Si no andamos
avispados, el espejismo del que partió esta “democracia” podría
perpetuarse treinta, cuarenta o cincuenta años más junto al riesgo
de multiplicar los efectos devastadores que las autonomías han
tenido sobre la sociedad civil. Ya se oyen ciertas voces expresando
la necesidad de listas
abiertas o replanteamiento del modelo territorial hacia un
federalismo asimétricoi.
Como cuando hay humo es indicio de que en algún lugar cercano debe haber también fuego, en estos momentos he encontrado ciertos indicios de que nos exponemos,
teóricamente, que en algún momento y como tabla de salvación nos pudiesen exponer dos tipos de planteamientos:
El primero planteamiento sería el de la cuestión de las listas
abiertas como panacea para mejorar nuestra salud democrática.
El segundo bálsamo
de Fierabrás, y más inquietante, sería proponernos una
federación,
del tipo que fuese, como logro para regenerar las autonomías y
completar la democracia en España. Incluso, que siguiendo esas
pautas llegaríamos a acercarnos a democracias tan consolidadas como
la de EE.UU, Israel, Inglaterra o Francia.
En ambos casos,
lloverían los argumentos por parte de expertos tertulianos en los
medios; y se aplicaría, al completo, el
manual de ingeniería social. Estos serían presumiblemente los
argumento demagógicos a los que seríamos sometidos:
“Con las listas abiertas, se asegurará por fin, una democracia muy
sólida, ya que es el pueblo quien vota el orden de las listas... un
gran paso definitivo. Por fin, democracia para el pueblo y por el
pueblo. El pueblo ya decide”, o se argumentarían razonamientos
mucho más elaborados y seríamos testigos de acalorados debates
entre el policía bueno; aquel que defiende la lista abierta y
policía malo, aquel que se opondría. Al final, el desinformado
espectador quedaría embelesado ante los argumentos esgrimidos y
cavaría su propia fosa el día de una consulta o plebiscito a favor
de la lista abierta.
Lo que ningún
medio mencionaría, ni por equivocación, es que todo esto resultaría
una gran estafa y tomadura de pelo, ya que el verdadero poder no está
en las listas abierta sino en confeccionar la lista. En este momento,
esa prerrogativa está en manos de los partidos, y con la lista
abierta continuaría así: ellos (los partidos) seguirían confeccionándolas.
Aspiramos a realizar cierta pedagogía, que no apología, y advertir sobre la única
forma verdaderamente democrática en la que habría de elegirse a los
representantes del pueblo: mediante el diputado de distrito
uninominal con mandato imperativo. Es así de simple: cada diez mil
votantes (distrito), por ejemplo, el pueblo (no el partido) elige a
un representante; y éste tendrá que votar en el congreso lo que sus
votantes le hayan indicado. Si por ejemplo, nos preguntasen si queremos seguir
en el Euro, y ese distrito decidiese que no; el representante tendrá
que votar que no en el Congreso. Es decir, la voluntad del pueblo; no
la del partido. El representante se debe a sus votantes, no al
partido; y se debe durante toda la legislatura, no cada cuatro años.
... / ...
Sigamos en nuestro
viaje imaginario al futuro y preguntémonos qué peligros acecharían
si viésemos titulares y anuncios del tipo “Los Españoles
decidirán sobre una federación asimétrica... Histórico acuerdo
entre el Presidente del Gobierno y los nacionalistas ... Un gran
logro para todos... hablando se entiende la gente... el nacionalista
está realizando un gran sacrificio, ya que renuncia a la secesión”;
de momento, luego volvería a las andadas del chantaje (un chantajista nunca abandona a su presa), claro... Y así repetiríamos
sesión de policía bueno y malo defendiendo un tipo de federalismo
sobre los otros, y añadirían que el periodo de las autonomías estaría superado,
junto a un fin de etapa del Juancarlismo. Además, siempre
participarían los mismos actores, ya que ni se molestarían en
cambiarlos, aunque solo fuese por aquello de que en la variedad está
el gusto
Analicemos ahora
la cuestión de un estado federal; y para mas inri, “asimétrico”.
