Mostrando entradas con la etiqueta śeparación de funciones. Mostrar todas las entradas
Mostrando entradas con la etiqueta śeparación de funciones. Mostrar todas las entradas

viernes, 2 de octubre de 2015

La verdadera representación en el origen


Diputado de distrito uninominal (un diputado por distrito electoral) con carácter imperativo (recibe órdenes del ciudadano) y cargo revocable (se le quita el cargo en caso de deslealtad al ciudadano)

Un hombre un voto, distritos todos considerados con la misma importancia, unos cien mil habitantes por distrito, se presenta quien quiera con mil avales de los vecinos. Todos mismas oportunidades de presentar sus programas. De pertenecer el candidato a un partido, éste ha de estar sostenido por sus miembros (nunca por el Estado); ni puede recibir ayudas ni subvenciones. A.G.Trevijano Teoría Pura de la República
Si el ciudadano estuviese verdaderamente representado desde el origen; es decir, partiendo desde la sociedad civil en su colegio electoral, los programas electorales de los aspirantes a diputados responderían a lo que le preocupa al ciudadano que vive allí: concretamente los habitantes de ese distrito electoral.

Los intereses de los ciudadanos que viven en ese distrito electoral responderían a cuestiones concretas, no a abstracciones: por ejemplo, los tomates y el vino de Los Palacios; o la permanencia de las industrias en los polígonos industriales; los inmigrantes que se admiten en ese distrito y su integración o aportación a la comunidad; la protección de la propiedad privada, opuesta a la regulación de los desahucios; las escuelas, los hospitales del lugar y lo que de verdad importa.

Todos eso que nos preocupa a los ciudadanos queda recogido por quien se presenta a diputado, y su programa electoral deberá ofrecer soluciones concretas. Ahí radica el GRAN SECRETO de la democracia formal: no en ofrecer soluciones abstractas utópicas o simbólicas para problemas abstractos. Los problemas ya los conocemos todos. Lo que le interesa al votante son las propuestas de soluciones que cada uno de los aspirantes se compromete a defender en el Congreso de Diputados.

¿Verdad que las leyes son concretas para situaciones concretas? Pues esas propuestas deben transmutarse milagrosamente a través del Congreso y una Cámara Intermedia en leyes concretas para solucionar problemas concretos de los ciudadanos de ese distrito concreto. Pasando, por ejemplo, desde los impuestos añadidos al precio del gasoil agrícola que interesaría a las comunidades agrícolas, puede que contrapuestos a los intereses de los automovilistas o el transporte. Porque en esas situaciones reales sí que todo el mundo es consciente de una máxima: lo que quitas de un lado lo tienes que sacar de otro lado. Dicho de otra forma: ¿quién paga la cuenta? Ya ningún ciudadano o político se atrevería a manifestar la estupidez de sanidad gratis para todos, porque nada es gratis. Un ciudadano informado deja de decir, y lo que es más importante, deja de creer estupideces y en el maná que prometen los populistas para emborracharse de poder.

En una verdadera democracia formal puede que los votantes que viven en el distrito electoral del tomate no quieran importación de tomate de Marruecos, pero eso entraría en conflicto con el diputado que defiende a los pescadores de Tarifa, y que pescan en esas costas africanas (por lo menos pescaban cuando yo hacía la mili). El motor de la democracia, el egoísmo, haría que ambos tuviesen que llegar a un acuerdo; y de esos acuerdos estarían muy informados, tal como propugnaba Jefferson, todos los ciudadanos de ambos distritos electorales. La verdadera democracia haría que fuese reelegido ese representante, o no. O incluso que el cargo llegase a ser revocado en caso de deslealtad hacia el votante de cierto distrito electoral que no viese perjudicadas sus aspiraciones. De esa forma, el diputado estaría cumpliendo con su verdadera función hacia el ciudadano. (Ver funciones)

Así, el votante está vigilante e involucrado en la política, el representante está presente por quienes debe representar y el Congreso cumple la función que debe cumplir: ser un campo de batalla donde se lleguen a acuerdos, y no un lugar donde sobran todos los diputados porque ni siquiera representan a su partido, ya que nadie puede representarse a sí mismo. Si está presente el representado sobra el representante, así que como los congresistas representan al Estado y no al ciudadano; pues sobran todos. Una reunión de jefes de partido, cada uno respaldados por sus votos, bastaría en este sistema.

