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lunes, 14 de diciembre de 2015

La perversión del lenguaje en una sociedad confundida


Han vuelto a las andadas; y siendo época de elecciones no han tardado en reaparecer con sus trasnochados mantras, sus insostenibles falsedades y sus tribunales inquisitoriales que depuran cualquier pensamiento libre que se salga de lo dogmáticamente correcto. La corrección política, a la que se aferran desde sus flamantes púlpitos mediáticos los nuevos sacerdotes de la demagogia vuelven a intentar vendernos su charlatanería de vendedor de crecepelos. Y de tanto repetir sus soflamas éstas parecen conventirse en verdades universales. Ya lo decía el ministro de propaganda nazi: "si una mentira se repite muchas veces acaba por convertirse en verdad".

Sin el menor rubor estos trileros de la verdad son capaces de defender lo mismo y lo contrario a la vez , y el pueblo llega a apadrinar ideas que salen de una caja que empezó siendo cuadrada y ha acabado por ser tan plana como simplonas son sus ideas. La televisión ha sustituido lo que en otrora fueron los púlpitos en las catedrales por una caja plana de y por y para ideas planas. Tampoco nadie se atreve a contradecirles para no ser tachado de "facha" o cualquier otra lindeza que solo demuestra su pobre talante intelectual.

Ello nos ha conducido a una falsa moral que utiliza perversamente el lenguaje permutando, significantes por significados; confundiendo, por ejemplo invasión masiva por refugiado, chacha por técnica ayudante del hogar o traición "con matices" y secesión por "desconexión".


Ese lenguaje que es capaz de afirmar algo y lo contrario a la vez según convenga lo utilizan esos próceres de las tertulias y lo políticos sin ruborizarse. Ese lenguaje que dice luchar, digamos, por la igualdad de la mujer y que la ley debe ser igual para todos; pero que, en cambio, es capaz de distinguir entre delitos genero ¿En qué quedamos?  ¿La ley es igual para todos, o no lo es? Ese, amigos, es el relativismo; y ante el relativismo no podemos estar seguros de nada. El relativismo es tan vacío como las ideas que afirma defender porque es lo más acientífico que existe.

Para muestra de ese vacío un botón - Por un lado unas facciones de mujeres afirman luchar por la igualdad de la mujer, pero lo hacen exhibiendo en público las tetas, que no deja de ser una notable diferencia física con los hombres; pero nunca se les ha ocurrido manifestarse por ptoblemas profundos de verdad y prácticos como es el hecho de que la mujer de un esposo fallecido siga cobrando la pensión íntegra; una pensión por la que el marido trabajó toda una vida ¿De qué han servido las flamantes ministras socialistas de igualdad a la hora de la verdad? Para pagar más impuestos, sin duda.

El relativismo no soporta el más mínimo análisis serio. Es un verdadero disparate y cualquiera que tenga dos dedos de frente no podrá dejar de percibir  la gran mentira que mediante las potentes correas transmisoras de los grandes medios de comunicación intentan vendernos. Nada mejor que pervertir el lenguaje para que una mesa deje de ser una mesa, el pan pan y el vino vino.

Vicente Jiménez

sábado, 14 de marzo de 2015

¿Pero qué narices es eso de la casta?


 
Fuente: http://es.wikipedia.org/wiki/Casta

He visto en nuestras pedagógicas tertulias televisivas cómo cuando a los líderes de cierto partido que acostumbran a utilizar el término casta les preguntaban sobre su significado no solo han ido deslizando el significante, que diría Saussure, a conveniencia sino que jamás han acertado ni una: ¡vamos!, que más bien parecían utilizar el término casta porque quedaba bien y se lo habían oído a su jefe, creyendo obedientes que la tal palabreja les aportaría votos. Ellos, claro, como buenos sectarios ideas propias ni una, que eso sería pecado: lo que les digan y cuando se los digan los de arriba. Esa es la base primordial del pensamiento único. Dónde iríamos a parar...

Hete aquí que primero empezaron a calificar a todo político que cobrase más que un obrero de casta y prometieron que ellos se iban a asignar el sueldo mínimo más un no sé qué añadido. Después, por motivos que se nos escapan, el significado pasó a designar tan solo a los políticos corruptos. Ahora ni ellos saben dónde colocar el término porque en cada estadio definitorio del vocablo casta les han pillao con el carrito del helao. Vivir para ver.

Curioso el relativismo que nos embarga y cómo significantes y significados se deslizan en quasi aleatorias relaciones paradigmáticas según viene a cuento. Lo que hoy es mañana no.


Pero si es que el término de casta se le puede explicar muy llanamente al pueblo, pues se supone que es a quienes va dirigido tan docto concepto. Podemos utilizar cultismos como el de imposibilidad de movilidad social y demás zarandajas para explicar lo que significa casta. La cuestión es muy simple: ¿tus retoños podrán ocupar altos puestos de responsabilidad política igual que cualquier hijo de digamos un Pujol, Griñan, Zapatero, Aznar, Toxo, Méndez,etc? ¿O serán los hijos de esos próceres quienes ocupen dichos puestos para después pasar a los consejos de administración de la banca, las compañías energéticas, de comunicación, etc? No olvidemos que fueron los equipos jurídicos de esas compañías las que en realidad dictaron las leyes que pasarían después al Congreso mientras los políticos ejercían de representantes nuestros: quid pro quo. ¿Tenemos todos las mismas oportunidades? ¿Quienes podrán ganar sueldos de ensueño sin pegar palo al agua solo por estar ociosamente ocupados? Pues eso amigos es casta, y que ningún espabilado nos vengan con zarandajas diciendo que va a barrer a la casta cuando ya puede estar formando parte de la misma.

