Un futurible de como debería ser la
democracia. Esto nada tiene que ver con ninguna ideología. Es la forma
purista de separar el poder legislativo del ejecutivo y garantizar la
representatividad del ciudadano. Así lo consideraron grandes pensadores como Locke y Montesquieu y así lo aplicó Jeffersson en la Constitución de los Estados Unidos. Solo se ha variado la forma de financiar y realizar las campañas electorales para barrar la corrupción por la experiencia que nos da 200 años de democracia en el mundo. Añadido 23 sept 2013
Que lo disfruten...
El
cosquilleo de Mario tenía una buena justificación. Iba a ser
testigo y actor de un hecho histórico sin precedentes en España.
Aquella cámara había forjado nuestras leyes, había sido actor de la historia de España a lo largo de los dos
últimos siglos desde 1810, estando de regente María Cristina, hasta
que Isabel II tuviese la mayoría de edad. Y así ha continuado funcionando hasta este momento.
Lo
que nunca había acontecido durante toda su historia era que tanto Mario
como los demás diputados habían sido elegidos directamente por sus
conciudadanos a doble vuelta (para garantizar la representación: sin mayoría absoluta no hay representación) y toda la estructura en la nueva Constitución estaba dedicada solo a separar el poder legislativo del ejecutivo. El elemento primordial del gran cambio, que no
regeneración, se basaba en la sustitución de los antes
indispensables partidos políticos como unidad democrática (junto a toda la costosa parafernalia) por el sencillo y humilde colegio electoral de su
circunscripción. Un diputado cada cien mil habitantes.
Atrás habían quedado las masivas manifestaciones, en las Mario también
participó para derrumbar el corrupto sistema anterior de estado de partidos. Atrás quedo la abstención masiva que no derrumbo pero sí debilitó el corrupto sistema anterior. El miedo y la miseria hizo que se produjese el milagro.
Tocando fondo la sociedad civil tomo conciencia de si misma y de cómo no estaban representados. La gente hablaba de su situación insostenible en cualquier cola: la
del autobús, la panadería... y una idea salvadora corrió como la pólvora.
Se dieron cuenta de que eso de votar a partidos que se alternaban en el poder no les representaba para nada. Así que los vecinos, las
reuniones de las engañadas bases de los sindicatos, controlados por
políticos y sindicalistas apoltronados, los indignados que coincidían en las protestas y asambleas, los "afortunados" mileuristas con la fortuna de trabajar por sueldos miseros, los pensionistas: todos pasaron esa idea unos a otros.
Decidieron, todos a una, exigir y luchar activamente por
el cambio de la ley electoral y por lograr un periodo LIBRE constituyente. Y lo que
querían estaba muy muy claro: tener a alguien en el congreso que
estuviera por ellos: por la gente; y no por y para los partidos políticos.
Si tú no puedes estar en persona, que el que esté, esté por ti; y
Mario estaba presente por los cien mil ciudadanos que lo habían elegido para representar los intereses particulares de su circunscripción. Era el
representante de todos: los que le habían votado y los que no.
Mario había tenido su parcela de propaganda gratuita en los medios, como todos los otros que
quisieron presentarse: cada uno con su programa electoral: la diferencia es que antes los programas electorales se presentaban para no cumplirlos; y ahora si Mario no cumplía, sus mismos votantes podrían sustituirlo en cualquier momento: para sustituirlo había quedado otro aspirante, de reserva, en el colegio electoral. Nada de unas
elecciones costosas. Cero euros tuvieron que pagar los
contribuyentes por las elecciones. En eso hasta habíamos conseguido superar a EEUU, donde las elecciones dependen de costosas financiaciones como las de las corporaciones y los poderosos lobbies. La historia había demostrado que ahí se podía producir la corrupción y nosotros íbamos a superar el sistema democrático de los EEUU. En España, ahora las antes costosas campañas electorales, y cuya
financiación engendró tanta corrupción dieron paso a los espacios
gratuitos de unos medios de comunicación que iban a vivir los siguiente
cuatro años de lo que hicieran aquellos políticos no profesionales. Así que vaya lo uno por lo otro: bien podían dar ese apoyo a la democracia.
Para
lograr esas nuevas normas de juego se recogieron millones de firmas, que se presentaron al
gobierno. Tuvieron que dar su brazo a torcer por la enorme presión social insostenible ejercida: pero las que más
influyeron en ese cambio fueron las peticiones a EE.UU y Bruselas. Los millones de firmas. Las manifestaciones pacíficas y el pueblo arrebató el poder a la corrupta partidocracia. Habían intentado engañarlos con el timo de las listas abiertas: nada de eso. Los españoles ya habían adquirido la suficiente cultura política para saber que la representación solo puede venir cuando tú eliges al diputado de tu circunscripción a doble vuelta, y no al diputado que te propone un partido político.
A
Mario lo eligieron en la segunda vuelta porque era un experto en
naranjas. Se había presentado con más de los mil avales que necesitaba como mínimo. Soñaba naranjas, vivía naranjas y lo sabía todo sobre
ellas. Conocía el campo y sus problemas. No tenía estudios
superiores pero no lo eligieron para construir puentes ni maquinaria.
A Mario lo eligieron para que defendiese las naranjas de su tierra, y sobre eso no le podía dar nadie ninguna lección. Confeccionó un programa sensato, austero y eficaz que de llevarse a
cabo y poder ejecutarse solucionaría muchos de los problemas de los
agricultores de su demarcación.
