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domingo, 8 de septiembre de 2013

La democracia clara y el chocolate espeso


Voy a contaros una pequeña historia: en cierta ocasión fui testigo de cómo una pregunta conveniente y hábilmente planteada consiguió que barbudos y progres melenudos - uniforme oficial de la progresía de aquella época- eternamente armados con pancartas de “Yankees go home” y “fuera bases americanas”, junto a toda la izquierda más rancia en pleno, votase un sí rotundo a la OTAN cuando Alfonso Guerra, vicepresidente del entonces gobierno socialista, hizo campaña a favor y tuvo la genialidad de redactar la pregunta de forma que le votasen que sí. Pese a este hecho puntual, hoy nadie puede demostrar quién será el próximo presidente de España, como no sea echando las cartas o por artes adivinatorias. Quien crea en ellas, crea también que las ciencias políticas existen.

Podemos tomar como ejemplo de teoría bien establecida la evolución biológica, ya que generaciones de biólogos la han probado y ha pasado por el tamiz de innumerables observaciones. Las teorías beben de observaciones directas. No obstante, ninguna teoría puede ser considerada como una verdad absoluta o la última verdad, ya que pueden darse nuevas observaciones que deshagan esa teoría en favor de otra nueva o simplemente la pulverice. Una sola observación que contradiga la teoría ya es más que suficiente para derrumbarla.


Veamos qué pasa si extraemos con valentía observaciones directas del método de elección de los presidentes de gobierno de nuestra nación para establecer si la hipótesis que nos han dado durante cuarenta años de que vivimos en democracia, casi ya un principio de tanto repetirlo, pasa un análisis serio e inteligente. No olvidemos que la diferencia entre una teoría y un principio es que las teorías pueden cambiar, pero una vez establecido un principio es tan solido que no cambiará nunca.


Unos diputados son los que escogen al presidente de la nación española; de tal suerte, que el reparto proporcional dan una potencia de voto a unos partidos bisagra representantes de minorías y cuyo objetivo final es nuestra destrucción como nación: si descuartizan España ésta desaparece como nación. Y es a partir de la deslealtad del aspirante a presidente, que es nombrado como tal gracias al pacto con los secesionistas, la forma en que se nombra en ciertas ocasiones al presidente de la nación española.


Bien, ya tenemos un motivo que contradice la hipótesis de que los españoles vivimos en democracia porque, desde luego, a la totalidad de la ciudadanía española no nos preguntan nada de eso del "derecho a decidir". Desde el punto de vista científico, la hipótesis que nos han vendido por la cual vivimos en democracia ha volado dinamitada por los aires: aquí las prebendas y derechos son para las minorías mimadas. Y los trozos de cualquier estructura democrática siguen volando con el impulso dado por la Ley d'Hont antes de llegar al punto máximo de altura, pararse en el aire en un punto infinitesimal y volver cayendo atraídos por la ley de gravedad ejercida por consensos: ojalá cayeran por la gravedad de la Ley.


Para empeorar las cosas, esos diputados no los nombra el pueblo, no. Esos diputados los nombra el mismo futuro presidente sometido a los secesionistas porque lo importante es el poder: sea al precio que sea. Es él quien confecciona las listas y el orden en el cual aparecen los aspirantes a diputados. Así, si estás en los primeros puestos de la lista tus opciones de sumarte a las prebendas de la casta política son mayores desde el momento en que entras en la ruleta de la suerte. Si estás de los últimos de la lista... ya sabes: hay que hacer la pelota un poco más... digo: méritos una temporada más. Si alguien duda sobre la obediencia ciega al jefe, salga o no elegido como presidente, que siga viviendo en la felicidad de su ignorancia: “Mira que te quito o te muevo de la lista... o simplemente te hago desaparecer de la lista”. He ahí la cuestión.