Vicente Jiménez

lunes, 17 de junio de 2013

Asustando a la ignorancia


Los Hegelianos o Marxistas cometieron el error fatal de confundir al Estado con la sociedad, o peor aún, de intentar integrar todos los poderes y la sociedad en el Estado. Evidentemente obviaron lo privado; especialmente la propiedad privada. Y si todo era Estado, ya no quedaba sitio para nada más. Por ello, toda doctrina derivada del Marxismo tiende a lo totalitario porque el Estado lo fagocita todo. De algo viene el adjetivo totalitario.

Pero al contrario de lo que el Estado cree, los integrantes que aceptan este tipo de sociedades totalitarias con un “es lo que hay” no son partidarios de nada, porque para ser partidario de algo tienes que tener opciones; y ahí radica una de las parcelas de nuestra libertad: poder elegir entre varios de lo que sea. Si te dan café para todos, la única opción libre que tienes es no elegir nada porque si te tomas el café, ya has perdido la libertad.

Imagina que te dan a elegir entre tres objetos aparentemente diferentes, pero que en realidad cumplen la misma función con el mismo esfuerzo. Entonces te estarían dando a elegir entre tres “de lo mismo”; y por lo tanto tampoco tendrías libertad de elección.
Pues bien, todos aquellos que sienten verdadero amor a la libertad y no la temen tienen que intuir que algo no está funcionando hace tiempo. Aunque no nos hubiese azotado la crisis económica, ya se percibía una crisis de valores, un relativismo, un casi todo vale y una falta de puntos fijos morales de referencia.

Ese tipo de normas y formas de relación, sin estar escritas ni impuestas por ley alguna excepto por las de la costumbre, el saber estar, la educación o el saber relacionarse se aceptaban por todo el conjunto de la sociedad porque simplemente ni se cuestionaban: eran de sentido común y las cosas se hacían así. Y estas formas sociales y de valores se proyectan no en grandes empresas sino en los pequeños detalles del día a día: en un ceder al asiento a una persona anciana en el autobús, en socorrer a alguien si le están atracando, en ayudar a quien sufre un desmayo en la calle. Algo ha tenido que pasar para que mucho de esto se haya ido perdiendo; así, como agua que se te escapa de las manos, para que el miedo a ayudar al prójimo se haya apoderado de muchos. Pero algo todavía más terrible, más perverso subyace en la oscuridad de estas percepciones: es el miedo a una ley que proteja más al delincuente que al agraviado. Que se inviertan los papeles y que quien se decidió a ayudar sea castigado mientras liberan al delincuente... porque en este mundo todo es relativo. Y el malo es considerado bueno y el bueno se convierte en malo. En eso consiste el relativismo.

En la URSS, por ejemplo, te podían controlar por el terror llevándote castigado al Gulag por crímenes imaginarios que no habías cometido, después de un repasito en el Lubianka; donde confesabas todos tus crímenes. Pero esa no es la única forma... también te pueden controlar idiotizando el lenguaje hasta extremos donde el uso de una palabra incorrecta puede llevar tus huesos a dar con un tribunal de justicia y hasta con la cárcel. No sé como ciertas palabras no han sido borradas ya del DRAE porque pueden ser consideradas racistas y ciertos colores prohibidos. Vivimos en la sociedad de las prohibiciones.

La caída del muro de Berlín fue la primera ficha que se precipitó en la descomposición del comunismo en Europa hasta desintegrarse por completo la Unión Soviética. Pero los ideólogos europeos del comunismo (que nunca lo sufrieron, de verdad, en sus carnes) no iban a soltar tan fácilmente su presa, y lograron triunfar en el campo de las ideas y los pensamientos. Y ese veneno ha calado en los huesos de la sociedad civil a través del Estado y los medios de comunicación.

O mejor dicho, ideando para que no tengas ideas. Maquinando para que la individualidad, lo que nos distingue como diferentes a unos de otros, se viva con vergüenza. Si un crío es hiperinteligente en la escuela no hay que ayudarle para nada porque "no le hace falta", ese ya funciona solo. Al que hay que ayudar es al gamberro, al objetor escolar, aquel cuyo único objetivo es que no haya clase. Y si el resto acaban igual de ignorantes, para desesperación de un profesor al que los políticamente correctos le han quitado todas las armas para imponer disciplina, pues objetivo logrado. Si todo el mundo no puede ser igual de rico pues que sean igual de tontos... así yo los podré manipular mejor. Mientras, yo enviaré a mi hijo a una escuela donde no sigan esas directrices que predico. Eso, pues que sean igual en otras cosas. Se trataba de igualar a conveniencia: y esta filosofía lo que más reprime, lo que no soporta, es la inteligencia, la creatividad, lo que distingue a unos de otros. De ahí que se premie la mediocridad en las instituciones y hasta en la enseñanza. De ahí el sistema de enseñanza que hemos utilizado en la LOGSE, donde todos pueden ser bachilleres y todos, si me apuras, licenciados con un título que es papel mojado.

Y ya, lo peor de todo, que cualquier intento en cambiar un milímetro esa filosofía pasará por el tribunal de la inquisición de lo "políticamente correcto" y hordas de mediocres lucharán por su “libertad” lanzándose a la calle porque las han engañado los de la troupe de demagogos que viven opíparamente a base de prometer lo que no existe: en eso consiste la socialdemocracia o cualquier ideología. Ofrecen ideas incompletas como completas y una utopía al alcance de la mano, porque todos somos iguales. Y los pobres ilusos no se dan cuenta que si no logran la utopía no hay culpable, es simplemente porque las utopías no existen. Que lean a Orwell.
Vicente Jiménez