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domingo, 8 de enero de 2017

Hutington original essay The Clash of civilizations

On the fault line: will the battles of the crusades be echoed in the future between civilisations such as Confucian, Japanese, Islamic, Hindu and Latin American?

World politics is entering a new phase, and intellectuals have not hesitated to proliferate visions of what it will be - the end of history, the return of traditional rivalries between nation states, and the decline of the nation state from the conflicting pulls of tribalism and globalism, among others. Each of these visions catches aspects of the emerging reality. Yet they all miss a central aspect of what global politics is likely to be in the coming years.

It is my hypothesis that the fundamental source of conflict in this new world will not be primarily ideological nor primarily economic. The great divisions among humankind and the dominating source of conflict will be cultural. Nation states will remain the most powerful actors in world affairs, but the principal conflicts of global politics will occur between nations and groups of different civilisations. The fault lines between civilisations will be the battle lines of the future.

Conflict between civilisations will be the latest phase in the evolution of conflict in the modern world. For a century and a half after the emergence of the modern international system with the Peace of Westphalia in 1648, the conflicts of the western world were largely among princes-emperors, absolute monarchs and constitutional monarchs attempting to expand their bureaucracies, their armies, their mercantilist economic strength and, most important, the territory they ruled. In the process they created nation states, and beginning with the French revolution the principal lines of conflict were between nations rather than princes. In 1793, as R. R. Palmer put it, "The wars of kings were over; the wars of peoples had begun."

This 19th-century pattern lasted until the end of the first world war. Then, as a result of the Russian revolution and the reaction against it, the conflict of nations yielded to the conflict of ideologies, first among communism, fascism-Nazism and liberal democracy, and then between communism and liberal democracy. During the Cold War, this latter conflict became embodied in the struggle between the two superpowers, neither of which was a nation state in the classical European sense and each of which defined its identity in terms of its ideology.

These conflicts between princes, nation states and ideologies were primarily conflicts within western civilisation. "Western civil wars," as William Lind has labeled them. This was as true of the cold war as it was of the world wars and the earlier wars of the 17th, 18th and 19th centuries. With the end of the cold war, international politics moves out of its western phase and its centrepiece becomes the interaction between the West and non-western civilisations and among non-western civilisations. In the politics of civilisations, the peoples and governments of non-western civilisations no longer remain the objects of history as targets of western colonialism but join the West as movers and shapers of history.

During the cold war the world was divided into the First, Second and Third Worlds. Those divisions are no longer relevant. It is far more meaningful now to group countries not in terms of their political or economic systems or in terms of their level of economic development but rather in terms of their culture and civilisation.

What do we mean when we talk of a civilisation? A civilisation is a cultural entity. Villages, regions, ethnic groups, nationalities, religious groups, all have distinct cultures at different levels of cultural heterogeneity. The culture of a village in southern Italy may be different from that of a village in northern Italy, but both will share in a common Italian culture that distinguishes them from German villages. European communities, in turn, will share cultural features that distinguish them from Arab or Chinese communities. Arabs, Chinese and westerners, however, are not part of any broader cultural entity. They constitute civilisations.

A civilisation is thus the highest cultural grouping of people and the broadest level of cultural identity people have short of that which distinguishes humans from other species. It is defined both by common objective elements, such as language, history, religion, customs, institutions, and by the subjective self-identification of people. People have levels of identity: a resident of Rome may define himself with varying degrees of intensity as a Roman, an Italian, a Catholic, a Christian, a European, a westerner. The civilisation to which he belongs is the broadest level of identification with which he intensely identifies. People can and do redefine their identities and, as a result, the composition and boundaries of civilisations change.

Civilisations may involve a large number of people, as with China ("a civilization pretending to be a state," as Lucian Pye put it) , or a small number of people, such as the Anglophone Caribbean. A civilisation may include several nation states, as is the case with western, Latin American and Arab civilisations, or only one, as is the case with Japanese civilisation. Follow reading >>>

jueves, 17 de mayo de 2012

Conflicto de civilizaciones II

 Entrada revisada
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Es sumamente interesante el enfoque evolutivo de los conflictos planteado por Hungtinton, que fue capaz de prever el modelo social con el que nos encontraríamos a principios del siglo XXI.


"La fuente primaria fundamental de conflicto en este nuevo mundo no sera ideológica ni económica. Las divisiones entre el género humano vendrán dadas por el choque entre grupos con diferencias culturales" Hungtinton, Choque de civilizaciones

Realicemos un pequeño un periplo histórico partiendo de la Paz de Westphalia, donde se engendraron las formas de relación entre Estados modernos. Los conflictos occidentales fueron, al principio, siempre originados por los reyes y motivados por el deseo de controlar sus territorios y expandirse. La Revolución Francesa fue ya el primer conflicto Europeo popular que estalló defendiendo las ideas rompedoras de un grupo de personas corrientes, no de monarcas. A partir de ahí, los choques verdaderamente importantes vendrían por las defensa de las ideas: fascismo, comunismo y democracia se confrontaron en la II Guerra Mundial. Nuestra guerra civil, por ejemplo, no fue para ganar territorios y explotarlos como hubieran hecho los antiguos monarcas sino por confrontación de ideologías. Los colonialismos del s XIX seguirían las pautas de seguir controlando territorios con miras al robo producido a gran escala que impulsó la invención del tren, como ya se mencionó en el capitulo anterior. Después ya vendría la Guerra Fría; un conflicto entre el comunismo y la democracia liberal, encarnado en dos super-poderes: la URSS Y Estados Unidos. Los países occidentales se posicionaron bajo el paraguas de una u otra superpotencia. El mundo quedó dividido en dos ricos y otro pobre, éste último muchas veces con grandes recursos naturales, pero sin capacidad tecnológica ni organizativa para explotarlos. Dichos países pobres eran los restos de la etapa colonial anterior, y son a los que se se llamó tercer mundo.

