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domingo, 7 de octubre de 2012

UNA GENERACIÓN PERDIDA ... tras otra.


La historia de Pedro puede ser la de cualquier chaval en  cualquier barrio de Hospitalet, Terrassa, Badalona o Cornellá, da igual. O sea, que vive en el extrarradio (antes cinturón industrial) de Barcelona u otra ciudad española. Pedro tiene treinta y ... años y forma parte de una de esas generaciones que se nos perdió sin saber cómo ni cuándo. Bueno, él sí sabe cómo y cuándo, yo creo intuirlo.
Pedro es un chicarrón fuerte, noble y brutote. Se dedico a trabajar desde los 14 o los 16 años, no lo recuerdo bien. ¿El motivo? Desde luego se consideraba un negado para los estudios y desde el punto que tuvo la edad legal se puso a trabajar. Así contribuía a la modesta economía familiar y en la fábrica pronto encontró un lugar donde encajó mejor que lo había hecho antes en el colegio, del que salio sin obtener el Certificado de E.G.B. Él decía que no servía para eso de estudiar.
Como en aquellos tiempos sí había vida después de la E.G.B, a base de trabajo, reconocimiento, responsabilidad y esfuerzo repuso su malograda autoestima estudiantil y se hizo un sitio en la fábrica. Allí se ganó la confianza de algún jefe, que no de todos porque Pedro huyó siempre de los favoritismos y enchufismos; y su excesiva rectitud, falta de diplomacia y de tacto a veces le trajo algún problema de comunicación, pero nada grave que no se pudiera solventar con una charla de tú a tú o fumándose un pitillo a la hora del bocadillo. Si estaba equivocado lo reconocía, pero como él considerara que no, no había forma de hacerle dar su brazo a torcer. Incluso sus compañeros le quisieron convencer para que les representara como enlace sindical, pero siempre huyó de todo lo que le oliera a posibilidad de chanchullos, no fuese que acabasen a guantazos. Algo de lo que los trabajadores andaban siempre faltos era de sindicalistas que representasen los intereses de todo el colectivo y no los propios personales; y cuando huelen a un posible representante honrado intentan convencerlo para que se presente a enlace. Es para ellos una mera cuestión de supervivencia.
A todo esto y al cabo de los años le fueron confiando más responsabilidades. Y mira por donde, al final lo tenemos hecho toda una especie de encargado. Ahí es cuando se arrepintió de no haber estudiado antes porque algunos por tener alguna formación de FP cobraban más que él  realizado trabajos similares. Es lo que hay, decía él. Lástima que no tengo tiempo ni ganas. Acabo hecho polvo.
Así que al final teníamos a un hombre de treinta y pico de años con un futuro y una ilusión por delante. Nos vuelve a coger los libros y la empresa le paga un curso de inglés, pues ciertos conocimientos del idioma le iban a hacer falta para el trabajo en una futura promoción.
Y cuando estaba rindiendo en su mejor momento profesional y podía volcar en la sociedad toda la energía inestimable de su juventud, unida ya a algo de experiencia llega el fantasma del ERE, que se convierte en un monstruo y lo lanza al paro cuando la primera ola del tsunami de la crisis dio de lleno en su ahora exfábrica. El papel socializador que el colegio no había logrado completar del todo lo tomó su empresa. Antes, a la escuela y la familia hay que reconocerles que ya le habían dado el recurso más importante: valores. Esos valores fructificarían más tarde en él mismo, su entorno, la empresa y la sociedad.
