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sábado, 28 de noviembre de 2015

¿Tiene nuestro Presidente tanto poder como el de Hollande?


“No se trata de contener al Estado Islámico sino de destruirlo” fueron las contundentes palabras pronunciadas por Hollande tras los asesinatos perpetrados por el Daesh en París.

Y dicho y hecho; una operación quirúrgica antiterrorista acabó en el distrito de Saint-Denís con los autores de la matanza.

A ningún español le cabe la menor duda sobre la efectividad y eficiencia de nuestras fuerzas y cuerpos de seguridad del Estado no solo para neutralizar a los terroristas sino para prevenir ataques parecidos. Nos consta a todos que esa labor heroica constante y callada habrá evitado muchos muertos y lágrimas. Por ello e ir muchas veces más allá de lo que demanda el deber les debemos nuestro agradecimiento, ya que de bien nacidos es ser agradecidos.

Otro cantar es que un presidente de nuestra nación tenga o no la inmensa capacidad de decisión que ha mostrado Hollande y que estas decisiones sean respaldadas por todos los estamentos sociales y políticos, junto a la ciudadanía con el mismo fervor y patriotismo que han demostrado los franceses y tanto hemos envidiado quienes también nos sentimos patriotas españoles. Y aquí se plantea una luctuosa cuestión; ¿es que nuestros presidentes son unos cobardes e ineptos incapaces de tomar decisiones, ¿es que el repugnante nivel de cainismo de los españoles puede llegar hasta tal grado como para aliarse con los enemigos?

El bochornoso espectáculo dado por organizadores y pancarteros profesionales del “No a la Guerra” durante una jornada de reflexión (no sé qué es lo que hay que reflexionar si no podemos elegir a nuestros candidatos) dado por una izquierda sedienta de poder tras los atentados del 11M de 2004, junto a la rocambolesca investigación y supresión de pruebas no son más que síntomas de un sistema totalmente alejado de cualquier concepto de democracia y corrupto hasta la médula. Es la marca de todo sistema oligárquico de poderes y tanto Locke como Montesquieu, ya en el S. XVII, junto o otros grandes filósofos del comportamiento humano con y ante el poder,  nos advirtieron sobre nuestra naturaleza humana y la naturaleza del poder. Si uno tuvo la genialidad de dividir algo tan abstracto como el poder político el otro dio con la solución para embridarlos enfrentándolos entre sí consiguiendo un equilibrio newtoniano. La Revolución Americana llevó a la práctica esas teoría y las teorías siendo puestas en el banco de pruebas de la historia probaron ser ciertas. Solo los políticos ignorantes y los corruptos pueden ignorar tales verdades universales.

Al ser el sistema partidocrático controlado por las familias intocables oligárquicas politico-financieras tenemos buenos ejemplos de sus demoledoras consecuencias para la sociedad civil. Destacan hasta ahora familias de delincuentes que han dirigido comunidades autónomas inventándose naciones convertidas en verdaderas cuevas de ladrones donde refugiarse al abrigo de falsas banderas y con inmensas y obscenas fortunas robadas al pueblo y evadidas del fisco hacia paraísos fiscales. La partidocracia deja al ciudadano indefenso y sin control alguno ante el poder que que las antiguas familias y los advenedizos recibieron directamente del reparto del pastel del franquismo

En las oligarquías, el poder está repartido y ningún gobierno puede tomar decisiones para salvar al pueblo sin el permiso de las otras familias. Ese hecho recibe el nombre eufemístico de consensos; y es por ese motivo, y no solo por cobardía, por el que antes tienen que ir a mear todos juntos.

La conclusión es que el sistema partidocrático no solo afecta a nuestros bolsillos, nuestra falta de libertades colectivas, el control del poder desbocado y la ausencia de democracia real sino que esconde algo mucho más siniestro: puede afectar a nuestra seguridad. Con ello, el monstruo oligárquico enseña una nueva cabeza. Y para empeorar las cosas no se trata de un mal endémico en España, sino que quitando tres honrosas excepciones (Francia, Inglaterra, Suiza), afecta a toda la Comunidad Europea. Es por la democracia real que disfruta Francia que Hollande ha podido reaccionar para salvar al pueblo; y todo el pueblo, que lo ha elegido por mayoría, le apoya. De ahí su inmenso poder para resolver situaciones inmensas. El juego de mayorías no solo evita corrupciones sino que también también evita separatismos y el pueblo se halla mucho más unido como para que el patriotismo pueda emerger sin temor. En cambio todos los políticas nos venden la bicicleta del dialogo, pacto y consensos. Son las verdaderas armas de los Estados de Partidos incrustados en el Estado.

