Aunque en este artículo se mencionan temas como el paro, la inmigración, el reparto de bienes o los impuestos, no pretende hablar de nada de esto. Este artículo trata sobre lo que nos ocultan.
Aunque sea una
perogrullada, antes de usar hay que coger de algún sitio, y tenemos
cierta vocación a olvidar una verdad tan simple. Cuando aceptamos
una desventaja o perdida para obtener alguna ventaja que nos compense,
estamos negociando: por un lado perdemos algo, por el otro obtenemos
algo a cambio. Si una estudiante dedica una hora al estudio de las
matemáticas y no de la física, esa hora que gana en matemáticas la
pierde de física; o de tiempo libre, o de beber unos vinos con los
amigos, o de un trabajo a tiempo parcial cuando había trabajo en
este país. En muchas ocasiones las situaciones más cotidianas de la
vida las planteamos como negociaciones, aunque estemos negociando con
nosotros mismos: damos algo... recibimos algo a cambio. En política
también, cómo no, ocurre igual: una empresa debe mantener las cotas
de contaminación a los niveles que han marcado las políticas
medioambientales promovidas, en muchas ocasiones, por grupos
ecologistas o de izquierdas y que los tecnócratas del gobierno se
encargan de traducir. Esto encarece los costes de producción, con lo
que el precio final del producto queda también afectado. La demanda
baja porque al ser más caro muchas capas de la sociedad ya no pueden
acceder al producto: la empresa se ve afectada, bajan los beneficios
de la fábrica, bajan los sueldos y se produce pobreza. Por un lado
le hemos dado algo a la naturaleza, pero por otro esa política se
traduce también en pobreza. En el artículo
anterior comentaba cómo una forma de ingeniería
social era dar una sola parte de la información y no mencionar
para nada la otra: no hace falta explicitar qué parte darían y cuál
ocultarían en general cuando nos desinforman de algo.
El reparto
equitativo y la eficiencia también entran en conflicto. Eficiencia
significa obtener el máximo para la sociedad de unos recursos que
son limitados. Reparto equitativo significa que todos obtienen una
porción de esos beneficios sin importar su contribución. La
eficiencia nos marcaría el tamaño del pastel y el reparto los
trozos en porciones iguales.
Consideremos
políticas que igualen el reparto del pastel en lo que hemos llamado
estado del bienestar. El sistema sanitario y de desempleo, por
ejemplo, intentan ayudar a aquellos que más lo necesitan en ese
momento y el de impuestos gravar más a los que han obtenido mayores
beneficios. Pero cuanto más se reparte más se le quita al que se ha
esforzado y entonces, al negociar consigo mismo (como la chica
estudiante del principio) aquel que se esforzó perderá en
productividad... ¿para qué voy a trabajar tanto si luego no me
queda nada?, se preguntará.
¿Quiere esto
decir que no se han de llevar a cabo políticas de ayuda al desempleo
y de reparto equitativo? Desde luego que no... pero sí hemos de ser
conscientes de las consecuencias. De la visión global del problema y
no de la parcial con la que nos suelen regalar los partidos políticos
y sus vías de trasmisión: los medios de comunicación.
Cuando uno de los
partidos decía que papeles para todos los inmigrantes llegasen o no
legalmente estaba sin duda poniendo el peso en el reparto equitativo:
basta con llegar a España de cualquier forma y ya tenías cubiertos
todos los gastos sanitarios e incluso, en muchas ocasiones, un
racismo positivo a tu favor que te daba un sinfín de ventajas en
todo tipo de ayudas sociales que les eran negadas a los nativos
cuando las necesitaban y que eran quienes sí habían pagado
religiosamente sus impuestos. Desde luego, afectaba negativamente a
la eficiencia ya que la competencia desleal de los empresarios sin
escrúpulos que contrataba a los “sin papeles” empobrecía a las
clases trabajadoras y las empresas que jugaban limpio. Esto siempre
lo obvió la izquierda, pero debe saberse. ¿Dónde estaba el fallo?
En que papeles para todos es un planteamiento económicamente suicida
para una sociedad que quiera sobrevivir. Así de simple... se creó
un efecto llamada que agravó el problema todavía más e incluso
desde Europa nos tuvieron que llamar la atención, ya que en un efecto
dominó desastroso el problema les salpicó a ellos también.
En todas estas
situaciones nos han ocultado algo. Eso es lo que hemos de subrayar:
que cuando obtenemos algo siempre hay un coste. Si nos dicen lo que
obtenemos y nos ocultan el coste no están siendo honrados con
nosotros. Es más, no creo que nunca lo sean. Por lo tanto, cuando
nos den algo, sea un Eurovegas, un país nuevo separado de España, o
cualquier otra cosa... pensemos que nada es gratis: siempre tendremos
que pagar un precio. Y si nos lo ofrecen bonitamente por la cara, puede que debamos considerar muy seriamente si nos conviene o no. Aquello que siempre nos ocultan es el precio a pagar... nada es gratis.
Vicente
Jiménez
Bibliografía
Mankiw N. Gregory, Principles of economics,Harvard University, Cengage Learning, 2010
Waldman Mikel, Common Sense, Sourcebooks, Inc, 2008
Donkin, Richard. Blood, Sweat & Tears - The Evolution of Work ir a enlace
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