Aquí es donde empieza el via crucis de una generación ¿Qué pasó con el dinero que daba la CE para la reconversión y formación de los trabajadores? Pues que los cursillos que le ofrecieron hubieran estado acertados en otro mundo, otra galaxia y otro universo. Nada que ver con la realidad del mercado laboral que pudiese surgirle en el presente ni en el futuro. Por no surgir, no existía ya ni mercado laboral. Eso sí, tuvo que pasar por duros e inútiles entrenamientos de cómo hay que realizar una entrevista de trabajo o redactar un currículum adecuadamente. A mí me parece casi tan difícil como las dos oposiciones que yo pasé hace muchos años.
Chaval, como no te saques el graduado, le comentó el tutor en uno de los cursillos, (ahora la ESO) lo vas a tener mal. ¿Y estos que han llegado de fuera y no saben ni hablar español? Estos son otra cosa …
Así este hombre se me va a la escuela de adultos (qué remedio) y el primer día de clase, dos jóvenes que él cree Pakistaníes (por la negrura de su tez y el idioma extraño que hablan entre ellos - da igual su nacionalidad) son llamados aparte para hablar con la directora. Es para decirles que tienen derecho a una subvención. ¡Oye! Que yo soy española a mí no me dan nada, objetó una mujer compañera de clase de unos cincuenta años. Lo siento, las leyes están así. No es culpa mía contestó la profesora. Claro, a los dos “Pakistaníes” una vez subvencionados no los han vuelto a ver aparecer por clase.
Esto son historias para no dormir, pero quienes no duermen son los ciudadanos que se ven en estas tristes vicisitudes irremediablemente aspirantes a la indigencia y la miseria. Son historias desgarradoras arrancadas de la realidad de la calle. De cómo puede perderse una generación tras otra en un efecto dominó apocalíptico. Y mientras, los políticos siguen resolviendo problemas que ellos previamente han creado con sus estúpidas disputas virtuales, continúan cebándose con el dinero de unos ciudadanos que ya no tienen más que dar porque se lo han arrebatado todo. Pensando si van a cuartear un trozo de España o no. Si van a trincar por aquí o por allí. Alimentando circuitos que sospecho corruptos o mafiosos y cuyo resultado es que para tener protección social en España tienes que ser un extranjero. Así, si las cosas se ponen feas la ira popular será canalizada no a quienes crearon el problema, sino a los inmigrantes. Alimentando SICAV y Comunidades Autónomas; con más coches oficiales que Estados Unidos y un sinfín de dislates que son denunciados cada día por los pocos medios libres de comunicación que quedan. Los problemas son tantos que costará muchas generaciones poder volver a ciertos parámetros de normalidad (para mí normalidad significa supervivencia). La única solución pasaría por parcelar los problemas y empezar intentando aplicar pequeñas soluciones. En la Red de Blogs, por ejemplo, ya estamos defendiendo un posible remedio muy factible mediante un plebiscito del pueblo español sobre qué hacer con las autonomías y la organización territorial. La otra opción prefiero ni mencionarla ni pensarla.
Pero ¡ojo al dato! Todavía estamos hablando de personas que fueron formadas durante los últimos años de buena cosecha de la EGB, con una serie de valores adquiridos como que hay que trabajar y esforzarse. Que conseguir implica antes disciplina y sacrificio. Para hablar de la siguiente oleada, la de la LOGSE, ninis, etc no me siento preparado, la verdad ...
PD. Cualquier parecido con la realidad es puramente intencional
Vicente Jiménez

