Entrada revisada 22 junio 2014
En la entrada anterior observamos cómo el desarrollo de las nuevas tecnologías había introducido un verdadero caballo de Troya en nuestros hogares. Smartphones, 4G, tablets, ordenadores personales etc., que tan atractivos se nos presentaban al principio resultan ahora eternos y forzosos acompañantes. Han acabado por convertirse en auténticos cordones umbilicales uniendo la empresa y con el hogar de forma que éstas se han apropiado del tiempo personal.
Una de las tecnologías que las empresas priorizan son las intranets. Entramos en aquellos lugares que nos permiten para continuar desarrollando proyectos; y a su vez, también, en cierta forma, los invitamos a entrar en nuestros hogares. Un verdadero "quid pro quo", ¿o no?
Si estas tecnologías se utilizasen para mejorar las relaciones entre la empresa y los trabajadores mediante la tan conllevada conciliación laboral y familiar, una justa retribución, etc bienvenida sería. La tecnología estaría al servicio del hombre. Pero si por el contrario sirven para alargar la jornada laboral, exponer al trabajador bajo condiciones de estrés a interminables jornadas y sufrir diferentes y sutiles presiones, malvenidas sean.
Al final se han perdido logros dorados que costaron sangre, sudor y lágrimas; como los tres ochos: ocho horas de sueño, ocho de trabajo y ocho de tiempo libre, o que la edad mínima de los jóvenes para empezar a trabajar fuesen los dieciséis años, en vez de los cinco.
De hecho, ha emergido una nueva cultura del trabajo en muchas de las multinacionales occidentales; y no tan multinacionales. La cuestión es cómo nos hemos hecho este hara-kiri ¿Cómo hemos renunciado a las promesas de que el trabajo duro sería reconocido, recompensado y nos garantizaría una vida de estabilidad económica?
Se utilizaron nuevas formas sutiles de presionar e inducir a los trabajadores hacia una esclavitud voluntaria; incluso antes de la amenaza del hambre y el desastre del paro actuales. Con lo cual, la vuelta de uerca ha sido completa.
Sin mencionar el nombre de una empresa de alta tecnología muy conocida diré que técnicos super-cualificados se mataban por conseguir un puesto de trabajo. Les esperaba entrar en un complejo de lujo, con piscina, sauna, salas de relax, de juegos, gimnasio, barra libre en el bar, en el comedor ...
La condición era trabajar por proyectos, en pequeños grupos; marcarse cada grupo o trabajador sus propios horario y comprometerse a unos objetivos. Esos trabajadores no salían del complejo ni los fines de semana. Sin darse cuenta vivían por y para el proyecto ¿Os acordáis de los monjes medievales? Por lo menos ellos tenían unos horarios muy rígidos, pero en nuestra empresa las horas de trabajo podían llegar a ser interminables; hasta conseguir el objetivo. Y después ellos mismos se imponían otro objetivo. Y uno más... Todo en la compañía inducía a este estilo de vida y los trabajadores se apuntaban con entusiasmo ¿Eran esclavos voluntarios?, o unos privilegiados.
Una de sus trabajadoras renunció al trabajo por otro más normal y menos cualificado. No había querido renunciar a su vida familiar...
Entre el blanco y el negro se dan todo tipo de grises. Empresas que obligan más, que inducen menos... Las técnicas de manipulación del personal están muy estudiadas y los trabajadores no son conscientes de ello. Lo cierto es que hemos vuelto después de dos siglos al principio de la película. La rueda ha dado un giro completo, como dicen los ingleses. Vuelta al principio: se buscan esclavos, paga baja, dedicación 24 h.
Unos obligados por tristes circunstancias y otros con el viejo truco del palo y la zanahoria resulta que estamos entrando en una trampa que olvida y prescinde del factor humano: que el hombre es un ser social, pero que la familia no son los compañeros de trabajo. Se requiere formación y el pago digno por un trabajo digno. Se requieren tantas cosas... Ahora, el que crea que los sindicatos se plantean algo de esto y están dispuestos a defender un equilibrio entre intereses de la empresa y los trabajadores que de un paso al frente. Pero no caigan en un precipicio.
Vicente Jiménez
Y no vale que todos den un paso atrás para que alguien se quede sólo delante :)
ResponderEliminarSaludos.
Buena puntualización amigo Orwell. Así es; aunque esos espabilados acaban haciendo lo mismo que el de delante.
EliminarEsclava, así me siento muchas veces por culpa de ese cordón umbilical del que hablas al principio. Y tan esclava, que escribí un artículo titulado "Harta de las TIC". Nos hicieron creer que el trabajo sería más agradable y llevadero, pero hemos terminado enchufados a la tecnología, y dependientes de ella. Y aquí me tienes, a estas horas, currando en el ordenador desde mi cama. Esclavizada. Y tan contenta, porque los aparatitos se supone que han venido para facilitarme la vida. Saludos :-)
ResponderEliminarYa que somos sensible al mismo tema ¿podrías pasarme el link de tu artículo? Es en los altos ejecutivos y en los profesores donde más afectado esta forma de esclavitud. Se vendió como guai y resulta que fue una medallita para los equipos gestores.
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