Mientras, como español, solo me siento con las libertades personales, que no colectivas, gracias a nuestros excelente cuerpos y fuerzas de seguridad del Estado; mientras éstos consigan que los políticos no metan demasiado su zarpa y lo infecten todo como ya hicieron con los sindicatos, las Cajas de Ahorro, la financiación de los partidos y tantas otras cosas. No existe un solo partido que defienda nuestras libertades colectivas, es decir, políticas; todos conforman la deslealtad hacia la sociedad civil de las listas de partidos y repartos proporcionales. Ninguno tiene la decencia de, por lo menos, defender o proponer la representación, que sería el primer paso hacia la democracia. Y la representación se resume en el diputado de distrito uninominal con carácter imperativo y revocable.

En el juego de mayorías y minorías; no en el de los consensos entre familias oligárquicas, está la salvación de nuestra nación y de nuestra liberta. 

martes, 3 de noviembre de 2015

Consensos para resolver la sedición

Impeachment de Bill Clinton

Cuentan las buenas lenguas que existen países donde el ciudadano sabe donde vive su representante. También afirman esas mismas lenguas, aunque sea difícil de creer, que la gente de un lugar conoce a sus diputados y legisladores; y que éstos tienen un lugar donde se se les puede visitar. Y resulta turbador saber que en esas oficinas existe una actividad frenética de teléfonos atendiendo a tal o cual petición para solucionar los problemas que los mismos ciudadanos exponen. Y resulta ya increíble saber que si una petición empieza a tener muchos novios ese representante se apresurará a transformarla en ley,   incluso en contra de la opinión de su jefe de partido;  porque sabe que en caso contrario no será reelegido o incluso esos mismo ciudadanos pueden exigir su dimisión del distrito electoral al que represente. Esa cosas ocurren cuando hay democracia. Lógico, en una democracia de verdad el presidente y los congresistas están en lados opuestos. Son la oposición el uno del otro. Un consenso entre las oposiciones sería un delito de traición; pero eso en una democracia.

Es entonces cuando el presidente de una gran nación tiene también poder suficiente porque ha sido elegido no por miembros de un congreso de diputados sino directamente por los mismos ciudadanos.

Solo por ese motivo ese presidente goza de un inmenso poder, pero el pueblo también lo puede echar en caso de deslealtad. A esos juicios a un presidente o un senador, o un congresista se les llama impeachment.

Al ser el equilibrio de poderes total, el presidente de esa nación, y por ese motivo, goza de un enorme poder; y con su inmenso poder que emana de la democracia verdadera, jamás necesita de consensos con otras fuerzas política. La democracia, cuando es real, permite a los presidentes de las naciones tomar decisiones para salvar al pueblo en caso de extrema gravedad. Cuando no hay democracia los presidentes de las naciones no tienen poder a menos que sean dictadores. Es entonces, al carecer de poder cuando han de pedir permiso a los demás, es decir, necesitan del consenso. Ninguna oligarquía puede mandar sobre otra porque las oligarquías no son democráticas y necesitan ir a mear todas juntas.

En caso de que un estado de una gran nación democrática declarase la secesión, ese presidente sin dudarlo cursaría la orden a la Guardia Nacional para patrullar las calles, podría imponer un toque de queda y nadie podría rasgarse las vestiduras de forma victimista. Los sediciosos serían juzgados por tribunales federales por el delito de alta traición. En una democracia de verdad hay leyes y éstas se cumplen. Pero semejante dislate secesionista o de otro tipo no hubiese ocurrido porque ese inmenso poder que emana del pueblo en la persona del presidente y de los miembros del gobierno tiene un efecto disuasorio contra la deslealtad y la traición de los gobernantes. Ese mismo poder que emana del pueblo, por el pueblo y para el pueblo que enfrenta la figura del presidente y de los representantes es contrario a todo tipo de consensos, porque consenso equivale a traición a la democracia de verdad y al pueblo.