viernes, 11 de mayo de 2012

CONFLICTO DE CIVILIZACIONES I

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Nos enfrentamos expectantes a cambios rápidos y difíciles de asimilar. Y son tantos, que más que parecer una época de cambios habría que plantearse si somos testigos de un cambio de época.
Hemos superado de lleno en la edad del silicio. No nos imaginamos el mundo sin la aplicación de las nuevas tecnologías, que ya quedan viejas en el momento en que salen al mercado. La vorágine nos conduce a una avasalladora obligación al consumo, que ni buscamos ni queremos. Los “gadgets” son de usar y tirar, a menos que seas un manitas; y tienen una vida útil calculada por y para el consumo. Esta aceleración vertiginosa depreda los recursos del planeta creando una basura, que los antes llamados países del tercer mundo se encargan de acumular y reciclar si pueden.
Todos los cambios de épocas han dependido, sobre todo, de los inventos tecnológicos. Pierre Vilar explica cómo la pólvora permitió el desmoronamiento de la época feudal y el principio del absolutismo. Los Reyes Católicos se dedicaron a derrumbar a cañonazos, por ejemplo,  los inexpugnables castillos de aquellos feudales que se negaban a abandonar sus privilegios. Así, fueron rindiéndose todos casi sin tener que disparar un tiro.
El invento de la máquina del vapor y del tren fueron imprescindibles artificios capaces de robar eficientemente en masa las materias primas a los países colonizados. El tren transportó tropa y equipo militar de forma que dibujó la geopolítica del s XIX.
El montaje en cadena y la producción a gran escala fue la forma de relacionarse en el s XX; y las guerras mundiales fueron producto de los problemas de la geopolítica del XIX junto a la capacidad destructiva de la época industrial. Fueron las primera guerras industriales.
La energía atómica nos ha tenido en vilo con la guerra fría y después del derrumbe del Muro de Berlín tampoco estamos seguros. Tuvo un poder disuasorio para que no se liaran del todo las dos super potencias  y nos ha dado los disgustos de Chernobil y Fukushima
Ahora, a principios del s XXI el problema es la globalización versus las políticas estatales, locales y tribales lo que tenemos sobre el tapete y siempre se heredan las soluciones y los problemas del pasado. Esto lo dejaremos para el siguiente capítulo.

viernes, 4 de mayo de 2012

¿Nos han inducido a ser esclavos voluntarios?

Entrada revisada 22 junio 2014
En la entrada anterior observamos cómo el desarrollo de las nuevas tecnologías había introducido un verdadero caballo de Troya en nuestros hogares. Smartphones, 4G, tablets, ordenadores personales etc., que tan atractivos se  nos presentaban al principio resultan ahora eternos y forzosos acompañantes. Han acabado por convertirse en auténticos cordones umbilicales uniendo la empresa y con el hogar de forma que éstas se han apropiado del  tiempo personal.

Una de las tecnologías que las empresas priorizan son las intranets. Entramos en aquellos lugares que nos permiten para continuar desarrollando proyectos; y a su vez, también, en cierta forma, los invitamos a entrar en nuestros hogares. Un verdadero "quid pro quo", ¿o no?

Si estas tecnologías se utilizasen para mejorar las relaciones entre la empresa y los trabajadores mediante la tan conllevada conciliación laboral y familiar, una justa retribución, etc bienvenida sería. La tecnología estaría al servicio del hombre. Pero si por el contrario sirven para alargar la jornada laboral, exponer al trabajador bajo condiciones de estrés a interminables jornadas y sufrir diferentes y sutiles presiones, malvenidas sean.

Al final se han perdido logros dorados que costaron sangre, sudor y lágrimas; como los tres ochos: ocho horas de sueño, ocho de trabajo y ocho de tiempo libre, o que la edad mínima de los jóvenes para empezar a trabajar fuesen los dieciséis años, en vez de los cinco.

De hecho, ha emergido una nueva cultura del trabajo en muchas de las multinacionales occidentales; y no tan multinacionales. La cuestión es cómo nos hemos hecho este hara-kiri ¿Cómo hemos renunciado a las promesas de que el trabajo duro sería reconocido, recompensado y nos garantizaría una vida de estabilidad económica?

Se utilizaron nuevas formas sutiles de presionar e inducir a los trabajadores hacia una esclavitud voluntaria; incluso antes de la amenaza del hambre y el desastre del paro actuales. Con lo cual, la vuelta de uerca ha sido completa.

Sin mencionar el nombre de una empresa de alta tecnología muy conocida diré que técnicos super-cualificados se mataban por conseguir un puesto de trabajo. Les esperaba entrar en un complejo de lujo, con piscina, sauna, salas de relax, de juegos, gimnasio, barra libre en el bar, en el comedor ...

La condición era trabajar por proyectos, en pequeños grupos; marcarse cada grupo o trabajador sus propios horario y comprometerse a unos objetivos. Esos trabajadores no salían del complejo ni los fines de semana. Sin darse cuenta vivían por y para el proyecto ¿Os acordáis de los monjes medievales? Por lo menos ellos tenían unos horarios muy rígidos, pero en nuestra empresa las horas de trabajo podían llegar a ser interminables; hasta conseguir el objetivo. Y después ellos mismos se imponían otro objetivo. Y uno más... Todo en la compañía inducía a este estilo de vida y los trabajadores se apuntaban con entusiasmo ¿Eran esclavos voluntarios?, o unos privilegiados.