La caída del Muro de Berlín fue el preludio de la desintegración de la URSS y causó unas guerras en la Europa del Este, abriendo la puerta, en parte, a la nueva fase en la que nos hallamos. El centro de gravedad de la política internacional ha pasado a las relaciones entre Oriente y Occidente. Al conflicto entre el mundo islámico y el occidental, al conflicto entre islamismo y cristianismo ¿O más bien entre los que tienen los recursos energéticos y los que los  consumen? Aparecen nuevas potencias compitiendo también por esos mismos recursos energéticos y de materias primas; sirvan China e India, como ejemplo. Y sumemos también que algunos de los países productores suramericanos se hayan aliado con una parte del mundo productor islámico. Les une el enemigo común: el mundo occidental.

Añadamos una nueva pieza al puzzle: la aparición de las nuevas tecnologías de comunicación y tratamiento de la información. La rapidez en los viajes han hecho de este mundo un pañuelo. El mundo es más pequeño; así tenemos un nuevo panorama: la antigua división de primer, segundo y tercer mundo que se dio durante la Guerra Fría ha dejado de tener sentido y dado paso a la globalización. Grandes cantidades de dinero se mueven, por ejemplo, en cuestión de segundos con solo apretar un botón de una parte a otra del globo. Decisiones de un segundo pueden traer prosperidad o hambre a grandes masas en el otro lado del globo. De alguna manera, los antiguos estados han dejado de tener el control...

Y sigamos sumando: grandes migraciones del antes llamado tercer mundo han ocupado Occidente en busca de una utopía; y los políticos han practicado un proteccionismo erróneo y exacerbado con estas poblaciones. Dicho hiper-proteccionismo ha incidido en la pérdida de derechos que había adquirido la población local, tras mucha lucha, sangre, sudor y lágrimas. Los inmigrantes trajeron a sus mayores y familias, que jamás habían aportado nada a los sistemas sociales de los países receptores disfrutando de privilegios jamás soñados y cuya carga recaía en los hombros de las poblaciones autóctonas. Esto aumentó la carga social de los ciudadanos y tensiones con aquellos que habían llegado compitiendo en el mismo nicho por los mismos recursos de bienestar social. Los mismos foráneos se posicionaron a favor o en contra de este nuevo elemento que añadía un problema de sostenibilidad a la sanidad, educación y seguridad. 

Los políticos occidentales se mantuvieron insensibles a los problemas que estaba causando su mala gestión, bien porque no era la parte de población que mantenía contacto con estos recién llegados o porque éstos les podían aportar rentabilidad política, en forma de votos o beneficios económicos mediante la explotación esclavista, ya que los recién llegados sin pretenderlo dinamitaban los derechos laborales por la simple ley de oferta y demanda; derechos laborales por los que tanto habían luchado los habitantes foráneos.

Difícil situación por la mala previsión de los políticos y donde la sociedad civil no pudo participar en ninguna decisión a fin de evitar situaciones injustas tanto para los nativos como para los que llegaban buscando una vida mejor. El sistema de partidos de Estado coloca las decisiones en el Estado y jamás en la sociedad civil, que nunca se halla representada. 

Para muestra un botón: el efecto del ministro Socialista Caldera de "papeles para todos" causó un efecto "llamada" insoportable practicando la falsa cultura buenista. Le dio cuerda a la bomba de relojería, todavía alimentado más el proceso de las tensiones raciales fruto directo de las económicas y culturales.  Pero la verdadera bomba puede estallar con la carga adicional y sumamente atroz de la crisis, que ha arrasado como un tsunami a los españoles; llevando a muchos a la más absoluta indigencia.

Aquí pues hay que darle la razón a Hungtinton cuando predijo que los próximos conflictos serían entre civilizaciones porque el mundo se volvía cada vez pequeño; y al aumentar las posibilidades de interacción aumentan las de conflicto: gentes que jamás hubiesen interactuado se verían obligados y condenados a compartir y competir por los mismos recursos y trabajos pero pertenciendo a culturas a veces no solo distintas sino incompatibles. De ahí el clamor cada vez más frecuente y peligroso, que tanto se oye, de "no cabemos todos". Y los políticos siguen con sus luchas internas sin tratar el verdadero problema que ya han creado por lo que pudieron hacer y no hicieron. Quienes pueden encauzar una solución ordenada continúan ciegos y sordos a lo que verdaderamente ocurre. Políticos incontrolables y enormes masas migratorias incontroladas que acaban en guetos: nitrógeno y glicerina: señores, la explosión está servida si no se reconduce la situación con políticas sociales justas, pero justas para todos: no con notable proteccionismo solo para una de las partes.
Vicente Jiménez