Esa gran nación, guste o no guste, es Estados Unidos; y la democracia no es lo que os han contado, pero existir, existe. Y nos guste o no, estamos a años luz de la democracia de verdad. Que a quienes  sabemos qué es la democracia no venga ningún político trilero afirmando que actúa en nombre de la democracia porque es un insulto a nuestra inteligencia. Que digan lo que verdaderamente son.


Vicente Jiménez

jueves, 3 de abril de 2014

Trevijano, democracia formal, mónada, representación y otros conceptos.




Cartel de uno de las conferencias de A.G.Trevijano
El pionero que ha difundido en España la idea de democracia formal es un erudito de la cultura, el derecho, el arte y la historia: A. G. Trevijano, quien distingue la democracia formal de otros sucedáneos y ha aportado unas mejoras sustanciales a la democracia verdadera. Según Trevijano, ya disponemos de suficiente perspectiva histórica y experiencia para corregir errores tomando como modelo democracias como la de EEUU, única nación que en principio cumple a rajatabla con los requisitos de democracia formal; y la quasi democracia de países como Francia, Inglaterra o Suiza. Tras una vida dedicada a la búsqueda y lucha por la libertad  colectiva (diferenciándose de la privada) Trevijano ha aportado al mundo la idea de democracia formal apoyándose en pautas científicas, históricas y filosóficas donde mejora grandes aciertos y corrige errores baśándose en estudios profundos unidos a su propia experiencia cerca del poder.

Pero Trevijano no se queda ahí al elevar la filosofía política al podio de la ciencia descubriendo la unidad democrática, o monada, que él fija en el distrito electoral y cuyo núcleo sería el colegio electoral. La mónada supera el concepto de unidad matemática, que se limita a compara magnitudes, ya que en la mónada se reproducen todos los elementos que representarían el total de la sociedad política, incluida la unidad de poder. Por lo tanto, la primera unidad de poder sería el colegio electoral, no la familia ni el individuo ni el ayuntamiento y mucho menos un partido político.

Trevijano define concretamente la democracia formal bajo tres presupuestos y dos normas; y esta síntesis no surge por generación espontánea sino al hilo de grandes pensadores: Aristóteles, Marsiglio de Padua, Occam, Maquiavelo, Hobbes, Locke sintetizado prácticamente por Jefferson y los padres de la Constitución Americana.

Para el trevijanismo (permítanme que acuñe el término) la democracia formal parte de tres presupuestos fundamentales:

Pueden participar todos los miembros del distrito electoral en las mismas condiciones de igualdad. Léase en esto los ciudadanos con derecho a voto por cuestiones de nacionalidad, edad, censo y edad legal.

El juego se traduce en la existencia de una sociedad política intermedia entre la sociedad civil y el Estado.
 

Sin una sociedad política intermedia que parta de la sociedad civil para ser uno de los controladores del Estado, la sociedad civil está huérfana ante el poder.

Las decisiones se toman por mayorías y minorías.