Una de sus trabajadoras renunció al trabajo por otro más normal y menos cualificado. No había querido renunciar a su vida familiar...

Entre el blanco y el negro se dan todo tipo de grises. Empresas que obligan más, que inducen menos... Las técnicas de manipulación del personal están muy estudiadas y los trabajadores no son conscientes de ello. Lo cierto es que hemos vuelto después de dos siglos al principio de la película. La rueda ha dado un giro completo, como dicen los ingleses. Vuelta al principio: se buscan esclavos, paga baja, dedicación 24 h.

Unos obligados por tristes circunstancias y otros con el viejo truco del palo y la zanahoria resulta que estamos entrando en una trampa que olvida y prescinde del factor humano: que el hombre es un ser social, pero que la familia no son los compañeros de trabajo. Se requiere formación y el pago digno por un trabajo digno. Se requieren tantas cosas... Ahora, el que crea que los sindicatos se plantean algo de esto y están dispuestos a defender un equilibrio entre intereses de la empresa y los trabajadores que de un paso al frente. Pero no caigan en un precipicio.

Vicente Jiménez







jueves, 3 de mayo de 2012

¿Se nos ha metido un caballo de Troya en casa?

Revisado 18 junio 2014
En la Edad Media los monjes llevaban una vida rutinaria imperturbable salvo que un hecho dramático como una invasión, la peste o una guerra rompiese esa paz. Se levantaban al alba, rezaban, comían, trabajaban, estudiaban, copiaban libros, rezaban, dormían. Sus hábitos diarios se centraban en por y para la vida del monasterio las 24 h del día. La vida del campesinado también seguía un ritmo parecido de rutinas donde vida y trabajo no se separaban: el ritmo diario lo marcaban las estaciones y la Naturaleza. Ese esquema rutinario se rompió con la Revolución Industrial. Más tarden llegarían las luchas sindicales de verdad: no la de los sindicalistas político-liberados actuales que viven ociosamente ocupados; y al finalizar las dos guerras mundiales fue consiguiéndose con más lucha la  separación entre el trabajo, el tiempo libre y la vida familiar. 

Mucho se tuvo que pelear en Europa para lograr que los trabajadores pudiesen disfrutar de ciertos logros o lujos y así mejorar sus condiciones de vida hasta  convertirse en clase media con vacaciones, electrodomésticos, coche y los tres ochos: ocho horas de sueño, ocho de trabajo y ocho de tiempo libre. El tiempo libre permitió las relaciones familiares, las sociales, la práctica de aficiones: lo que los abuelos de nuestros abuelos jamás llegaron ni a soñar.

Nos enfrentamos a un retroceso vertiginosos donde la rueda ha girado por completo y la tendencia de las condiciones de trabajo junto al nivel de bienestar en vez de mejorar empeoran a marchas forzadas. El ahora lujo del tiempo libre, de tener asegurado el sustento con el esfuerzo de tu trabajo y disfrutar de un estado de bienestar que creíamos garantizado se está diluyendo por la dictadura de las crisis, de los malos sistemas de gobierno, de las castas oligárquicas de poder y de la competitividad dictada por un mercado salvaje falto de toda moral y principios. Han aparecido unos nuevos dioses en el Olimpo y junto a ellos hemos introducido un dios menor al que adorar en el hogar y que resulta un verdadero caballo de Troya. Ese dios menor es tan peligroso como los anteriores: el uso de las nuevas tecnologías de la información. Los viejos relojes de marcar las horas de entrada y salida en la fábrica han desaparecido y han sido sustituidos por portátiles, tablets y móviles 4G que mantienen un perfecto cordón umbilical con la empresa a tiempo total, literalmente. Mediante el uso de estas tecnologías tu tiempo, suponiendo que tengas la suerte de trabajar, forma ya parte de la empresa las 24 h del día, tal como ocurría con los antiguos monjes medievales que hemos mencionado antes.