A todo esto, los ciudadanos un día cada cuatro años se convierten en funcionarios y te pueden elegir. Es indiscutible que los ciudadanos somos funcionarios el día de las elecciones, ya sea el que sea el partido al que votes éste estará incrustado en el Estado, será pagado por el estado y puede que llegue a legislar: ¡Viva la separación de poderes!


Un observador extranjero que entienda bien el idioma español y lea nuestros periódicos debe quedar estupefacto ante otros hechos incluso más evidentes todavía: el gobierno, por ejemplo, debería tener totalmente prohibida la entrada en el Congreso de los Diputados. Puedo imaginar a nuestro patidifuso observador extranjero preguntándose: -¿Qué hace una bancada de gobierno tras otra, sea del color que sea, legislando?-
La bancadas de colores son ya una traición a las normas de la separación de poderes de la democracia. Los colores para los caramelos. Las bancadas de colores son la prueba palpable de que los partidos forman parte del Estado.

Menos mal que tenemos algún jefe o jefa de partido por ahí que dice que cambiará el sistema de listas cerradas:

- Amigo – dice - la solución está en las listas abiertas. Yo cambiaré el sistema electoral. Votadme y la democracia está servida. -

Pobres ilusos quienes crean que las listas abiertas significan algún cambio sobre el sistema de listas cerradas. ¿Es que no estarás votando a alguien dentro de un partido perteneciente a una bancada que legisla y sigue formando parte del Estado? Seguiremos votando al partido y no a la persona:

- Yo a ti te voto porque te presentas por el PP, o porque eres del PSOE o de CiU o del PC o de IU, o del que sea. Sin el partido y lo que mande tu jefe no vales nada. Te debes al partido y a su disciplina de voto - eufemismo de dictadura. ¿Es que no lo veis? Casi estamos insultando a ese pobre hombre.

El nombre elegible en listas abiertas tiene el mismo compromiso con el partido que el que aparece en las listas cerradas. Otra cosa sería que eligieses a una persona de tu distrito electoral con mandato imperativo. Es decir, obligado a hacer lo que tú le mandas, no le que le manda un partido.


Y lo triste, lo verdaderamente deplorable es que en las redes sociales han introducido voces defendiendo el gran logro que representarían las listas abiertas y mucha gente de buena fe se lo cree. Las listas abiertas que empiezan a asomar tímidamente en los medios de comunicación, como el invento del siglo, como la gran reforma en nuestra constitución para alcanzar más cotas de democracia garantizarán un siglo más de dictadura. Llevamos 40+40 años donde el gobierno propone las leyes y le imprime carácter coercitivo cuando las publica en el Boletín Oficial del Estado. Me parece bien como dictadura mediante oligarquías de partido, pero no como democracia. En democracia ningún  gobierno puede legislar: así de simple. Cuando queramos democracia el gobierno no podrá ni entrar en el Congreso para nada, o solo lo hará excepcionalmente como invitado. Cuando queramos democracia el gobierno no podrá legislar. Cuando queramos democracia el gobierno no podrá imprimir ningún boletín de leyes. Ese día los poderes legislativos y ejecutivos estarán completamente separados tal como nos indicó Montesquieu.


Con las razones expuestas, no es que hayamos dinamitado la idea de que en España haya democracia: es que le hemos aplicado una carga termonuclear. Una sola... una sola razón es suficiente para destruir una hipótesis y desecharla para siempre. Calculen Vds.

Vicente Jiménez






jueves, 21 de marzo de 2013

La trampa de las Listas Abiertas y una España Federal


Si no andamos avispados, el espejismo del que partió esta “democracia” podría perpetuarse treinta, cuarenta o cincuenta años más junto al riesgo de multiplicar los efectos devastadores que las autonomías han tenido sobre la sociedad civil. Ya se oyen ciertas voces expresando la necesidad de listas abiertas o replanteamiento del modelo territorial hacia un federalismo asimétricoi.
Como cuando hay humo es indicio de que en algún lugar cercano debe haber también fuego, en estos momentos he encontrado ciertos indicios de que nos exponemos, teóricamente, que en algún momento y como tabla de salvación nos pudiesen exponer dos tipos de planteamientos:

El primero planteamiento sería el de la cuestión de las listas abiertas como panacea para mejorar nuestra salud democrática.
El segundo bálsamo de Fierabrás, y más inquietante, sería proponernos una federación, del tipo que fuese, como logro para regenerar las autonomías y completar la democracia en España. Incluso, que siguiendo esas pautas llegaríamos a acercarnos a democracias tan consolidadas como la de EE.UU, Israel, Inglaterra o Francia.
En ambos casos, lloverían los argumentos por parte de expertos tertulianos en los medios; y se aplicaría, al completo, el manual de ingeniería social. Estos serían presumiblemente los argumento demagógicos a los que seríamos sometidos:
“Con las listas abiertas, se asegurará por fin, una democracia muy sólida, ya que es el pueblo quien vota el orden de las listas... un gran paso definitivo. Por fin, democracia para el pueblo y por el pueblo. El pueblo ya decide”,  o se argumentarían razonamientos mucho más elaborados y seríamos testigos de acalorados debates entre el policía bueno; aquel que defiende la lista abierta y policía malo, aquel que se opondría. Al final, el desinformado espectador quedaría embelesado ante los argumentos esgrimidos y cavaría su propia fosa el día de una consulta o plebiscito a favor de la lista abierta.

Lo que ningún medio mencionaría, ni por equivocación, es que todo esto resultaría una gran estafa y tomadura de pelo, ya que el verdadero poder no está en las listas abierta sino en confeccionar la lista. En este momento, esa prerrogativa está en manos de los partidos, y con la lista abierta continuaría así: ellos (los partidos) seguirían confeccionándolas.

Aspiramos a realizar cierta pedagogía, que no apología, y advertir sobre la única forma verdaderamente democrática en la que habría de elegirse a los representantes del pueblo: mediante el diputado de distrito uninominal con mandato imperativo. Es así de simple: cada diez mil votantes (distrito), por ejemplo, el pueblo (no el partido) elige a un representante; y éste tendrá que votar en el congreso lo que sus votantes le hayan indicado. Si por ejemplo, nos preguntasen si queremos seguir en el Euro, y ese distrito decidiese que no; el representante tendrá que votar que no en el Congreso. Es decir, la voluntad del pueblo; no la del partido. El representante se debe a sus votantes, no al partido; y se debe durante toda la legislatura, no cada cuatro años.
... / ...

Sigamos en nuestro viaje imaginario al futuro y preguntémonos qué peligros acecharían si viésemos titulares y anuncios del tipo “Los Españoles decidirán sobre una federación asimétrica... Histórico acuerdo entre el Presidente del Gobierno y los nacionalistas ... Un gran logro para todos... hablando se entiende la gente... el nacionalista está realizando un gran sacrificio, ya que renuncia a la secesión”; de momento, luego volvería a las andadas del chantaje (un chantajista nunca abandona a su presa), claro... Y así repetiríamos sesión de policía bueno y malo defendiendo un tipo de federalismo sobre los otros, y añadirían que el periodo de las autonomías estaría superado, junto a un fin de etapa del Juancarlismo. Además, siempre participarían los mismos actores, ya que ni se molestarían en cambiarlos, aunque solo fuese por aquello de que en la variedad está el gusto

Analicemos ahora la cuestión de un estado federal; y para mas inri, “asimétrico”. Eso no sería más que continuar con la orgía de malgasto y descontrol de las autonomías. No cesaría la enorme mediocridad de políticos profesionales constituidos en casta y que serían incapaces de sobrevivir un solo día en la vida normal. Lo de asimétrico no dejaría de ser más que un eufemismo para perpetuar unos estados nacionalistas más privilegiados, una casta más rica; y dominarían a los demás estados casi como colonias. En esta ocasión, nosotros, el pueblo, continuaríamos sin ningún control sobre los políticos y además, la impunidad sería ya absoluta para esas oligarquías que ya se han establecido en las nefastas autonomías; con alguna más que se añadiría al festín, y cuyo dominio sobre los cuatro poderes (incluimos el de los medios) costaría mucho sacrificio y generaciones derrumbar. Aceptar cualquier tipo de federalismo sería condenar a las futuras generaciones a vivir en algún lugar sombrío de un triste mosaico y una nueva Edad Media bajo el paraguas federal de la indigencia y esclavitud ¡Barra libre para los pícaros y mangantes!