El trevijanimo distingue el consenso social del político. El social se traduciría en normas sociales consensuadas como la de asistir con corbata a ciertos actos o no ir desnudos por la calle. Ahora bien, apostar por el consenso político como forma de tomar decisiones en vez hacerlo a través de mayorías y minorías parte necesariamente las oligarquías que  orbitaban en torno a un dictador desaparecido, ya que las oligarquías se reparten todas las estructuras de poder del dictador ausente mediante consensos: se necesitan los unos a los otros, aunque se odien, para mantener el statu quo de privilegios heredados de la dictadura de la que partieron; y por ese motivo ningún presidente podrá jamás tomar verdaderas decisiones de Estado sin el permiso de todos los demás partidos. Sin consenso no hay decisiones y si alguien rompiese la baraja perjudicaría a todos los consensuados. Cuando hay que tomar una decisión de Estado hacen piña: por ejemplo, jamás se plantearán desmontar los 17 estaditos con sus respectivos super-hiperpagados mediocres presidentes, altos cargos, legión de paniaguados y pantagruélicas e incontrolables administraciones junto a medios de comunicación, universidades, cátedras a quienes se suman una legión de vividores de todo pelaje, ONG, artistas de salón y caviar; todos socialdemócratas devoradores de recursos y dinero público; en las antípodas de los intereses de la sociedad civil, que son quienes pagan el convite. Para muestra un botón, ¿por qué no se lleva a cabo una consulta plebiscitaria en la sociedad civil? Autonomías si /no, con las cuentas, pros y contras encima de la mesa contrastadas con otros modelos territoriales. En primer lugar, ningún presidente de una partidocracia tiene el poder para tomar esa decisión sin estar consensuada aunque tenga mayoría absoluta; y en segundo lugar, sin esa corrupción se desmoronaría un sistema que se sostiene por y gracias a la corrupción. Y para empeorar las cosas, Europa está apuntada a la misma forma de hacer.

¡Ah! Que habría conflictos. Pues miren, precisamente la democracia formal se basa en el conflicto permanente de la clase política. Son las oligarquías las que necesitan respirar el aire de los consensos: esa palabra, según apunta Trevijano, apareció por primera vez durante los pactos de la Moncloa y es un concepto político inexistente en el mundo anglosajón. Sintetizando el ciclo: dictadura >>oligarquía por consensos>>democracia

Ahora, vamos con las normas que aplicaremos a estos tres presupuestos:

Representación de la sociedad civil

Representar significa “estar presente por”. Los antiguos griegos jamás utilizaron esta idea porque ellos decidían no mediante la democracia formal que nos ocupa sino la directa; es decir, siendo el mismo ciudadano, sin representante alguno, el que tomaba las decisiones votando directamente. Montesquieu ya advirtió que donde se halla el representado no existe el representante. En cambio, los reyes medievales sí utilizaron representantes para imponer su poder, pero la representación del pueblo se atribuye a Marsiglio de Pádua (1270-1342). En su Dictio II del Defensor Pacis establece un paralelismo entre la representación espiritual y la secular. No entraremos en los problemas de oposición que tuvo con el Papa, pero sí nos interesa que inauguró una nueva forma de oposición al mismo. Influyó en las opiniones políticas de su gran amigo Guillermo de Occam (1280/1288 – 1349). Marsiglio mantuvo que el verdadero legislador debía estar constituido por la mayoría del pueblo; quienes incluso tenían el derecho a castigar al príncipe. Propuso una especie de soberanía popular a la Iglesia, incluyendo en ella a los laicos. Planteaba instaurar unos Consejos Locales cuya misión debía ser la elección de Consejos Generales. El Consejo General podría también excomulgar e interpretar las escrituras, y el papado no debía tener prerrogativas especiales. Occam no llegó a atreverse a tanto, pero desarrolló un método absolutamente democrático para elegir al Consejo General. Margsilio y Occam formaron un buen tándem abriendo camino hacia la representación y democracia formal. A nadie se le escapará el paralelismo entre la mónada del Consejo Local y distrito electoral, o de Consejo General y ejecutivo.

Trevijano resuelve las elecciones de la mónada distrito electoral bajo una serie de principios, como hizo para establecer la forma de democracia formal. Estos principios garantizan una proporcionalidad siempre directa: “candidaturas uninominales elegidas por mayoría absoluta, a doble vuelta y en circunscripciones pequeñas, deben cumplir los siguientes principios:

Similar numero de electores en cada circunscripción.

Cadidatura uninominal

Similar número de votos para ser elegido diputado.

Mandato imperativo del electorado.

Revocabilidad de la diputación en caso de deslealtad al mandato”.

La separación absoluta de poderes en todo momento.