¿Volverá aquella época de nuestros padres en la que  el silbato de la fábrica marcaba perfectamente las fronteras entre el tiempo del trabajo y el tiempo personal? Con las nuevas tecnologías va a ser difícil separar la hora de salida y desconectar completamente del trabajo para tomarse con los amigos unas cañas, disfrutar con la familia o simplemente leer o no hacer nada.


Con la nuevas tecnologías hemos metido el caballo de Troya en casa y en nuestro tiempo libre. En este momento accedemos desde casa a los datos de la empresa por la intra-net  y nos llevamos ese trabajo al hogar. Estamos localizables las 24 h del día y tenemos ya metida la oficina en le hogar con un método de trabajo que ha cambiado. En vez de estar delimitado por un horario está definido por unos objetivos muy definidos cada vez más exigentes y esclavizantes. Por lo tanto, en este momento, ya nos parecemos un poco a aquellos monjes medievales del principio de este artículo. Corremos el peligro, al igual que ellos, de no salir del convento, pero ellos tenían la ventaja de disfrutar una vida más natural y sin estrés.


Vicente Jiménez

Bibliografía

Buntin Madeline, Willing Slaves: How the Overwork Culture is Ruling Our Lives,
HarperCollins, 2004

Richard Donkin, Blood, Sweat and Tears: The Evolution of Work, 

Richard Donkin, The history of work,

Notas

Los "privilegiados de tener un trabajo" ahora estamos sobrecargados y hemos vuelto al miedo al hambre. No tenemos tiempo y nos vemos forzados a seguir en casa conectados al ordenador. Que estamos sobre-presionados; y esta presión nos ha alcanzado de lleno. Ha entrado en la conciencia colectiva. Parece que las condiciones físicas brutales que soportaron los primeros trabajadores de la industrialización se han sustituido por otras no menos coercitivas y mucho más sutiles.



Es una cadena de locuras. Los consumidores presionan a las empresas y éstas, a su vez, presionan a los trabajadores para que dan lo máximo de sí mismos; y los clientes le den su dinero a las empresas. Es un círculo vicioso diabólico.



Los gurús del management o altos directivos aspiran a conseguir que los valores de la empresa coincidan con el de los trabajadores, y se utilizan argucias muy sutiles para ello.



El papel de los sindicatos, ante esta situación, parece ser estar en la más absoluta inopia. Les falta el talante intelectual para negociar sobre lo que se nos ha venido encima. Algo que beneficie a ambas partes. Indudablemente todavía siguen con los tres ochos; y la situación actual nada tiene que ver. ¿Cómo van a resolver un problema si ni siquiera parecen ser conscientes de ello? Además, parece que sus preocupaciones han pasado a ser la de mantener unos privilegios insostenibles que sólo benefician a unos cuantos privilegiados.



A finales del siglo XVIII y XIX el gran proyecto de ingeniería social de la industrialización fue coger a los trabajadores del campo y convertirlos en dóciles obreros dependientes de un salario. Se empleó el método del miedo al hambre; y en la Inglaterra, precursora de la época industrial, el miedo a Dios. Los Metodistas les inculcaban a los trabajadores de la revolución industrial el deber moral de trabajar duro y santificar el domingo. Los salarios tuvieron que ser lógicamente bajos para asegurarse de que el obrero del campo volviese el lunes a trabajar. Hombres, mujeres y niños desde los seis años formaban periódicamente una procesión diaria hacia las fábricas con el hambre como el gran acicate



Evidentemente aquellos demonios fueron combatidos. Primero con la lucha obrera por la jornada de diez horas, después se abolió el trabajo de los niños. La lucha sindical parece que dio sus frutos y: se consiguieron los tres ochos: ya no era tan pobres como para tener que ir a trabajar por estar hambrientos, ¿o ahora si ... ? Interesante tema para tratar en el futuro: una crisis y de nuevo el hambre como acicate.