Eso no sería más que continuar con la orgía de malgasto y
descontrol de las autonomías. No cesaría la enorme mediocridad de políticos profesionales constituidos en casta y que serían incapaces de sobrevivir un solo día en la vida normal. Lo de asimétrico no dejaría de ser más que un
eufemismo para perpetuar unos estados nacionalistas más
privilegiados, una casta más rica; y dominarían a los demás estados casi como
colonias. En esta ocasión, nosotros, el pueblo, continuaríamos sin
ningún control sobre los políticos y además, la impunidad sería
ya absoluta para esas oligarquías que ya se han establecido en las nefastas autonomías; con alguna más que se añadiría al festín, y cuyo dominio sobre los cuatro
poderes (incluimos el de los medios) costaría mucho sacrificio y
generaciones derrumbar. Aceptar cualquier tipo de federalismo sería
condenar a las futuras generaciones a vivir en algún lugar sombrío de un
triste mosaico y una nueva Edad Media bajo el paraguas federal de la
indigencia y esclavitud ¡Barra libre para los pícaros y mangantes!
Como colofón
final, el montaje de ingeniería social podría quedar más o menos
cuadrado cuando entrase en juego un nuevo vector:
La salida posible al conflicto económico mediante un cambio de organización territorial y aplicación democrática con listas abiertas. "Mediante listas
abiertas... mediante un estado federal nos ahorraremos millones de
Euros... y para tal fecha tendremos la deuda pagada".
No habría mayor
engaño y perversidad si cayéramos en esas trampas. Seguirían triunfando los políticos
mediocres de poca cualidad moral y su poder sería mucho más
inmenso del que habrían soñado nunca. Hasta ahora, nadie
los ha controlado, pero aún así quedan resquicios de decencia (muy pocos).
Cuando aparece un juez honrado, los corruptos son imputados o van a la
cárcel. Con la opción federalista se cerrarían todas las
oportunidades, hasta las pocas de las que ahora disponemos. Nadie
podría controlar a ningún político nunca más. En España, un sistema político honrado tiene que controlar siempre a rajatabla el factor de la picaresca: una cualidad autóctona, guste o no. Recordemos que el género literario de la picaresca, solo existe en España.
Cuando Suárez
reconoció una ley electoral en la cual se confeccionaba una lista
donde los que estaban en los primeros lugares serían los elegidos
estaba abriendo una autopista a la oligarquías, a la impunidad y a
la corrupción.
Los medios
impresos más supuestamente libres mencionan tímidamente, pocas
veces, la cuestión de la listas abiertas. En los medios sociales se
observa también cierto bufido por las listas abiertas como paladín
que nos conseguiría la representatividad parlamentaria: nada más
falso. Ese representante “puesto por el pueblo” y no por el Jefe
de Partido seguiría estando al servicio del partido.
Suárez es
nombrado por Franco ministro de La Falange, a Juan Carlos lo nombra
Franco y Juan Carlos nombra a Suárez... Ésta es la triangulación
de la que partió nuestra transición. Un hecho histórico puntual en
un ambiente y una situación a la que hay que retroceder: ¿cómo
empezó todo? Suárez legalizó al partido Socialista y al Comunista
con dos personajes al frente: Felipe González y Carrillo, junto a los partidos
independentistas y nacionalistas de Cataluña y País Vasco. Nada de
legalizar a ningún otro partido: a los republicanos, por ejemplo, no
se les permitió entrar en ese juego. Ninguno traspasó para nada
el poder recibido gratuitamente a manos del pueblo: el poder pasó directamente a manos de
los partidos; por lo tanto, el pueblo jamás ha tenido acceso al poder ¿Por qué iba a
mejorar todo con un estado federalista otorgándole más poder
todavía a la oligarquía dominante? Una vez los partidos que participaron el el festín
heredaron el poder del régimen anterior, la cosa fue más bien fácil
y cayó por su propio peso: los partidos se limitaron a confeccionar
unas urnas en las que para nada se preguntó al pueblo sobre quiénes
debían confeccionarlas; y sin elecciones previas ni nada,
controlaron un poder directamente emanado desde el Franquismo, sin el
control de Franco a los políticos, y hasta nuestros días.
Como propone la Red
de Ciudadanos Comprometidos la solución está en nuestro
conocimiento sobre la verdad. Solo así seremos capaces de elegir y
estaremos vacunados ante cualquier manipulación. Ahí está nuestra
libertad.
Vicente
Jiménez
iSe
habla de
federalismo simétrico cuando los distintos estados
de una federación poseen las mismas competencias. Cuando a cada
estado se le conceden distintas competencias o unos poseen mayor
grado de autonomía que otros se habla de
federalismo asimétrico.