Como colofón final, el montaje de ingeniería social podría quedar más o menos cuadrado cuando entrase en juego un nuevo vector: La salida posible al conflicto económico mediante un cambio de organización territorial y aplicación democrática con listas abiertas. "Mediante listas abiertas... mediante un estado federal nos ahorraremos millones de Euros... y para tal fecha tendremos la deuda pagada".
No habría mayor engaño y perversidad si cayéramos en esas trampas. Seguirían triunfando los políticos mediocres de poca cualidad moral y su poder sería mucho más inmenso del que habrían soñado nunca. Hasta ahora, nadie los ha controlado, pero aún así quedan resquicios de decencia (muy pocos). Cuando aparece un juez honrado, los corruptos son imputados o van a la cárcel. Con la opción federalista se cerrarían todas las oportunidades, hasta las pocas de las que ahora disponemos. Nadie podría controlar a ningún político nunca más. En España, un sistema político honrado tiene que controlar siempre a rajatabla el factor de la picaresca: una cualidad autóctona, guste o no. Recordemos que el género literario de la picaresca, solo existe en España.

Cuando Suárez reconoció una ley electoral en la cual se confeccionaba una lista donde los que estaban en los primeros lugares serían los elegidos estaba abriendo una autopista a la oligarquías, a la impunidad y a la corrupción.

Los medios impresos más supuestamente libres mencionan tímidamente, pocas veces, la cuestión de la listas abiertas. En los medios sociales se observa también cierto bufido por las listas abiertas como paladín que nos conseguiría la representatividad parlamentaria: nada más falso. Ese representante “puesto por el pueblo” y no por el Jefe de Partido seguiría estando al servicio del partido.

Suárez es nombrado por Franco ministro de La Falange, a Juan Carlos lo nombra Franco y Juan Carlos nombra a Suárez... Ésta es la triangulación de la que partió nuestra transición. Un hecho histórico puntual en un ambiente y una situación a la que hay que retroceder: ¿cómo empezó todo? Suárez legalizó al partido Socialista y al Comunista con dos personajes al frente: Felipe González y Carrillo, junto a los partidos independentistas y nacionalistas de Cataluña y País Vasco. Nada de legalizar a ningún otro partido: a los republicanos, por ejemplo, no se les permitió entrar en ese juego. Ninguno traspasó para nada el poder recibido gratuitamente a manos del pueblo: el poder pasó directamente a manos de los partidos; por lo tanto, el pueblo jamás ha tenido acceso al poder ¿Por qué iba a mejorar todo con un estado federalista otorgándole más poder todavía a la oligarquía dominante? Una vez los partidos que participaron el el festín heredaron el poder del régimen anterior, la cosa fue más bien fácil y cayó por su propio peso: los partidos se limitaron a confeccionar unas urnas en las que para nada se preguntó al pueblo sobre quiénes debían confeccionarlas; y sin elecciones previas ni nada, controlaron un poder directamente emanado desde el Franquismo, sin el control de Franco a los políticos, y hasta nuestros días.

Como propone la Red de Ciudadanos Comprometidos la solución está en nuestro conocimiento sobre la verdad. Solo así seremos capaces de elegir y estaremos vacunados ante cualquier manipulación. Ahí está nuestra libertad.

Vicente Jiménez


iSe habla de federalismo simétrico cuando los distintos estados de una federación poseen las mismas competencias. Cuando a cada estado se le conceden distintas competencias o unos poseen mayor grado de autonomía que otros se habla de federalismo asimétrico.