El historiador griego Polibio (264–146 AC) no solo fue testigo del saqueo y destrucción de Cartago sino que durante el periodo de la república romana acompañó a Escipión a sus campañas de África e Hispania (estos romanos eran unos fachas, mira que llamarla Hispánia :-) y ya apuntó la separación de poderes en la que se basaría Montesquieu y estudió el efecto dominó que se originaba al finalizar las dictaduras: u otro dictador tomaba el poder por herencia como en el caso de Corea del Norte, o mediante un golpe de Estado), como cuando Claudio sucedió al emperador Calígula; o el poder del dictador se descomponía repartiéndose mediante un consenso entre las oligarquías cercanas al dictador junto a nuevos arribistas oportunistas; y éstas oligarquías, por último, pasaban a ser democracias. “En el periodo del consenso, lo que gana la oligarquía lo pierde el pueblo tal como demuestra la teoría de juegos”. Trevijano
El periodo del consenso resulta ser el más largo y estable ya que la dictadura tiene puesto un cronómetro desde el momento en que se crea. Todos hemos de morir, y el dictador tampoco se escapa a la muerte. El consenso en cambio no muere fácilmente ya que es un monstruo de muchas cabezas: cabezas que se reproducen de forma exponencial porque los intereses que representa a cada familia originan más cargos hereditarios y otra maraña de intereses político-financieros y de poder. Uno será el cabeza visible, pero hay que garantizar que todos entren el el reparto para no romper el consenso. Ese incremento en el reparto no es por creación de nuevas riquezas y meritocracia sino, como se verá en el siguiente punto, por empobrecimiento material, cultural y moral de la sociedad civil. Al afectar la movilidad social por el mérito inevitablemente refuerza la inmovilidad de castas.
Trevijano distingue cómo la guerra fría tuvo enormes consecuencias para Europa, y tener que acudir a la ayuda americana también le afectó dramáticamente para resolver los problemas en los que unos dirigentes incompetentes nos metieron, no supieron resolver y acabaron originando la II Gran Guerra: se romperían los tres presupuestos de la democracia y las dos normas por miedo a que la libertad política pudiese ser una puerta abierta al comunismo en Europa. En España, la dictadura hizo lo propio en la Transición no por miedo al comunismo, y miedo al ruido de sables (Trevijano lo explica como testigo de primera mano) ya que la guerra fría estaba moribunda, sino por miedo a la libertad, “redujo el juego a una competición entre partidos políticamente correctos (contra el presupuesto 1o), integrados en el Estado (contra el 2o) y en un consenso (contra el 3a). Por miedo al control de los electores, adoptó el sistema proporcional de listas. Y por miedo al control de la corrupción, no separó los poderes del Estado... Donde hay conflicto social no puede haber consenso. Una sociedad sin conflicto solo es imaginable en la utopía.”. Democracia formal y democracia material, 21 de mayo de 2006. Antonio García Trevijano
Su mensaje está empezando a calar en la sociedad y la oligarquía durará lo que tarde en calar del todo.


Vicente Jiménez


viernes, 2 de agosto de 2013

¿ Consensos ? NO GRACIAS. Representación, SÍ



En una democracia formal la representación implica que los representantes de la sociedad civil se peleen y confronten defendiendo a sus representados. Significa conflicto y tensión permanente para llevarse el gato al agua. Significa barrer para casa, entendiendo "casa" los intereses de los representados; y el consenso significa todo lo contrario: traición a los representados. En el consenso los representados desaparecen como inocentes conejos en una chistera para convertirse en una masa amorfa incrustada en los partidos políticos, partidos a los que siguen ciegamente con la misma pasión que a sus equipos de fútbol sacrificando el criterio propio debido al miedo a la libertad. Consenso es corrupción garantizada, consenso es lo que más rompe las normas morales de la representación formal. Consenso es la mayor traición que nos pueden hacer, es vendernos al enemigo y encima entregarles las llaves de la ciudad.

Ahora, una bomba trevijanista en estado puro que os sorprenderá, porque no estamos acostumbrados a la verdad: "El autentico motor de la democracia formal es el egoísmo"... todo lo contrario del buenismo y corrección política predicada como nueva religión indiscutible por la socialdemocracia Europea que también ha corropmpido a cierta parte de la sociedad americana.