Vicente Jiménez




































sábado, 21 de febrero de 2015

Papel del gobierno, de los funcionarios y los legisladores.


 
Fuente http://www.diariorc.com/

¿Os imagináis un partido de fútbol donde el reglamento no estuviese claro? Imaginad las infinitas tensiones si el árbitro o el delantero mezclaran sus funciones con las del portero en una final. Eso es lo que ocurre en la política.

Alfonso Guerra dijo con todo el cinismo que Montesquieu había muerto cuando en realidad jamás vivió entre nosotros, por lo tanto jamás tuvo la oportunidad de morir en España cuando ni siquiera había pasado por aquí. Pero nos robaron la ocasión de haberle invitado a morar entre nosotros durante la transición, que habría sido el momento apropiado. Quien tuvo la genialidad de inventar la separación de poderes para que el poder ejecutivo controlase al legislativo casi en un sistema mecánico de pesos y contrapesos en el uso del poder puso coto a la corrupción al evitar el abuso del poderosos. Su obra El Espíritu de la Leyes ofrece el marco de referencia casi de mecánica newtoniana de cómo separar los poderes.

Cada poder tiene su función. Si no hay separación de poderes no hay separación de funciones y cuando unas funciones se mezclan con las otras entonces surge un sistema preparado por la corrupción para perpetuar la corrupción. Eso es lo que nos ocurrió durante la transición: que nos la colaron doblada.

Cabría preguntarse si es que fuimos tontos ¡Qué va! Eramos un país narcotizado sin cultura política que intentaba salir de un régimen dictatorial donde estábamos acostumbrados a decir amen a todo y la población tenía la misma cultura política que ahora: es decir, ninguna. Recordemos el eslogan Franco 25 años de Paz donde todos los españoles votaron SÍ a Franco, puede que eso no lo sepáis. Así que en la transición dijimos que sí a lo que nos pusieron por delante, como siempre habíamos hecho. Lo de la resistencia a Franco de la población es un mito que se han inventado para tapar la continuidad de un sistema de oligarcas, pero esta vez con el añadido de una inmensa corrupción financiera. Me río de todos esos que dicen haber luchado contra Franco: con tanta gente en contra lo habrían derrocado de ser cierto.

Quienes inventaron nuestro presente estado de partidos, que no democracia, sí sabían lo que hacían y se sacaron y repartieron autonomías de la manga para regalar cargos y funciones a tutiplen, tantos como quisieran y colocar a los suyos: la mediocridad y falta de valores al poder. Lo que surgió funciona gracias a la corrupción y ningún partido nuevo o viejo todavía quiere ser consciente del alcance del drama que origina el sistema que aceptan ciegamente por ignorancia los bienintencionados y por corruptos los que se aprovechan. Aquellos políticos cuyas intenciones son buenas confunden la política con la democracia: es decir, el juego con el reglamento que debe tener todo juego. Si el motor del coche no funciona no vas a ninguna parte por muy buenas intenciones que tengas. Sin reglamento no hay fútbol. Sin una constitución que sirva exclusivamente para reglamentar la separación de poderes no hay democracia.

