosos, sobre todas las circunstancias que no hacen al caso. En el que he mencionado antes, por ejemplo, no procurarán nunca averiguar qué derechos o títulos tiene mi adversario sobre mi vaca; pero discutirán si dicha vaca es colorada o negra, si tiene los cuernos largos o cortos, si el campo donde la llevo a pastar es redondo o cuadrado, si se la ordeña dentro o fuera de casa, a qué enfermedades está sujeta y otros puntos parecidos. Y finalmente consultarán precedentes, aplazarán la causa una vez y otra, y a los diez, o los veinte, o los treinta años, se llegará a la conclusión.
Asimismo debe consignarse que esta sociedad tiene una jerigonza y jerga particular para su uso, que ninguno de los demás mortales puede entender, y en la cual están escritas todas las leyes que estos abogados se cuidan muy especialmente en multiplicar. Con lo que han conseguido confundir totalmente la esencia misma de la verdad y la mentira, la razón y la sinrazón, de tal modo que se tardará treinta años en decidir si el campo que me han dejado mis antecesores de seis generaciones me pertenece a mí o pertenece a un extraño que está a trescientas millas de distancia.
En los procesos de personas acusadas de crímenes contra el Estado, el método es mucho más corto y recomendable: el juez manda primero a sondear la disposición de quienes disfrutan el poder, y luego puede con toda comodidad ahorcar o absolver al criminal, cumpliendo rigurosamente todas las debidas formas legales». Jonathan Swift, Los viajes de Gulliver, Parte IV, Capítulo V, publicado en 1726
Manoseado por los niños en las versiones infantiles y celebrado por los mayores en la versión completa, Los Viajes de Gulliver es más que una típica novela de viajes en plena etapa de descubrimientos geográficos. La crítica inteligentísima, sagaz, cortante y ácida que realiza a la sociedad de la Inglaterra del s XVIII tiene el acierto de no situarse directamente nunca sobre la misma Inglaterra sino en países imaginarios y lejanos; y esa precaución le salva el cuello. Siendo un “hombre montaña”, gigante en el país de los liliputienses o una pequeña mascota en el país de los gigantes; o bien realizando el papel de criado y sirviente de unos caballos: seres puros e inteligentes que no saben ni entienden qué es la mentira, introduce el tema de la relatividad como trampolín para cuestionar sistemáticamente los pilares más sagrados e inamovibles de aquella sociedad. Hoy día consideraríamos a Swift una persona políticamente incorrecta y sería tachada de facha, irracional, o cualquier otra fineza; ya que la lógica y el sentido común es su norte. Su personaje, Gulliver, no llega a encajar nunca en ninguno de los lugares a los que viaja porque es diferente y se rige por criterios propios basados en la experiencia y la observación de los mundos que va descubriendo: solo el último le satisface; el de los caballos que no conocían las palabras que no ·decían verdad”; es decir, que desconocían la mentira y por tanto la corrupción. Es a su amo el caballo, el houyhnhmn, a quien explica el delicioso texto que acabáis de leer.
Vicente Jiménez