En contraposición a uniformar posturas mediante consensos entre partidos, los representantes deberían estar  para ser lanzados a la arena y luchar a brazo partido por nosotros, sus representados. Trevijano apunta acertadamente que la peor traición con la que pueden vender a la sociedad civil es el consenso; acompañantes inseparables de la propaganda ideológica y la violencia institucional:

La propaganda ideológica del Estado y de la violencia institucional, acompañantes del consenso, ha sido tan intensa que ahora, a diferencia de lo que acontecía en el siglo XIX, el peligro no está ya en el sufragio universal de las masas sin ilustración, sino exactamente en su contrario.
El verdadero peligro está en los Partidos estatales que, en lugar de representarlas y dirigirlas, se han adueñado del Estado haciéndose ellos mismos masa social y materia de intereses. Con demagogia de masas, han suplido el descubrimiento revolucionario de la separación de poderes, con la integración permanente en el Estado de una sindicación de partidos de poder estatal. A.G.Trevijano Teoría Pura de la República. Pág 37-38 Ediciones MCRC
Contrastando el hecho evidente al que apunta Trevijano sobre a dónde nos conduce el consenso: a la unión de poderes y sindicación de partidos dentro del poder estatal, y tal como marcan el mismo Trevijano o Enrique de Diego por activa y por pasiva: la cacareada transición no fue más que un consenso de repartos del poder entre los actores que participaron en la transición tras la muerte del dictador, quedando dicho poder intacto en la forma del presente estado de partidos. Y para muestra un botón: los partidos quisieron  alcanzar un consenso para combatir la corrupción: es decir, los corruptos se van a poner de acuerdo para combatir a los corruptos. Parece un chiste, ¿ verdad ?

En definitiva,  "la incompetencia pide ser consensuada para diluir en lo colectivo todo asomo de principio de responsabilidad política". Trevijano pág,277

Apuntes sobre la representación

Veamos ahora quiénes sí deben ser los verdaderos actores de la representación: deben integrar la representación infinidad de grupos e intereses heterogéneos (lo opuesto a la homogeneización del consenso), organizaciones, corporaciones, la banca de ahorro e inversión para el ahorrador o el pequeño y mediano empresario (no para la banca especulativa... hay que recuperar la idea de antaño de las Cajas de Ahorro, pese a quien pese). Entran en liza los intereses de grupos determinados: el gremio del taxi, de autobuses, de camioneros, de cultivadores de lo que sea, maestros, médicos, abogados, consumidores de patatas, de electrónica, amantes de los animales, naturistas, comerciantes, amas o amos de casa, conservacionistas de la naturaleza, salvad las ballenas y todo lo que queráis añadir: cuanto más mejor. Y el representante que había prometido defender entre otras muchas cosas, digamos, a los taxistas y lleva las propuestas en la mochila (las que ha recogido de los propios taxistas - son sus jefes) se peleará por regular los permisos de actividad, por conseguir un precio profesional para el gasoil, por las paradas de taxi y lugares que les tienen que reservar en los distintos puntos de la ciudad, por proponer leyes (sólo proponer) sobre el control y penalización del intrusismo que les hace competencia desleal, los horarios, precio del servicio, etc. Y allí todos se pelean con todos por barrer para sus respectivas casas; en este caso, nuestro representante, para casa del propio taxista; que lo ha enviado a la cámara de representantes para que se parta la cara por su mujer y sus niños como si del mismo taxista se tratase.

¿ Y si se estira aún un poco más de la cuerda ? Todo está en que la tentación y la impunidad estén ahí al alcance de la mano. Por ejemplo, tú te llevas esta maletita de dinero a Suiza y yo te concedo lo del gasoil profesional, pero te subo el precio diez veces más. Ganas tú, que te pones la medallita de haber conseguido el gasoil profesional y encima te llevas la maleta, gano yo; y aquí paz y después gloria. ¿ Cómo es posible algo así ? Pues gracias a un terreno que ya ha abonado el consenso entre partidos donde priman la omerta y la impunidad.