Es imperativo que los españoles ( y casi toda Europa) sean conscientes de ciertas realidades desconocidas para la gran mayoría a causa de la gran desinformación a la que la masa es sometida por parte de los medios de comunicación también por ignorancia o conveniencia:

Primero que el Estado lo forman los funcionarios y el gobierno. El gobierno está para salvar al pueblo de las crisis y de cualquier peligro inesperado que surja: de lo imprevisto. El gobierno tiene que saber tomar decisiones difíciles sobre la marcha según sea el peligro que nos amenaza. En cambio, los funcionarios están para hacer funcionar todo aquello que ya está previsto y reglamentado: desde que te detenga la policía si eres un delincuente hasta que sigas el circuito previsto de análisis de sangre y un tac hasta llegar al médico o el colegio al que le toca ir a tu hijo. Unos para lo imprevisto, otros para lo que ya está previsto. Pero lo que hay que exigir es que gobierno y funcionarios cumplan nada más que sus funciones. Por lo tanto, si seguimos las pautas o reglamento de separación de poderes lo que no puede hacer nunca el gobierno o un funcionario es legislar.

El reglamento (democracia) de la separación de poderes exige que el presidente del gobierno y los ministros debieran tener prohibida la entrada al Congreso ya que al no poder legislar allí no pintan nada. La presencia de un miembro del gobierno o del presidente en el Congreso de Diputados es un anacronismo. Es como si apareciese para legislar en ese lugar un domador de leones, un payaso o un árbitro de fútbol sin haber sido elegidos.

La Nación si debe legislar pero nunca gobernar porque también estaríamos mezclando funciones y tampoco sería democracia. Ese disparate que dicen algunos de gobernar mediante asambleas es una  necedad y una gran mentira porque ese sistema no sirve para un gran Estado moderno ¿Cuarenta y dos millones de persona poniéndose de acuerdo a la vez para tomar una determinación rápida sobre un problema urgente que ha salido? Pura charlatanería como Cantinflas, pero sin la enorme inteligencia del gran actor humorista.

Con la representación surgida del distrito electoral el ciudadano sí tiene el control de la legislación. Pero incluso así, no se le puede dar a todos esos representantes de distrito (uno por distrito electoral) el inmenso poder de promulgar leyes y darles carácter coercitivo. El representante de distrito (Cámara de Representantes) propone las leyes según ordenes de sus electores (de ahí el mandato imperativo) y otra cámara surgida de la primera  votados sus componentes y escogidos entre los que mayor conocimientos jurídicos, etc, tengan: pasan al Consejo de Legislación. El Consejo de Legislación recibe las propuestas y se produce el milagro cuando todo está bien atado: la transmutación de agua en vino donde una propuesta de un grupo de ciudadanos recogida por parte del representante de un distrito pasa por un circuito democrático y se convierte en Ley. Esa ley se publica en el boletín oficial de la Nación, ya que el Consejo de Legislación representa a la Nación mientras que La Cámara de Representantes representa a los ciudadanos. La sabiduría popular lo resume en cada mochuelo a su olivo: cada uno a su casa, o en nuestro caso, cada función a quien le toca realizarla y no mezclemos funciones ni poderes.