Seguro que otros agricultores en España tendrían problemas semejantes. Y si ellos funcionaban funcionarían también las industrias relacionadas, los comercios y los bancos empezarían a trabajar para lo que fueron creados.Detrás
quedaba el incansable trabajo de un grupo que le ayudó. Se hicieron
visitas de puerta a puerta, se informó en locales y se realizaron
mítines. Antes, a esos grupos los llamaban partidos políticos; pero
bien mirado, tampoco hacían tanta falta porque su programa venció
al los viejos partidos oficiales, que también se habían presentado. Mario iba a lo
que iba, pensando y conociendo muy bien los problemas de la gente del
campo como él; y los votantes captaron esa honestidad y sentido
común. ¡Lógico! No estaban acostumbrados.
Recordó
cómo un grupo de personas decidieron reunirse de ocho a diez en un
local dos veces por semana y pensar un plan de soluciones para los
problemas reales que tenían, y cómo desarrollarlo. Allí había
también gente que sabía de otras cosas, eran de otras profesiones; y se
pudo confeccionar una lista muy concreta de propuestas. En aquellas reuniones, la gente sabía de lo que hablaba: los de las tiendas, el representante de Centro Comercial, otros de una asociación de vecinos, agricultores, una médico, unas profesoras y hasta dos directores de banca y escuela.
Todo
pasó muy rápido a partir de las elecciones. Los nervios a flor de
piel. Segunda vuelta entre los dos finalistas y ganó Mario. Cuando entró en el Congreso por primera vez como diputado era
consciente de que lo que se iba a debatir en aquella cámara inauguraría una era histórica: ser la primera vez que se aplicarían las normas de
juego de la democracia en España. Y de toda esa pluralidad de
intereses, desacuerdos y acuerdos con los otros 399 diputados, cada cual con su programa en al
mochila, saldrían las proposiciones de ley. También habían acabado las poltronas y prebendas de la partidocracia. Después de dos periodos legislativos nadie podría repetir, y tendrían que volver a ser ciudadanos de a pie.
Antes
se legislaba en aquella sala, pero ese disparate no iba a ocurrir nunca más.
Juntar poderes "nunca mais". En el Congreso de los Diputados se propondrían las leyes de España. Después, esas propuestas pasarían a la cámara legislativa y ésta
les imprimiría su carácter de leyes. Y éstas leyes que habían sido gestadas en el Congreso sin carácter coercitivo adquirirían ese carácter de obligado cumplimiento en otro lugar: la cámara legislativa. A partir de ahí las leyes saldrían publicadas en
el BOLETÍN OFICIAL DE LA NACIÓN. No el el Boletín Oficial del
Estado. El Estado era el poder ejecutivo y se tenía que llevar muy
mal con el legislativo. Y cuanto peor se llevaran y más se vigilaran
el uno al otro mejor para los ciudadanos. Nunca más el legislativo y ejecutivo andarían juntos de la mano como en la etapa partidocrática anterior.
¿Y
dónde quedaban los jueces? Pues se eligió a uno para que dirigiera
la vigilancia de todos los demás jueces. Y lo eligieron entre todos los
profesionales de justicia: jueces, procuradores, fiscales, abogados... todo
bien atado y vigilado. Ese era el poder Judicial: Totalmente independiente y sin ni siquiera conocer a los diputados, de mal que se llevaban: ¡bueno! eso es broma. Los conocerían por los periódicos y las noticias, pero nada más, ellos a aplicar la ley.
Los
cuatrocientos diputados propondrían las leyes, la cámara
legislativa intermedia con el Estado ejercería el poder coercitivo. La elección del
Presidente de la Nación sería el ejecutivo, para poner un contrapeso
a la Cámara de los Diputados, y los jueces a lo suyo; juzgando malhechores, corruptos y banqueros tramposos, que es lo suyo. Y recuperando nuestro dinero, si pueden.
Todos los poderes
sospechando de todos y limitando el poder de los otros dos.
Montesquieu había resucitado, señores. Pero no lo hizo solo: la movilización y presión social lo había conseguido.
Esta
idea no es mía, la he traducido en esta narración tomada de un gran Estadista cuyo nombre
mantendré, de momento, en secreto. De esa forma la atención del
lector se centrará en la idea y no en el autor. Que los prejuicios no enturbien la verdad porque este estadista nos marca el camino. Ataca a la enfermedad y no a los síntomas. Así la idea no estará contaminada con el dopaje de derechas ni de izquierdas, porque de lo que se habla aquí es de unas reglas de juego. Eso es la democracia: unas reglas de juego; y cuanto más sencillas mejor. Así doy el agua destilada sin nada
disuelto para que nos centremos en el agua. Y ese reglamento se llama una nueva constitución. Nueva, no regenerada. Se regenera lo bueno y la actual no cumple con el reglamento de la democracia.
Pensemos en la democracia como en el reglamento del fútbol. Las jugadas en el campo de fútbol equivaldrían a la política. Aquí se ha hablado solo del reglamento: las jugadas las harán nuestros representantes, nuestro presidente y nuestros jueces. ¿Corrupción? Claro que pueden haber jugadores tramposos que intenten colarla: pero si el árbitro se da cuenta ¿a que le sacaría tarjeta? Nada que ver con lo que tenemos. Ahora estamos jugando con un reglamento distinto al de la democracia: nos han dicho que lo es, pero el reglamento democrático es otro. Incluso hay políticos que se ha dado cuenta de que esto no lo pueden mantener y nos quieren colar otros cuarenta años de más de lo mismo con el nombre de federalismo. Un horror señores.
Vicente Jiménez