Buscando a los responsables

Pero este horror no depende de las personas, depende del sistema; y el sistema sí es responsabilidad nuestra: es injusto pedir a nadie que sea un santo o superman. Los mismos corruptos, producto inevitable de este sistema corrupto, cuyo motor es la corrupción , no lo hubieran sido jamás dentro de una democracia formal con división de poderes y una justicia eficiente e implacable. Con esa espada de Damocles encima, seguramente no hubieran tenido que viajar a Suiza. Es el poder de la disuasión, porque seamos sinceros: ¿ quien no ha tenido la tentación de pisar un poco más el acelerador en una recta solitaria de una autopista ? ¡ Ah ! Pero. ¿ y si te pilla una cámara ? Siempre va bien sumar un poco de disuasión a la responsabilidad. Es que funcionamos así, por lo tanto; no me vengan con correcciones políticas ni buenismos: si el sistema político no separa poderes, cae en la corrupción sistemática.En política, no puede haber libre albedrío sino separación y vigilancia entre poderes. El libre albedrío está bien sólo como concepto teológico, pero nada más. Los corruptos nos podrían decir.

Si sabéis que somos avariciosos ¿ por qué nos habéis dejado hacerlo ? Es que el dinero lo tenía ahí, para llevármelo sin que nadie me dijese nada. Y me podía llevar todo el que quería: sin límites. Y podía inventar puestos de funcionariado y meter a mi hijo con un gran sueldo, y a mi nuera, a todoooos.

Y los corruptos tendrían razón. Lo han hecho porque les hemos dejado. Lo han hecho porque hemos permitido que un presidente nos diga nos diga que "el dinero público no es de nadie" o hemos permitido a otro que nos recorten a nosotros y no a los políticos con los altos cargos a dedo. Les hemos dejado nosotros.

Aquellos pequeños partidos que quieran cambiar (demos el beneficio de la duda) la situación sin proponer un periodo libre constituyente para alcanzar una democracia formal se están engañando a sí mismo y os están engañando a vosotros. No saben de lo que hablan. No tienen ni idea de lo que es. No es posible la democracia dentro de los estados de partidos. Que estudien y averigüen de dónde y por qué han salido los estados de partido y que se reconozcan por lo que ellos mismos son: estados de partidos.


En cualquier sistema político cuecen habas. Puede haber corrupción en democracias formales.

Las traiciones a la ciudadanía, por corrupción, son inevitables en cualquier sistema político porque la carne es débil. Pero ante el poder disuasorio de poder acabar en la cárcel automáticamente y con un embargo de los bienes, a casi tener la garantía institucional, o de omerta, de que te irás de rositas porque todos están pringados hay un abismo: la disuasión de la justicia confrontada a la impunidad; el representante de la sociedad civil confrontado al represente del partido de Estado. Siguiendo siempre a Trevijano, así los llamó el Tribunal de Bonn: Partidos de Estado.
¡ Ay si tuviésemos la valentía civil de conquistar la democracia formal ! ¡ Ay si perdiésemos el miedo a la libertad colectiva ! Si tuviésemos esa valentía civil entonces el representante del taxista difícilmente llegaría a consensos con el resto de representantes y tendría que llegar a acuerdos de verdad favorables al taxista: en un acuerdo doy algo y a cambio gano algo; como en cualquier transacción comercial. Ese "a cambio de algo" es lo que ganaría la sociedad civil. Y si hacen bien las cosas puede que en el intercambio ganasen ambos representantes ...  doble ganancia para la sociedad civil. A esos representantes los llamamos diputados de distrito con mandato imperativo y revocable. Esos diputados de distrito son impensables en la actualidad, ya que los diputados pertenecen al partido, les paga el partido y los puede cesar el partido, no la sociedad civil. Precisamente, lo de revocable es que si no lo hacen bien es la sociedad civil, también, la que los puede quitar en cualquier momento y sustituir por otro que sí esté presente por ti en la negociación, o sea, que te represente. En un partidocracia no puede haber democracia: son agua y aceite, por muy buenas intenciones que tengan esos pequeños partidos nuevos llenos, sin duda, de buenas intenciones jamás nos podrán representar sin exigir un periodo libre constituyente para implantar una democracia formal; una de verdad con representación y separación de poderes. Si no lo hacen, o simplemente aspiran al poder y los privilegios de la clase política o bien no tienen ni idea de qué es la democracia; o ambos.

Vicente Jiménez
Bibliografía para no perderla costumbre últimamente:

A.G.Trevijano Teoría Pura de la República. Pág 37-38 Ediciones MCRC