Vicente Jiménez



lunes, 27 de mayo de 2013

Separación de funciones no es separación de poderes


Ningún partido pequeño, ni mucho menos uno grande, garantizará nunca ser reflejo de los ciudadanos dentro de un estado de partidos como los de Europa;  aunque podemos hallar honrosas excepciones que se le acercan como en Francia, Inglaterra y Suiza. Si bien el sistema financiero suizo recoge todo el dinero de la corrupción en su banca, su sistema político no es corrupto.
Cuando elegimos a un partido para depositar el voto estamos siempre confiando en su buena fe porque al no tener ningún sustrato civil estarán presentes en las elecciones por otra causa distinta a la que tu depositas el voto; y esa causa es en primer y único lugar los intereses de su propio partido, personificado en el jefe de partido; y de mantener el statu quo del Estado de Partidos. Al elegir una lista muchos votantes se alegran porque les evita el trabajo de elegir y pensar, pero no deja de ser un acto de fe ciega e infantil elegir a un grupo de desconocidos. Al salir ese partido no por motivos racionales sino por motivos sentimentales el resultado es tan brutal que sin la comparsa de los medios de comunicación y su constante martilleo nadie sería ajeno a que el partido o partidos elegidos van a conformar todos los poderes del estado. Hablamos no de España sino de Europa y especialmente el arco Mediterráneo.
Son Estados de Partidos en tanto en cuanto no hay ninguna diferencia sustancial en que el Estado esté formado por un solo partido o por un mosaico de partidos. Ese conjunto de partidos que se reparten el poder es a lo que degenera un sistema totalitario cuando se desintegra si desaparece el dictador sin ser reemplazado por otro dictador. Es decir, el poder de uno se reparte entre varios, y esos varios se constituyen en oligarquías de poder. Digamos que el pastel se trocea entre unos cuantos. Así, un sistema oligárquico es aquel en el que el poder lo disfrutan entre varios y lo mantienen siempre los mismos de generación en generación. Desde luego, el sistema oligárquico controla entonces el poder legislativo (hacer leyes) y el ejecutivo (el estado) sin que exista ningún mediador entre la sociedad civil y el estado. En España, como somos más chulos que nadie, ese dislate lo hemos multiplicado por diecisiete autonomías. Es evidente que la carga resulta insoportable y que el resultado final al que hemos llegado estaba cantado desde el nacimiento de nuestra partidocracia, con o sin crisis. Evidentemente a la exterior hay que sumarle la nuestra, digan lo que digan.
En los estados de partido Europeos existe separación de funciones y no separación de poderes. Ahí radica uno de los primeros juegos malabares de los trileros que pervierten el lenguaje llamándole democracia no a la separación de poderes sino a la de funciones. Nada más evidente: Es como si el árbitro quisiera ser delantero y portero a la vez; así, el presidente de la nación no puede desempeñar la función de juez y de presidente, y el juez tampoco puede llevar la acción administrativa. Cada uno hace su trabajo y el hecho de que sean además forzosamente tres personas distintas quienes desempeñan esas funciones no tiene nada que ver con la división de poderes. Tiene que ver con la inevitable división de funciones. Es una simple cuestión organizativa y operativa del estado al que han llamado democracia.
Colaboran con los partidos sindicatos, medios de comunicación, cátedras y fundaciones, cuya misma estructura vertical y jerarquizada son un reflejo fiel del Estado. Les paga el estado, trabajan para el estado y son corpúsculos del estado, formando parte del mismo. Constituyen todos una unidad de pensamiento o consenso, aunque entre partidos aparenten beligerancia. Todos tiene su actores: unos crean la opinión, otros serán sus correas de trasmisión y el pensamiento crítico y libre brilla por su ausencia... No puede fluir en los ciudadanos si caen en sus redes. Para muestra sirvan los axiomas de la corrección política de una socialdemocracia que ha tapado con su manto el sentido común y la sensatez en toda Europa, y de ahí los problemas comunes, por ejemplo, que está teniendo Europa con una inmigración cuya cultura no ha podido ser absorbida por la nuestra, y la proliferación de ghettos con enormes tensiones sociales. Resulta verdaderamente paradójico que sea precisamente la misma doctrina de la corrección política la que ha impedido la integración de muchos inmigrantes. Como segundo ejemplo veamos los problemas económico y la crisis que ha golpeado de la misma manera en todo el arco Mediterráneo. Algo deben tener en común España, Portugal, Italia, Grecia y Chipre, con la que se atrevieron a montar un corralito. Y lo que tienen en común es que están gobernados por partidos de estado donde se concentra todo el poder sin que exista ningún intermediario con la sociedad civil.  Como siempre, todos los problemas que crean los políticos los sufrimos la sociedad civil y nunca los padecen ellos; enrocados en sus mansiones, sus privilegios, sus guardaespaldas y sus cuentas corrientes: públicas y privadas.
Vicente Jiménez
Bibliografía
A.G.TREVIJANO, Teoría Pura de la República, Ediciones MCRC