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sábado, 21 de septiembre de 2013

En mi país, así es como hacemos las cosas


En mi país, así es como hacemos las cosas; o la falacia de lo políticamente correcto. No engañemos a los que llegan en busca de algo mejor ni a los españoles.
La falacia del buenismo propuesta por la doctrina de lo políticamente correcto es tan perversa, que no puede aguantar un mínimo análisis serio.  

Primero, se basa en dogmas (con lo que no hemos salido todavía de la Edad Media y Nietzshe ni siquiera existió) de que hay cosas que no se deben pensar, y mucho menos expresar públicamente. Lo políticamente correcto es aquello que se debe decir y no se puede decir porque está prohibido.
Como resulta que los gobiernos (sin especificar autonómicos o no) que hemos tenido nunca nos han preguntado nada, se inventan leyes que jamás hemos pedido, no inscriben en el BOE las que querríamos, y ni siquiera cumplen, en ocasiones, con las que doctamente dictan; pues no solo no puedes decir ciertas cosas sino que además puedes acabar teniendo problemas con la ley si llegas a expresarlas públicamente. So long for free speech...

Bien, pues dentro de esas reglas de juego diré que lo políticamente correcto afirma que de “forma natural” dos civilizaciones con muchos aspectos irreconciliables y que nada tienen en común, convergen de forma natural, espontánea, en un lugar donde  ambas se funden en un abrazo; y de esa intersección obtendremos espontáneamente y gracias al Espíritu Santo un kumbaya beneficioso para todos los participantes. De ese encuentro, las dos, tres o más culturas (el problema es todavía más complejo) se funden en un intercambio mágico simbiótico para todos los afortunados participantes.

Y cuando algo es mágico resulta más falso que una moneda de madera, por muy verdadero que quieran presentártelo en unos medios amoldados dócilmente a la socialdemocracia de los gobiernos; especialmente los Europeos.

La realidad es otra bien distinta. Sin unos valores comunes resulta totalmente imposible conseguir ninguna fusión... ni siquiera ningún acercamiento entre distintas culturas; y las políticas de integración llevadas a cabo en Europa (que es mucho suponer que se hayan llevado a cabo) no han tenido en cuenta para nada ese aspecto. Sin un trabajo de educación sobre los valores de la cultura que recibe, la cultura que llega a establecerse en un nuevo territorio, especialmente si llega en masa, tiene una sola opción: imponer la suya propia. Y cuando hay imposición de una cultura extranjera, podemos ya hablar de invasión. Da igual que ese fenómeno sea más o menos pacífico. Unas veces será pacífico y otras veces no: sirva como ejemplo reciente cuando un grupo muy numeroso de personas asaltó en masa de forma muy violenta, como una estampida, una verja que está para proteger nuestras fronteras hiriendo a nuestros policías durante la invasión. Sirva como ejemplo, también, cuando otro grupo de personas, que igualmente debieron entrar de forma ilegal en nuestro país, tomó las aceras de una ciudad para imponer su comercio de forma asimismo ilegal y atacó también en masa hiriendo a nuestra policía arrojándoles mobiliario de bares cercanos y objetos contundentes. Esos son conflictos garantizados por las políticas de lo correctamente político. Por no decirle claramente al que llega:

- Mira, estás en España y así es como hacemos las cosas. Estas son nuestras leyes y nuestras costumbres. Tienes el DEBER de respetarlas - 

Pero “Europe is diferent”. Los problemas descritos no se dan solamente en España; también en Europa. De ahí la formación de siniestros guettos en una Europa donde, por ejemplo, un viaje en autobús de un lugar típicamente pintoresco situado en el corazón de Inglaterra a una ciudad como Birminghan no es una agradable experiencia cosmopolita, es monopolita; ya que la por ventanilla del autobús aparece un espectáculo inimaginable: pasas del verde de la pintoresca campiña inglesa a entrar en barriadas dignas de Afghanistan antes de llegar al Bull Ring, situado en pleno centro de la ciudad de Birminghan.

¿Dónde está en un gueto la famosa integración? Es algo para hacernos desconfiar de lo que nos están vendiendo ¿O somos víctimas de una ingeniería social porque habíamos conseguido  la clase media demasiados derechos?
Según Slavoj Ziziek, un convencido de izquierdas, se da la paradoja de que la izquierda en Europa con sus políticas de sobreprotección de los inmigrantes sobre la clase trabajadora está haciendo buena a una derecha que en su discurso si está protegiendo a la clase trabajadora contra ese fenómeno. Con ello, la izquierda lo que está logrando es perjudicar a los inmigrantes de bien e impulsar a la extrema derecha: y para muestra un botón con los resultados de las elecciones europeas en Francia. Y cuanto más extremista se vuelven los unos, más extremistas también se vuelven los otros ¿Primará el sentido común o la confrontación estará garantizada?


Vicente Jiménez